Pablo Gómez
Gobernará Aznar?

En España ha triunfado la derecha disfrazada de centro y ha perdido la elección el centro disfrazado de izquierda. El Partido Socialista Obrero Español ha quedado segundo en los comicios parlamentarios de ayer, debido a la corrupción del gobierno y al desgaste de su líder y cacique, Felipe González, tras más de una década de gobernar.

Pero José María Aznar quedó muy lejos de la mayoría ``suficiente'' que pidió a los electores españoles durante toda la campaña. A pesar de las reglas de reparto de escaños que premian la concentración provincial del voto, lo cual sobrerrepresenta a los mayores partidos y a las pequeñas formaciones nacionalistas, el Partido Popular, de Aznar, tendrá que pactar varias alianzas con partidos pequeños, con el Partido Nacionalista Vasco y la Coalición Canaria, pero aun así no le será posible completar una mayoría absoluta estable de 173 escaños en el Congreso de los Diputados.

Queda abierta, hasta el 27 de marzo, cuando se constituya la nueva legislatura, la incógnita de si Aznar podrá crear la mayoría parlamentaria necesaria para estabilizar su gobierno.

La izquierda, por su parte, avanzó pero no tanto. Declinó en Andalucía, donde coincidieron las elecciones nacionales con las locales, lo que ayudó al PSOE a obtener votos a costa de la coalición entre Izquierda Unida y Los Verdes. El partido de Julio Anguita tendrá que esperar la reacción que se produzca dentro del Partido Socialista, como consecuencia de la derrota, para buscar un avance entre las bases del partido de González. Mientras tanto, tendrá que seguir bregando contra derecha y centro neoliberales que están llevando a España a una polarización cada vez mayor de la escala de distribución del ingreso, vía el desempleo y la rebaja de las percepciones de los pensionados.

El triunfo de la derecha también es, en cierto sentido, un fenómeno contra sí misma: ha tenido que presentarse como ``centro'', en abierta competencia política y programática con el verdadero centro, que es el PSOE. Han ido los socialistas tan a la derecha que no fue difícil para el Partido Popular alcanzarlos en la pugna por la moderación centrista. De cualquier forma, nadie ha quedado a la derecha del PP, según lo ha dicho el propio Aznar.

La alianza de González con Convergencia y Unión --partido nacionalista catalán--, la cual le otorgó estabilidad durante la primera parte de su último periodo como presidente del gobierno, podría hoy transformarse en una alianza del PP con los mismos catalanes --cosa bastante difícil-- y con otros partidos nacionalistas igualmente interesados en la política frente a Europa, en pasar el examen de admisión de la unión monetaria, lo cual reclama altas calificaciones en materia de déficit público e inflación. Los nacionalistas vascos (cinco escaños), representantes de los pequeños y medianos industriales, al igual que los catalanes de Pujol (16 escaños), podrían eventualmente dar cierto tipo de respaldo a un gobierno del PP a cambio de fuertes concesiones hacia la completa europeización de España y de una nueva política industrial.

La cuestión es si Aznar sabrá conducir la política europea y, en este plano, si logrará pasar los exámenes que se demandan a España. Por lo pronto, se sabe que el Partido Popular tenderá a realizar reformas al Estado español para lograr la disminución del déficit y la reducción del servicio de la deuda, a costa del gasto público. Los socialistas, por su parte, tendrán que volver a luchar, como hace mucho no lo hacen, en favor de las reivindicaciones de los trabajadores y en contra de las reducciones al gasto social.

Pero si Aznar se pone más duro de lo previsible, será muy difícil que logre una estabilidad de gobierno mediante una mayoría bien asentada. Por lo pronto, la vieja derecha le reclamará a la nueva, representada por Aznar, varias concesiones para tomarle las revanchas a la cultura de la tolerancia que se ha abierto paso en España.

Aznar, por su parte, no parece muy hábil en política, por lo menos nada parecido a González, y aunque gran parte de los españoles no se ha dado cuenta de que se trata de un político bastante limitado en todos sentidos, ya tendrán tiempo de verlo actuar como presidente del gobierno, lo cual en España no es nada sencillo, y menos aún con 157 de un total de 350 diputados.

En aquel país se abre hoy un nuevo periodo de la política y las luchas sociales. Los disfraces maniobreros de los principales partidos se tendrán que ir disolviendo, lo cual no es nada despreciable, en aras de aclarar a los ojos de los españoles las definiciones verdaderas y las opciones auténticas.