Jean Meyer
Impunidad en Guerrero

``En todas partes se cometen crímenes, pero es propio de la civilización que el criminal pague su delito compurgando las penas que en cada caso marca la ley. Lo que crea corrupción y caos, lo que destruye el orden social mismo y el porvenir entero de un pueblo, es que en su seno se cometan crímenes que se quedan impunes'', escribía Vasconcelos hace cosa de 65 años.

Hasta cuándo, en Guerrero, los matones gozarán de la impunidad? Quizá en el caso particular de Aguas Blancas el gobernador, personalmente, no haya dado la orden expresa de proceder al asesinato masivo de campesinos, cuyo único delito era el ser simpatizantes del PRD; quizá no haya dicho: ``mátenlos en caliente, para escarmentar a los revoltosos''. Pero, a buen entendedor pocas palabras; las más altas autoridades policiacas habían recibido la orden de frenar, estorbar, si no es que imposibilitar la concentración de campesinos. La presencia en el lugar del crimen del director de Gobernación del Estado y del director de la siniestra Policía Motorizada excluye la hipótesis del accidente, de la iniciativa tomada por matones irresponsables de bajo nivel. Nadie se atreve a negar hechos tan sencillos en su crudo horror: civiles desarmados, de toda edad, fueron abatidos a quemarropa y recibieron, cuando fue necesario, el tiro de gracia.El fiscal especial consignó a 46 responsables directos de la matanza pero no remontó más arriba del subprocurador del estado. Cualquier historiador, cualquier político sabe que en ese tipo de crímenes, el problema es: hasta dónde subir en la jerarquía para encontrar responsabilidad? El propio De Gaulle, siendo presidente de la República, no pudo desenmascarar y castigar a los verdaderos culpables del secuestro, en pleno París, y posterior asesinato, de Mehdi Ben Barka, refugiado político, cabeza de la oposición marroquí. Con todo y coraje el general tuvo que contentarse con las cabezas de unos subalternos.

Cuál es la razón de Estado que protege a los autores intelectuales de la matanza? Aguas Blancas no es un accidente, sino un episodio en una larga serie de homicidios. Según el corresponsal de El Universal (2 de marzo) en nueve meses se han registrado nueve masacres donde han perdido la vida más de 90 personas y en los cuales se han visto implicados integrantes de los diversos cuerpos de seguridad del estado. No se trata del Guerrero bronco, de la violencia entre campesinos que, tradicionalmente, cobra muchas vidas; se trata de la violencia criminal ejercida por el Estado, cuando precisamente la justificación del monopolio de la violencia por parte del Estado es su empleo exclusivo para defender la sociedad y servir la justicia.

Resulta que el Estado es el principal enemigo del Estado de derecho. El primero de marzo policías motorizados, contratados por el comandante de la Judicial en Iguala, tendieron una emboscada contra un comisario ejidal, como si el mensaje del carpetazo dado por el fiscal especial al crimen de Aguas Blancas fuese: impunidad.

En regiones como Guerrero, por desgracia, la vendetta es una vieja tradición. Cuando no basta la ley, cuando se burla la ley, nunca falta la acción colectiva (acuérdense de los linchamientos ocurridos en los últimos años en Guerrero, Morelos, Oaxaca) o la venganza individual, que suple al castigo de la ley con la reparación que se toma el ofendido, sea un particular, sea una familia, sea una comunidad. Son ya numerosos los hogares vestidos de luto. Las mujeres tienen ya secos los ojos porque hay un luto peor que el de la muerte, el luto provocado por la impunidad de la cual gozan los responsables del asesinato tan repetido que parece la obra de un serial killer.

Dentro de una sociedad, todo atentado contra los derechos de un individuo lastima al mismo tiempo a la sociedad; por eso no se admite el perdón del agraviado como medio de solucionar el problema que crea el delito. Los guerrerenses están aún muy lejos de poder perdonar. Falta que se imponga la pena. Independientemente del odio o del perdón de las víctimas, falta que sea desarmado el ``matón en serie'', porque si no, seguirá creciendo el número de las víctimas.

Lo primero, si no queremos ver cosas peores en Guerrero y en el país, es que cese ``el espectáculo del criminal que pasea ufano y arrogante la impunidad de su ofensa''. Mientras, nos toca evitar que se echen al olvido los sucesos de estos últimos meses en Guerrero. Porque el olvido equivale a la absolución de los peores delitos, como bien lo dijo Vasconcelos.