Desde 1917 existe en vigor el segundo párrafo del artículo 97 constitucional que da fundamento a la solicitud que el presidente Zedillo hace a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para que investigue ``la grave violación a garantías individuales'' que se cometió en el paraje de Aguas Blancas, en el que policías del gobierno del estado de Guerrero, primero detuvieron sin razón a campesinos que se dirigían a un mitin político, y luego abrieron fuego contra ellos, asesinando a muchos.
La petición que el Ejecutivo federal hace por conducto del secretario de Gobernación es ciertamente un acto político muy importante, que pone en marcha maquinarias oxidadas de la división de poderes, enmohecidas a fuerza de no usarse. Pero una vez en movimiento, pueden muy bien servir para otros casos y para otras violaciones, aun las que pudieran llegar a cometer quienes ahora destraban el mecanismo.
La facultad del máximo tribunal, de poder nombrar a uno de sus integrantes, a un funcionario del poder judicial e inclusive a un abogado independiente, puede actualizarse por decisión propia: ``cuando lo juzgue conveniente'' dice el artículo o si se lo pide el Ejecutivo, como es el caso.
Pero también pueden hacer la solicitud otros organismos públicos, por ejemplo alguna de las Cámaras que integran el Congreso de la Unión, o algún gobernador estatal.
La Corte tiene la facultad constitucional de investigar violaciones a las garantías individuales, pero tiene también esa misma facultad respecto de violaciones al voto público; esto es, que el Supremo Tribunal mexicano puede, si quiere, tener injerencia en la vigilancia de los procesos electorales. Tal potestad la asume hoy, pero la ha tenido desde 1917, sólo que no la había ejercido sino excepcionalmente, con motivo de una matanza de ciudadanos en la plaza de León, Gto., reunidos en protesta por fraudes electorales, en la década de los años 40.
En otras oportunidades la Corte prefirió no salir a la calle, no saber lo que pasa fuera de sus grises y fríos recintos. Para los ministros, durante años y años su mundo era el de expedientes, muy bien encuadernados y cosidos con el mismo viejo sistema que se usaba en la Real Audiencia de la Nueva España, pero nada más, llevaban rigurosamente al pie de la letra el principio de que no existe para el Juez en el mundo nada que no exista en el expediente, sólo que se concretaban a revisar los expedientes que les llegaban de fuera y no usaban la facultad del artículo 97, que les permitía formar sus propios expedientes. La tranquilidad de las oficinas de los presidentes de la Corte, sólo se alteraba por el ocasional repiqueteo del telefonito rojo de la red, que como cualquier subordinado al Ejecutivo tenían (no sé si aún lo tengan) muy a la mano.
Pero hoy se les pide salir a la calle, investigar, ejercer una función altamente política, defender las garantías individuales de los mexicanos, y aun cuando pudieran negarse (el texto del precepto dice que la Corte ``podrá'' nombrar a un investigador) no creo que lo hagan, se los pide el Ejecutivo.
Lo positivo de todo esto es que al asumir su responsabilidad por primera vez en este nuevo terreno para ellos, lo tendrán que hacer otras veces. No podrán negarse, como cuando se los pidió Adolfo Cristlieb Ibarrola por violación al voto en Baja California o el suscrito por violación al voto en Puebla. Cuando otros con facultades para ello, los gobernadores o las Cámaras, o bien los simples ciudadanos en ejercicio del derecho de petición lo hagan, no podrán argir como antes lo hacían que la política es un campo ajeno a la serenidad del Tribunal. Tendrán que aceptar y su autoridad moral podrá ser, de aquí en adelante, una nueva barrera más a los abusos y a los fraudes desde el poder.
El gobernador Figueroa todavía está rezongón con la Comisión Nacional de Derechos Humanos, pero no podrá estarlo con la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En buena hora se inicia esta práctica; que a los ministros no les tiemble la mano y que el ejercicio de la facultad del segundo párrafo del 97 no sea para usarse ``solamente una vez'', como lo dice la romántica canción.