La Jornada 4 de marzo de 1996

Empresarios y ultras, al asalto del poder: vieja guardia del PAN

Mireya Cuéllar y Néstor Martínez/I Empresarios, grupos ultraderechistas e incluso priístas acaparan las candidaturas del Partido Acción Nacional, llegan al poder con estas siglas y terminan por gobernar con un azul bastante desteñido.

Ninguneada, la vieja guardia del PAN observa desde sus trincheras el avance incontenible del llamado neopanismo.

Sus complejas estrategias de mercadotecnia, sus abundantes recursos económicos y, sobre todo, su mayor gusto por el poder, han permitido al neopanismo apoderarse de los espacios políticos y, con su pragmatismo, sustituir la doctrina humanista que dio origen al PAN.

El viejo y el nuevo panismo conviven inmersos en una especie de guerra de baja intensidad. La disputa es un tema del que sólo hablan en corto. Parece que les resulta incómodo.

Para los viejos líderes y ex líderes, Acción Nacional fue víctima de un asalto cuidadosamente planeado por grupos empresariales y de la extrema derecha que derivó en el cambio de mandos de ese partido a mediados de los ochentas.

Los nuevos panistas rechazan tal asalto y explican que todo es producto del cambio de los tiempos y del crecimiento de su partido.

A unos días del relevo del dirigente nacional, la pugna parece alcanzar por primera vez la cima del PAN. Y aunque muchos panistas dicen que interpretarlo así resulta ``simplista'', lo cierto es que Ernesto Ruffo Appel ha aglutinado al sector duro del neopanismo, mientras que Felipe Calderón recibe el apoyo de la vieja guardia.

La supremacía de los neopanistas es indiscutible: de los seis gobernadores que ha habido hasta ahora, sólo al bajacaliforniano Héctor Terán Terán se le reconoce como un militante de la vieja guardia. Los otros cinco, todos ellos empresarios (Ernesto Ruffo, Francisco Barrio, Carlos Medina, Vicente Fox y Alberto Cárdenas), se convirtieron al panismo para asumir sus candidaturas.

Lo mismo ocurre en las presidencias municipales. De las 11 capitales de estados gobernadas por Acción Nacional, por lo menos ocho están en manos de neopanistas. Aguascalientes, Oaxaca y Puebla son algunos ejemplos.

La llegada del neopanismo al poder, sin embargo, no es un hecho reciente, sino producto de dos décadas de trabajo.

Veinte años de neopanismo

La inquietud de los viejos panistas por el ingreso de algunos empresarios y de miembros de la extrema derecha a su partido surgió entre 1975 y 1976, cuando José Angel Conchello y Pablo Emilio Madero les abrieron las puertas.

Seis años después, con la estatización de la banca y la confrontación abierta entre el gobierno y los empresarios, lo que era un arribo incipiente a Acción Nacional se volvió la constante.

Despuntaron entonces Desarrollo Humano Integral AC (DHIAC), el Comité de Lucha Democrática (Colude), la Asociación Cívica Femenina (Ancifem) y el Frente Democrático Electoral de Nuevo León, entre otras organizaciones, varias de las cuales se han diluido al interior del PAN. Manuel J. Clouthier fue la pieza aglutinadora del movimiento.

El sinaloense se constituyó en el candidato natural del neopanismo. Presidente de la Coparmex y después del Consejo Coordinador Empresarial, su politización lo llevó a los partidos. Primero intentó ser candidato del PRI a la presidencia municipal de Culiacán y, después, ante el fracaso de su intentona, ingresó al PAN en 1984 y fue candidato a la gubernatura de Sinaloa, en 1986.

Recientemente, el hijo de Maquío, Manuel Clouthier Carrillo, comentó que, más que generador o promotor del neopanismo, su padre se afilió al PAN ``jalado'' por panistas tradicionales. En 1982, antes de la estatización de la banca, Carlos Castillo ya lo había invitado.

En noviembre de 1987 se nombró a Clouthier aspirante del PAN a la Presidencia de la República por abrumadora mayoría y en su primer discurso se presentó como el candidato de un ``gran movimiento nacional'', mucho más amplio que el partido que lo postuló. A los tradicionales no les gustó nada la definición.

PAN vs. organizaciones intermedias

Durante la 37 convención y la 12 Asamblea Nacional Ordinaria, en Guadalajara, donde se eligió a los candidatos plurinominales, surgieron las primeras diferencias entre panistas y los grupos que comenzaban a integrarse al PAN.

Era febrero de 1988. Ahí, Clouthier pidió al panismo tradicional ``congruencia'' entre lo que se predica en la calle y lo que se hace en el partido, porque ``el momento nos demanda, nos exige, nos grita apertura para quienes vienen a solidarizarse con nuestra trinchera''.

