Hermann Bellinghausen
El paraíso de los fiscales

1. Mamá yo quiero saber de dónde son los fiscales. Algo grave pasa en un país donde proliferan las fiscalías especiales, cuando la nota roja sustituye a la nota política y los espacios cotidianos de la ciudadanía se llenan de policías con o sin uniforme, con o sin licencia para vigilar y castigar.

En todos los casos sonados de violencia y muerte (que han dado la pauta reciente), casi diríase que sin excepción, participan policías en activo o pasivo, lo mismo en los cuasi-magnicidios que en las masacres de plebeyos sin nombre. Cherchez le flic. Ahí están los periódicos para documentarlo.

Una de las novedades del sistema de orden (lo que los clásicos llamaban ``aparato represivo del Estado'') es su multiplicidad. Hay procuradurías y contraprocuradurías, vigilancia municipal y cuerpos especiales de élite (algunos tan de élite que ni siquiera se conoce su existencia) corporaciones que se renuevan técnica y humanamente con una agilidad que no les vendría mal, por ejemplo, a las universidades, los servicios de salud u otros aspectos ``civiles'' de la gestión pública.

Uno de los primeros saldos netos del TLC, una primera homologación con el socio yanqui (otro vocablo clásico, y ya en desuso), consiste en que los juicios penales son el mayor espectáculo público, la noticia principal, y por momentos, el horizonte de la actividad política. Y eso que siempre nos quedan a deber los juicios más espectaculares.

La conceptualización del reo se ha diversificado: otra vez hay presos políticos, pero los reos comunes ya no sólo pertenecen a las clases económicamente debiles, también provienen de algunas altas esferas de la política (cámaras legislativas, secretarías de Estado, las familias pertinentes) lo cual es inusitado, pero aún poco frecuente, lo mismo que esa proliferante rama de la delincuencia que se conoce como narcotráfico.El narco y los ajustes de cuentas políticos parecen ir de la mano. No es causal, el poder mafioso y el poder político poseen el monopolio de dos recursos considerables: el control del dinero y el know how de la violencia, en un caso llamada legal, y en el otro no. Ambos poderes tienen capacidad de cooptación, de presión y sometimiento, y disfrután, cada uno a su modo de impunidad. Porque ahora, la recompensa del poder ya no es la gratitud histórica ni el deber cumplido, sino la impunidad. Vivir fuera de la impunidad es vivir en el error.

Desde la sociedad, protegida y vulnerada indistintamente por el régimen políciaco, existen sectores que claman por orden y ornato y dan legitimidad y sustento a la tiranía de las fuerzas represivas.

Hay una ideología conservadora, en boca de obispos y voceros panistas (esos dos poderes crecientes y paralelos) que claman por la decencia y el orden, y pide más y mejores policías. Heredarán el Siglo de Hidalgo (chin-chin el que deje algo), y quieren irse preparando.

2. En este momento de turbulencia, vivimos el paraíso de los fiscales, es decir, los acusadores profesionales, que ven con espada flamígera recorriendo los sótanos de este país, ya todo él subterráneo. Los fiscales los pone, en todos los casos, el Estado.

No olvidemos el poder del dinero, propiamente dicho, que también impone condiciones y castigos. Los bancos son acreedores de millones de ciudadanos cuyo delito es llevar vencida la cartera.

Como también aumenta la delincuencia ``común'', las cárceles no se dan a basto y en consecuencia el ministerio del interior y las secretarías de gobierno estatales se aplican desde el sexenio pasado, en modernizar y expander el sistema penitenciario. Por lo visto aún le falta perfeccionarse, ya que hay reos que no encuentran en México cárceles a su altura y tienen que ser enviados al extranjero.

Pero ahí la llevamos. Los delitos electorales (Tabasco) o de violencia simple (Guerrero) cometidos por gobernantes han generado fiscalías, sí, pero también su efecto O.J. Simpson: la renovación veloz y altamente tecnificada de recursos evasivos, demostraciones indemostrables y flagrantes mentiras ante las cuales no hay fiscalía que valga, pues no existen leyes que prohiban o castiguen la mentira.

Otra línea paralela (suponiendo sin conceder que las paralelas nunca se juntan) de nuestro presente rigurosamente vigilado es la militarización de grandes porciones del territorio nacional y la preeminencia de la Ley de armas de fuego y explosivos, con los fiscales del caso, llegado el caso.

Policía migratoria para los extranjeros, policía secreta para las figuras públicas, espionaje telefónico y satelital. Un derroche de recursos e imaginación.

Sí, también en eso nos vamos homologando con el socio del TLC: el crimen organizado emparenta con los poderes políticos y financiero, y la sociedad queda en manos de la policía.

3. En la batalla de charros contra gángsters de esta película de Juan Orol, van ganando los segundos, y ante el espectáculo de la decrepitud de Fidel Velázquez uno se pone nostálgico y echa de menos los tiempos en que el poder lo tenían los charros. Cantaban rancheras, y no corridos fronterizos de narco y quebradita, y sabían estarse quietos para salir en la foto de la historia.

La moda ahora son los fiscales de los fiscales. Lo siguiente serán los fiscales que fiscalicen a los fiscales de los fiscales? Y el resto, una sociedad potencialmente castigable, culpable mientras no demuestre lo contrario. No tiene viceversa con el poder, entre cuyos miembros sólo existe la inocencia, aunque se demuestre lo contrario.