José Joaquín Blanco
Retrato hablado de un pueblo

Un día Mariano José de Larra, ese insólito poeta del periodismo, se preguntó de pronto: si un escritor escribe para el Público, hay que salir a la calle a buscarlo y a conocerlo para servirle con más entusiasmo. Así lo hizo y escribió algunas de las páginas más amargas que pueda uno imaginar. Eso ocurrió hace más de siglo y medio.

Ahora todos todos nuestros partidos políticos se desgañitan por servir al Pueblo. No tenemos ningún partido que diga que él no se junta con el Pueblo; que siquiera afirme que tiene otras metas preferibles a la de servir al Pueblo. Somos un, je, dechado de democracia.

Esto no ocurrió siempre así. Con tremendos ojotes descubrirá, quien se asome al pensamiento de algunos de nuestros próceres como Sigenza y Góngora o el doctor Mora, e incluso muchos de los constituyentes de 1857, que el Pueblo no fue siempre tan plenaria y misteriosamente adulado. Se desconfiaba, por ejemplo, de las personas que no supieran leer ni tuvieran una sólida propiedad individual; se privilegiaba a sectores poderosos y prestigiosos como la nobleza, el clero, el ejército, la burocracia, los empresarios. Y se decía así, claramente; somos el partido que apoya al virrey, al arzobispo, al capital; luego se prefirió, sobre el Pueblo, los proyectos futuristas; somos el partido del progreso, de la justicia social para el milenio que viene, de la moral católica, de... O sectores claramente señalados: somos el partido de los pobres, o de la clase media decente, o de las personas con patrimonio.

Ahora puro Pueblo, en abstracto. Y quién es el Pueblo? Quién lo conoce, quién lo distingue? Quién no es el Pueblo? Rara cosa esta situación mexicana de tantos políticos y partidos defendiendo al Pueblo contra nadie... porque según ellos, todos somos el Pueblo, nadie deja de serlo. Contra un cero existencial e ideológico queman su pólvora todos los partidos? Sólo el gobierno no es el Pueblo, aunque ya existan funcionarios de varios partidos? Me temo que por Pueblo se esté hablando de un fantasma moral, un guiñol vacío en el cual cada quien mete su mano y gesticula a lo loco cuanto le viene en gana.

El Pueblo es la tan golpeada clase media, ésa que ``civiliza a las naciones''? Larra visita nuestras calles y dice: el Pueblo se ocupa en molestar al Pueblo, sobre todo el Pueblo en automóvil, que todo el tiempo hace sonar bocinas y alarmas para fastidiar al Pueblo. El Pueblo protesta de que el Pueblo le robe sus automóviles para deshuesarlos y vender las partes, en baratillo, al propio Pueblo que corre a comprarlas en la colonia Buenos Aires, y hasta da las gracias.

El Pueblo serán entonces los pobres? Hay un cristianismo subrepticio, franciscano más bien, en suponer que la pobreza no constituye sólo una suma de privaciones, sino un estado moral beatífico. El pobre siempre es bueno, sobre todo cuando el mero pobre soy yo. Pero siempre hay entre los pobres uno que se pasa de listo con otro, o uno que le gana a pobre y entonces, a santo a otro.

Cuando dos enfurecidos contingentes de vendedores ambulantes, o mendigos, o chavos de la calle, o campesinos en disputa de límites y de aguas con el ejido de junto o broncas de religión o partido, o dos turbas de hinchas futboleros, llegan a enfrentarse, dónde está el Pueblo? Larra regresa a nuestros campos y a nuestras calles y encuentra que, si el Pueblo son los pobres, con mucha frecuencia el Pueblo aporrea al Pueblo, y que incluso con terca frecuencia alimenta contingentes innumerables de policías y matones, que de plano no se miden en bestialidad sobre todo cuando matan o aporrean a otros pobres.

Manuel José Othón definió a los ricos mexicanos como ``el vulgo vestido'', la plebe de frac. A los ricos les dio por sentirse el Pueblo cuando se puso de moda el socialismo. ``Nosotros también somos el Pueblo'', dijo el papá del doctor Jivago, cuando los bolcheviques le estaban expropiando su residencia. En México se inventó que vestirse de charro (con lo que costaba un verdadero traje de charro, lleno de plata) era ser del Pueblo; o de tehuana (con lo que cuesta un vestido folclórico lleno de bordados, blondas y encajes). Bueno: en la democracia mexicana siempre han mandado ellos, el ``demos'' han sido ellos, y no han tenido sino que expropiar una etimología.

El Pueblo somos todos? También el policía, el ladrón, el vecino que jode todo el tiempo con su aparato de sonido a todo volumen; el patrón, el político, el obispo orangután? También los feos, los borrachos, los que fuman? También los que opinan y actúan en contra de usted? Los que lo grillan, los que lo están transando?No, mire, es que...

El Pueblo se nos ha vuelto una quimera moral. Larra se pasea entre nosotros y dice: el Pueblo en México es lo que la gente no es: su posición ideal, preferentemente en situación de víctima. El Pueblo es nuestra nueva Virgen de Guadalupe, toda morenita, e inmaculada y generosa. Es nuestra nueva estampita. Le ponemos veladoras. El Pueblo es algo a lo que todo mundo le pone veladoras.

Larra diría: a cada mexicano le gusta sentir que el mero Pueblo es solamente él, y que todos los demás son los Enemigos del Pueblo.