Teresa del Conde
André Breton y la psiquiatría

Con esta primera nota sobre Breton, personaje a quien de tiempo atrás he intentado estudiar desde diferentes ángulos, me uno a los recordatorios y elogios que mi país le brinda, a la vez que me permito dedicarla al pintor Alberto Gironella en reparo de un agravio que sin querer le infligí al olvidar o pasar por alto su relación con el líder del surrealismo.

Los intereses de André Breton por la psicología y la psicopatología se remontan a su juventud, cosa que lo conminó a realizar estudios de medicina. Los interrumpió cuando fue movilizado durante la guerra del 14 para trabajar en el servicio de salud del hospital neurológico de Saint-Dizier en Nantes. Allí conoció a Jacques Vaché y a Theorodre Fraenkel, que se ejercitaban como psiquiatras, probablemente ambos participaron en actividades dadaístas.

Vaché pensaba que ``todo puede ser utilizado como un símbolo''. Pero su muerte, el 6 de enero de 1919 por sobredosis de opio, no fue sólo simbólica. Dejó Vaché una serie de cartas, firmadas o inicialadas como Harry James, que Breton apreciaba mucho, contenían rasgos preciosos de humor negro así como atisbos de escritura semi-automática. Su héroe máximo era el Ubu-Roi de Alfred Jarry, quien como se recordará tuvo el honor de anunciar a la corte su propósito de asesinar a todos los nobles con objeto de enriquecer su reino.

Claro, se trata de una formidable farsa con indicios de ``universales'' (en el sentido filosófico) encontrables a lo largo de la historia.

Ciertos allegados a los procederes surrealistas tomaron ad literam cuestiones como éstas, llevaron a cabo ``disparos automáticos'' y cercenaron vidas, cosa en ningún modo atribuible a presupuestos bretonianos. Antes bien, Breton se vio conminado a poner límites en este orden de cosas. Sin embargo, la persecución de la sinrazón, incluso en la generación Beat que sí está vinculada a recursos surrealistas, dio como se sabe lugar a tragedias. La excelente crónica de Jorge García Robles sobre Burroughs en México proporciona notable ejemplo.

Pero sigamos con la psiquiatría. El director de Saint-Dizier: doctor Raoul Leroy tuvo amistad con Breton. El fue, quien a través de un Précis de Psychiatrie de su autoría, revisado y republicado en 1914, lo introdujo a Freud, sobre quien Breton ya había escuchado hablar. El futuro líder no leía alemán y en Francia no se tradujo a Freud sino hasta 1921 en que se publicaron las Conferencias de introducción al psicoanálisis en traducción de Ives de Lay.

Ese año, en el mes de octubre, Breton se trasladó a Viena en compañía de su mujer Simone y de Paul Eluard, por entonces pareja de Gala, la futura musa y mujer de Dalí. La meta de Breton era entrevistarse con Freud y el encuentro se llevó a cabo en Bergasse 19, sin muchos resultados. En marzo de 1922 la revista Litterature publicó ``Interview du Professeur Freud''.

Breton dejó allí asentado que Freud era el prototípico médico de barrio vienés, que su vivienda era pobre y que nada de lo que se dijeron (Freud hablaba, entendía y escribía bien francés, pero lo pronunciaba con terrible acento) tuvo trascendencia alguna. Lo cual no impidió que exactamente un año después Breton le extendiera a Freud el nombramiento de ``Presidente de la República del Sueño''. Para entonces no sólo conocía sus aportaciones sobre la teoría sexual, sino que estaba percatado de que tanto el vienés como Pierre Janet habían incursionado en otra vía regia de acceso al inconsciente: la asociación libre, que se liga a la escritura automática.

Y lo que los dos médicos investigaban de tiempo atrás a través del sondeo del discurso, André Masson lo transmitía en sus dibujos.

Al parecer Breton consideraba que la primer pintura surrealista fue Los cuatro elementos de Masson. Se exhibió en su primera individual, llevada a cabo en la Galería Simon. Mucho más tarde, escribiendo sobre Masson, Breton reconoció que no se trataba propiamente de un trabajo automático, sino que reflejaba la preocupación del artista por los temas herméticos.La primera ``aplicación sistemática de la escritura automática'' (en tanto que sistemática y que escritura no podía serlo totalmente, pero dejémoslo así) por parte de Breton fue Los campos magnéticos (1919) en coautoría con Philippe Souplaut. Breton siempre fue proclive a trabajar a dos voces y describió cómo antes de sentarse a escribir, él y Souplaut intentaban vaciar sus mentes de cualquier pensamiento voluntario y eliminar estímulos o distracciones del medio ambiente con objeto de concentrar la mente en sí misma. Breton después habló de ``dictado mágico'' al referirse a este procedimiento, que en realidad es de vieja raigambre y se emparenta, por ejemplo, con los trances místicos en los que suele escucharse la voz de Dios.

Breton sabía bien que cuando la conciencia está relajada, la atención flotante, surgen pensamientos involuntarios, palabras, incluso frases hechas. No es muy distinto el método psicoanalítico ortodoxo. Sólo que en Breton y allegados el proceso era autogestionado y en el psicoanálisis, al tratarse de método terapéutico exploratorio, siempre fueron y son necesarias las orejas del psicoanalista. Con una excepción: Freud se autoanalizó. Sus procesos son rastreables a través de la correspondencia con W. Fiess y en buena parte redundaron en La interpretación de los sueños cuya primera versión vio la luz el primer día del año 1900, aunque el texto fue terminado antes.