Neopanistas relevantes como los regiomontanos Fernando Canales Clariond y José Luis Coindreau, así como el sonorense Adalberto Rosas y Francisco Barrio Terrazas, de Chihuahua, quedaron fuera de las listas. Clouthier sólo pudo incorporar a su ideólogo, Luis Felipe Bravo Mena.

Como respuesta, los neopanistas postularon a a Clouthier, un mes después, en marzo de 1988, como su candidato a la Presidencia de la República.

El líder de DHIAC en Jalisco, Fernando Guzmán, dijo en esa ocasión que las agrupaciones cívicas ``en ningún momento se han manifestado en apoyo al PAN, pero sí a su candidato presidencial, debido al liderazgo nacional y social que representa, que va más allá de un partido político''. Tiempo después, Guzmán cambió de opinión y se afilió a Acción Nacional. Hoy es diputado en su estado.

Clouthier haría suya esa misma tesis hasta el final de su campaña. ``Soy el candidato de la ciudadanía, no sólo del PAN'', repetía con frecuencia.

En su detallado libro Ensayos sobre el PAN, el politólogo Carlos Arriola señala: ``La coexistencia de estas dos corrientes dentro del PAN se tradujo, por una parte, en la falta de apoyo a la campaña de Clouthier de un sector del partido y, por otra, en algunos conflictos, divisiones y deserciones, que no llegaron a provocar una crisis semejante a la de 1975 y 1976, pero que tanto Clouthier como el presidente del PAN, Luis H. Alvarez, aceptaron públicamente''.

Para el politólogo, los discursos de campaña de Clouthier, recogidos con el título Diálogo con el pueblo, manifiestan ``la ausencia de análisis profundos de la realidad mexicana y el poco interés o alejamiento deliberado de los principios, doctrina y plataforma electoral del partido que lo postuló. De ahí que los desplantes, las denuncias genéricas y los llamados a la acción hayan prevalecido sobre la presentación de un proyecto político articulado''.

Un PAN que no es el PAN: Foro

La del Foro Doctrinario y Democrático fue la ruptura reciente más seria del panismo. En gran parte, las causas fueron la marginación del grupo tradicional encabezado por José Angel Conchello --que había tenido el poder en los últimos años-- y la separación del PAN de su doctrina original.

Desde la incorporación del neopanismo a los órganos de poder, en el PAN se diluyó la defensa de principios como la viabilidad del ejido, la participación de los trabajadores en las empresas o la banca regional en manos de pequeños y medianos empresarios.

El Foro quedó formalmente integrado el 19 de marzo de 1990 por los ex presidentes nacionales José Angel Conchello, José González Torres y Pablo Emilio Madero, así como por dos secretarios generales de Acción Nacional: Jesús González Schmal y Bernardo Bátiz.

Buscaban reencontrar, según decían, los principios doctrinarios, además de propiciar la reforma de los estatutos que hiciera más democrático al PAN.

La disputa, recuerda Carlos Arriola, ``sacó a la luz pública la presencia, al parecer cada vez más importante, de numerosos grupos de extrema derecha --que ya estaban incrustados en el PAN-- como DHIAC, MURO, Civilización y Libertad, Ancifem y hasta los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara''.

Paradójicamente, la entrada de grupos como el MURO y DHIAC la habían propiciado años atrás José Angel Conchello y Pablo Emilio Madero. Ambos reconocieron y lamentaron haber cometido ese ``gravísimo error''.

El propio Conchello declaró públicamente: ``En el PAN están metidas la derecha y la ultraderecha. Los intereses de la patronal se defienden por medio de grupos como MURO, Yunque, DHIAC y Ancifem, pero habemos un grupo de personas, al que llaman dinosaurios, que nos negamos a que el partido le sirva de compañero de viaje o de idiota útil a los intereses de la patronal. Ernesto Ruffo y Luis Felipe Bravo no son auténticos panistas y son, o representan de alguna manera, a esa clase de empresarios''.

Las denuncias foristas contra la infiltración de ``ultraderechistas'' fueron constantes durante 1990 y se agudizaron durante los dos años siguientes. El 7 de octubre de 1992, con excepción de Conchello, los foristas oficializaron su renuncia.

``El PAN --dijeron al argumentar su salida-- ya no es el partido de la inspiración humanista que defendía los derechos humanos contra los abusos de autoridad y que buscaba una justa distribución de la riqueza, que se oponía con valor y con espíritu de libertad e independencia al régimen y que movía voluntades con ideas, con principios y con programas propios, inspirados en su doctrina. Hoy, el PAN es prosalinista, proliberal y pragmático''.

Para Soledad Loaeza, investigadora de El Colegio de México, el súbito crecimiento del PAN le permitió convertirse en una ``confederación de partidos estatales'', es decir, en las elecciones participan, bajo las siglas de Acción Nacional, grupos que ya tenían cierta organicidad en torno a cámaras empresariales, organizaciones cívicas y religiosas.