La Jornada 4 de marzo de 1996

Desde agosto de 94, comicios transparentes y respetados, dice

Rosa Elvira Vargas En el 67 aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Institucional, el presidente Ernesto Zedillo fustigó ayer a quienes ambicionan ``un poder vertical, centralista, autoritario y arrogante''; un poder, dijo, que pretenden ganar aun antes de la contienda.

Son aquellos, enfatizó, que han abandonado las tareas de la reforma política y ``prefieren vivir en la inconformidad que en la democracia; optan por el problema inmediato y no por la solución definitiva y eligen incumplir sus compromisos que perder su propaganda''.


Los gobernadores Patricio Chirinos, Roberto Madrazo
y Rubén Figueroa durante los actos conmemorativos
del 67 aniversario del PRI.
Foto: Frida Hartz

De ellos, sostuvo en repetidas ocasiones, ``la ciudadanía sospechará, dudará y advertirá lo contradictorio de su posición'', pues son los que prefieren interrumpir la reforma justo cuando las negociaciones comienzan a generar acuerdos importantes y paralizan los trabajos que despejarían ``las anomalías que hoy aducen como motivo de su inconformidad''.

``Ningún mexicano de buena fe y sincera convicción --asentó el Ejecutivo-- privilegia el conflicto en vez de la ley''.

Sin mencionar por su nombre al PAN, partido que está fuera de las negociaciones de la reforma electoral, Zedillo lo censuró por elegir el retorno al viejo conflicto en vez de avanzar hacia la certidumbre democrática; por lo contradictorio de su posición de llamarse víctimas del centralismo y, a la vez, apelar a soluciones centralistas para dirimir conflictos locales y también por lo paradójico de decir que repudian el autoritarismo y, simultáneamente, invocar ``que el poder presidencial invada la esfera de otras autoridades''.

En todos estos señalamientos el Ejecutivo aludió a la ciudadanía, pues para ésta ``es enteramente contradictorio reclamar el respeto a la ley y, a la vez, pugnar por respuestas que la violan'', y también lo es proclamar la civilidad y el respeto y, al mismo tiempo, ``proliferar en el insulto y el encono''.

Antes, Ernesto Zedillo había subrayado que quien está auténticamente comprometido con la democracia y con el desarrollo político sabe que es una obligación moral contribuir, animar, propiciar y enriquecer la reforma electoral. Ante constantes aclamaciones de sus correligionarios, señaló que la subsistencia de algunos hechos de inconformidad, lejos de subordinar y descalificar la reforma electoral, ``acentúa su pertinencia, conveniencia y urgencia''.

Otra frase recurrente en el discurso presidencial fue que la sociedad mexicana quiere una nueva estabilidad política. Esta, aseguró, se requiere para afianzar la recuperación económica y la multiplicación de oportunidades; para alcanzar crecimiento sostenido y empleos suficientes y bien remunerados y para edificar una sociedad mucho más justa y equitativa.

Zedillo dio también una extensa explicación de las razones que hacen prioritarias la reforma del Estado y la reforma electoral. Sobre el carácter definitivo de ésta, aclaró que no se trata de cancelar futuras adaptaciones a nuevas realidades, sino de poner fin a los conflictos que distorsionan la democracia y debilitan la vida pública.

Los comicios realizados a partir de 1994, ``con buena fe y genuina convicción democrática'', enfatizó, han transcurrido pacífica, legal y ordenadamente y sus resultados se han respetado escrupulosamente.

Momentos antes había señalado: ``Los mexicanos no queremos la recurrencia de conflictos que distraen nuestra energía productiva, que vulneran nuestra convivencia y que lesionan nuestro desarrollo. Ningún mexicano de buena fe y de sincera convicción democrática privilegia el conflicto en vez de la ley''.

Al acudir ante los miembros del partido ``de mi orgullo, de mis convicciones y de mis principios'' para reiterarse priísta, Ernesto Zedillo sostuvo que así como el PRI no aspira a retener el poder mediante la persistencia de un viejo orden, no es legítimo que otros recurran a las viejas reglas para obtenerlo y detentarlo.

Una vez aludió al ``juicio ciudadano'', en el que dijo confiar para que haga ``reflexionar a todos'' en que la reforma electoral es la solución definitiva a los problemas electorales de corto plazo y el paso inaplazable que debe darse para avanzar a la democracia plena.

Pidió dar ese paso y actuar con decisión y coherencia, con genuina disposición al diálogo y al acuerdo, con respeto a todos y entre todos y con la convicción democrática de que el consenso nace de la negociación.

El gobierno, aseguró casi al finalizar, seguirá trabajando para que la reforma electoral sea resultado del diálogo y la negociación, de las aportaciones constructivas de todos, del acuerdo razonado y de la buena fe, del esfuerzo corresponsable de los representantes populares y del aprovechamiento de los avances ya realizados.

Zedillo reiteró su confianza en que los priístas transformarán su partido y que aquellos que ocupan un cargo de elección ejercerán gobiernos más cercanos a la comunidad, más responsables ante ella y atentos para cumplir con eficacia y prontitud sus demandas.

Por lo que a él respecta, insistió en que ejercerá el poder presidencial estrictamente apegado al mandato constitucional; gobernará para todos, será siempre ``respetuoso de todos los partidos'' y contribuirá a un desarrollo democrático que identifique a todos los mexicanos.