Luis Linares Zapata
El ciudadano atónito

Un partido (PAN) se retira de las negociaciones por el fraude alegado en Huejotzingo, remoto lugar para nada ubicado por millones de mexicanos; otra agrupación política (PRD) continúa en ellas, pero amenaza con abandonarlas por las repercusiones de un video que Televisa exhibe después de presentar innumerables versiones oficiales que han hecho pasar como la vera realidad para, al fin, escuchar y como salido de épocas que se pensaban superadas el efusivo discurso presidencial haciendo gala de su pasión partidista (PRI). Con ello, Zedillo se dio, además, ``el lujo'' de enviar a la oposición completa a donde, para él, siempre ha estado por vocación y equívocos innumerables: la enajenación.

El señor Santiago Oñate había abonado, con poca gracia y menos tino, un terreno que trasciende las desavenencias fingidas y que puede resultar costoso para el juego de partidos y la marcha estable del país. Tratar de estigmatizar a quien algunos consideran un caballero andante que ha venido prendiendo varios fuegos en su marcha ascendente por la candidatura panista del 2000 (DFC) sólo desvía la atención colectiva, ya de por sí manoseada. Pero lo oneroso de tales posturas es que presagian endurecimientos del legendario como mermado duopolio PRI-gobierno que se intenta reconstituir. Ante ello, la negociación y el avance democrático se cierra, o al menos eso parece inducir la estrategia emanada desde la cúpula del poder. El único resquicio que queda a la sociedad y los partidos opositores es el de suponer que tal estrategia sea, efectivamente, resultado de las intenciones y posturas de una facción que trata de retener el mando ``a como de lugar'' y no la de todos los participantes.

Frente a ello el ciudadano común, poco avezado en las sutilezas y tejemanejes de la oratoria de los dimes, insultos, exclusiones y diretes, con dificultad puede entender lo que ocurre además de sentir, en su fuero interno, que la íntima unión entre el PRI y el gobierno continuará inalterable, aunque esté plagada de las oscuridades que los casos de Colosio y Ruiz Massieu magnifican. La vuelta a épocas que la ahora olvidada ``sana distancia'' entre partido y gobierno quiso superar, resuena en frases como las expresadas en el 67 aniversario del PRI. Dichos como los de Héctor Hugo Olivares V, reconocido operador de lo más añejo del sistema establecido de poder que, con todo el desparpajo y discutible conciencia de los cambios ocurridos en el país, exhiben las fórmulas verbales que sometían y pueden someter en los hechos a los militantes priístas: la ``inconfundible'' línea de la revolución, de la única ruta. No lo dijo, pero está implícito en ello, aquella otra del ``líder nato'', la de Usted, señor presidente (gobernador en caso local).

Varios actos, sin embargo, parecen marchar a contrapelo de este tinglado de malos augurios y destierros por voluntad discursiva. Por un lado la contienda que conspicuos personajes del PAN y del PRD entablan para disputarse la presidencia de sus respectivos agrupamientos. Otro más son las redobladas promesas de enviar, acabada y negociada, la propuesta de Reforma Política al Legislativo y, por el restante, las debilidades de la fábrica nacional que no puede soportar un crecimiento económico acelerado, así como las ausencias de mecanismos e intenciones para repartir, con equidad, los frutos del desarrollo. Para lo primero, todo parece apuntar hacia una competencia reñida entre los aspirantes a conducir tanto al PAN como al PRD en estos tiempos de dificultades extremas, y dar paso a una generación distinta de dirigentes con nuevas visiones y propuestas. En lo segundo, la semilla de la desconfianza ante tal acto e intenciones de Gobernación crecen en la medida en que continúan amarrados los nudos de Guerrero y Tabasco y la reforma interna del PRI no se lleva a cabo. Estos tres aspectos son verdaderos micro-universos que contienen todos los vicios, las complicidades, los usos, las costumbres y los reflejos de un sistema establecido que se niega, con cinismo rampante, a reconocer su ineficiencia operativa y lo ridículo e impertinente de las posturas de su defensa.

Para lo enunciado en tercer término (que no es jerárquico respecto a los iniciales y sí crucial), se puede decir que son variadas las circunstancias y las condiciones del presente que conspiran contra las pretensiones de restaurar, en sus rituales bien conocidos y harto sufridos por los mexicanos, las prácticas del ``carro completo y los dictados de palacio''. En lugar estelar se sitúa el endeble estado de la economía que, aunque se quiera reavivarla en el corto plazo, sus males (banca, inflación, intereses, ahorro) son mayores a lo aceptado. Retomar el camino de los apoyos mutuos entre partido (PRI) y gobierno a la antigua usanza, camina bajo el supuesto de una pronta recuperación del crecimiento del PIB que no se vislumbra en lo perentorio y puede que, siguiendo los dictados del presente modelo, tampoco lo hará en el largo plazo si éste no es modificado sustancialmente. Están también los apoyos condicionados del exterior, sobre todo los de Estados Unidos que pueden cambiar, y de hecho hay suficientes ruidos en la relación entre la administración de Zedillo con amplios grupos de poder americanos, que no caminan de manera adecuada a tales intentonas de restaurar las palancas que antes se tenían (Salinas).

Pero, al final de cuentas, gravitan varias cosas que engrosan las sospechas y las dudas más allá de lo enunciado hasta aquí. El desencanto y malestar de los futuros votantes por el castigo inmisericorde al que se les ha sometido es una densa realidad que se arraiga en los bolsillos y la memoria. Las divisiones al seno del mismo PRI y en el gobierno se acrecientan con las inconsistencias mostradas y las exclusiones. Las factibles alianzas que comienzan a dibujarse, con nitidez, en el imaginario político-electoral del futuro son una seria amenaza a la coalición corporativa. Pesan también en contra las evidencias de corrupción rampante de las esferas altas y bajas de la burocracia, la testificada penetración del narco (PGR), nula capacidad investigadora y la atorada administración de justicia que hacen ineficiente la correcta marcha y el manejo de la cosa pública. Pero quizá lo que hará inviable la intentona pueda encontrarse en los distintos talantes que viene mostrando una sociedad más atenta y crítica a la que se pretende ningunear. Una ciudadanía que avanza en sentido contrario al partido de Estado y cuya inercia no puede ser alterada sin contrariar algunas de las reglas que el aparato usufructuaba en su favor. Intangibles como los afanes de estabilidad, fluctuabilidad social, temores al cambio brusco, u otros que la vida productiva requiere como la confianza, los apoyos a los intereses particulares, las capacidades técnicas o las expectativas de mejoría son cosas, todas ellas, que han sufrido alteraciones y no son ya atribuidas a una sola entidad o partido, sino ámbitos que están cambiando de posiciones. Demasiadas ataduras y cabos sueltos para soldar huecos y resarcir heridas cuando se quiere transitar por caminos obsoletos.