A 67 años de que un 4 de marzo se fundara el Partido Nacional Revolucionario, su sucesor, el PRI, pretende arrastrar en su caída a la nación entera. Convertido en una camisa de fuerza que impide la modernización del país, y en fuente permanente de inestabilidad política y conflicto, sus dirigentes, con el presidente de la República a la cabeza, se niegan a cambiar.
Como el ladrón que al ser descubierto grita ``al ladrón, al ladrón!'', Santiago Oñate, dirigente del partido que en su logotipo usurpa los colores de la bandera nacional, sentenció el pasado 2 de marzo, a los partidos de oposición: ``Se acabó el proteccionismo presidencial y la negociación poselectoral al margen de la ley''. Así las cosas, el responsable nacional del instituto electoral del gobierno y del beneficiario de la inequidad y falta de transparencia electoral, arremetió contra sus opositores acusándolos de sus propios pecados.
Como si se tratara de una nueva versión de la canción interpretada por Paco Ibáñez de ``Un mundo al revés'' donde aparecen un pirata honrado y una bruja hermosa, el presidente Zedillo, un día antes de las declaraciones del dirigente del PRI, dio su reconocimiento, en acto abiertamente proselitista, a los alcaldes priístas que sirven ``a la ciudadanía, sin tintes partidistas. A distancia, lamentablemente, de alcaldes que pertenecen a otros partidos''. No se trata de la primera declaración presidencial a favor del PRI sino de una más en una lista que tiende a agrandarse. La ``sana distancia'' que el jefe del Ejecutivo ofreció en su relación con el PRI se ha convertido, a poco más de un año de asumir el poder, en una oferta más que no fue cumplida. El Presidente, en lugar de gobernar para todos los mexicanos, ha tomado parte por un grupo. Con ello, su figura sufre un desgaste adicional.
Estos hechos podrían no ser tan relevante si la situación nacional fuera otra. Pero lo no es. La Mesa para la Reforma del Estado sigue estancada. En Guerrero permanece como gobernador, en contra del clamor popular y a pesar de las evidencias de su responsabilidad en la masacre de Aguas Blancas el pasado 28 de junio y del clima de violencia que se vive en la entidad, a Rubén Figueroa. En Tabasco se sostiene como jefe del Ejecutivo estatal, en contra de las pruebas del financiamiento ilegítimo de su campaña electoral, a Roberto Madrazo. Más aún, se movilizan fuerzas para apuntalarlo. En Huejotzingo, Puebla, pero también en decenas de municipios chiapanecos (San Andrés incluido) y en Quintana Roo se viven conflictos poselectorales por la realización de comicios fraudulentos. La inseguridad pública y las arbitrariedades policiacas crecen mientras aumenta el récord gubernamental de violaciones a los derechos humanos. Las explicaciones oficiales sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio confunden cada vez más, al tiempo que crean, en la opinión pública, la certeza de que se trató de un crimen de Estado.
Ante el retiro del PAN de la Mesa para la Reforma del Estado, el gobierno amenaza con negociar la reforma solamente con el PRD y el PT. La nación entera vivió durante el salinato el costo de tratar de excluir al PRD de la vida política, y de pactar reformas electorales al margen de él.La insurrección chiapaneca difícilmente se habría producido, o, al menos, no habría tenido el impacto y la solidaridad que obtuvo, al margen de este hecho. La iniciativa olvida que con la proliferación de actores políticos y sociales por afuera de los partidos con registro, aún una reforma pactada sólo por los partidos no puede ofrecer gobernabilidad y certidumbre. Mucho menos tendrá eficacia un acuerdo que trate de prescindir del PAN.El país navega en la espiral de la descomposición política y, de la polarización y el enfrentamiento creciente. Pero en las filas del tricolor parecen no darse cuenta de ello. Por el contrario, se les avisa y alienta. Suponen que sus viejos descalabros electorales son resultado de las concertacesiones, y que sus nuevas derrotas son producto de la crisis económica. Apuestan a que en las elecciones intermedias del 97, recuperación de la economía mediante, repetirán la ``hazaña'' de 1991. Piensan que, a pesar de su desempeño irresponsable al frente del gobierno, la ciudadanía seguirá otorgándoles una moratoria de credibilidad. Sueñan con la restauración autoritaria conducida por personajes de la talla de Figueroa y Madrazo. Celebran sus 67 años como si el país todo cupiera en su partido; como si vivieran en un mundo al revés.