¿Cuál era la concepción de los primeros humanos sobre la mujer? Si indagar la respuesta a la misma pregunta formulada hoy encierra múltiples problemas, ya podemos imaginar las dificultades que existen al tratar de desentrañar el pensamiento de los primeros habitantes humanos de nuestro planeta. Las fuentes escritas representan una base firme --aunque no siempre segura-- para interpretar las ideas de civilizaciones antiguas. Pensemos por ejemplo en la belleza y profundidad de la noción sobre lo femenino en el poema de Gilgamesh cuando describe a Enkidu después de su relación carnal con la prostituta sagrada: ``Enkidu no podía correr como antes, /mas su espíritu ahora era sabio, comprendía''
1. Testimonios como éste nos han sido legados a través de la escritura, pero ¿qué pasa cuando no se cuenta con la palabra escrita y queremos conocer el pensamiento humano sobre lo femenino en la prehistoria? No queda más remedio que recurrir a los escasos rastros que esas grandiosas culturas nos han legado y, lo más riesgoso, no queda más remedio que recurrir al conocimiento actual y a nuestra propia mirada para tratar de comprenderlo.
La inseguridad se inicia desde el momento en que no existe una cronología precisa. Se acepta, sin embargo, que las culturas humanas paleolíticas abarcaron un periodo de unos 30 mil años, desde finales del pleistoceno (la etapa de las grandes glaciaciones o ``Edad de Hielo'') hasta el mesolítico que se inicia aproximadamente 10 mil años antes de nuestra era 2.
La denominación de paleolítico surge del empleo más antiguo de la piedra para la fabricación de utensilios y varios tipos de herramientas que constituyen, según William Langer, la primera etapa de la cultura humana de la que tenemos un testimonio cierto.
3. Con la aparición del Homo sapiens (aproximadamente 40 mil años a. C.) surge también el arte ligado a la piedra. Las palabras más antiguas que el hombre ha dejado y la expresión más acabada de su pensamiento ¿qué es lo que nos dicen?
Las representaciones de la figura humana se desarrollan en el arte paleolítico en dos modalidades principales, la pintura y la escultura. Aquí aparece un primer elemento de importancia relacionado con las concepciones sobre ``la mujer'' pues mientras que en el caso de las pinturas rupestres predominan las ``figuras masculinas''.
4. el ``cuerpo femenino'' encuentra predilección por la escultura. La escultura en relieve y de bulto redondo es donde aparecen claramente recreados los rasgos anatómicos ``femeninos''. Esta diferencia revela una atención especial por las formas en la consideración de la naturaleza femenina que adquieren una representación más genuina en objetos tridimensionales. En el caso de la escultura de bulto redondo, totalmente desligadas de la tierra o del pedernal que dio origen al material trabajado por el artista primevo, son figuras independientes que adquieren una relación especial y única con el universo.
Es el caso de las figurillas denominadas Venus, nombre asignado por los primeros descubridores de estas pequeñas obras de arte en el siglo XIX y que muestra la imposición involuntaria, aunque altamente significativa, de una mirada exclusiva desde la civilización occidental. Así como se asigna el nombre de la diosa griega, también se trasladan los criterios decimonónicos europeos para la identificación del sexo. Es la presencia de algunos atributos anatómicos lo que nos lleva a nombrarlas como mujeres, sin saber siquiera si para el humano prehistórico esa distinción tenía algún significado.
Las Venus miden entre 3 y 22 centímetros. Todas se acoplan perfectamente en la mano y parecen estar hechas con ese fin (¿para qué necesitaban el ``hombre'' o la ``mujer'' prehistóricos tener una figura ``femenina'' en las manos?), Los materiales empleados en su elaboración son múltiples, colmillos de mamut, astas de ciervo, piedra, serpentina verdosa, roca vítrea. Los estilos van del naturalismo que reproduce fielmente los rasgos anatómicos principales como en el caso de la Poire de Brassempouy hasta el tipo abstracto en el que se insinuan apenas esos caracteres, tal y como ocurre en la pintura de Paul Klee y Picasso. A este tipo corresponden Venus como El Pendo (Santander) y Predmostí (Moravia)
Un rasgo común a estas representaciones de la figura humana es la ausencia de la cara. Se trata de mujeres sin rostro. Aún en el caso de aquellas como la Venus de Willendorf (Austria) que presentan complicados tocados en la cabeza el rostro está ausente. Las manos y los pies generalmente también están ausentes, lo mismo que los brazos y las piernas que apenas están insinuados, aunque estos elementos anatómicos muestran diferencias entre una escultura y otra, como en la Venus de Lespugue (Haute-Garonne) en la que el artista paleolítico logra la separación entre el brazo y el tronco, lo que representa una concepción más desarrollada para la historia del arte.
Pero si estas partes del cuerpo no están presentes en las Venus paleolíticas, lo están de más las regiones más estrechamente relacionadas con las funciones sexuales y reproductivas. Los senos y la región peripélvica (las nalgas, el vientre, los muslos y el triángulo genital) atraparon la atención de los artistas paleolíticos. Lo que deseaban representar --o lo que de hecho representaron--eran primordialmente esas regiones anatómicas.
Si aceptamos que las Venus paleolíticas son representaciones de la figura femenina, o más aún, representaciones del concepto de mujer para el humano paleolítico, se trataría de mujeres sin rostro, de pechos voluminosos, caderas prominentes y vulvas acentuadas.
Pero ¿cuáles son las explicaciones que se han dado a estas representaciones de lo femenino?
1. La epopeya de Gilgamesh. Versión y prólogo de Agustí Bartra, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1993. p. 22.
2. Ver, por ejemplo, Childe, G. Los orígenes de la civilización, Traducción de Eli de Gortari, Fondo de Cultura Económica, México, 1954
3. Langer, W. L. Enciclopedia de historia universal, Vol. I., Alianza Universidad, Madrid, 1988.
4. Brodrick, A. H. La pintura prehistórica, Fondo de Cultura Económica, México, 1950