Guerra declarada entre panistas y neopanistas
Mireya Cuéllar, Néstor Martínez y Carlos Gutiérrez, corresponsal /III La guerra entre panistas y neopanistas está declarada en Guanajuato y Aguascalientes.
Como en otros estados, el neopanismo desplazó a la vieja guardia y la marginó de sus gobiernos. Los panistas tradicionales están inconformes y quieren la revancha.
Empero, todos niegan el conflicto. Viejos y nuevos de las dos entidades afirman que Acción Nacional ``está en calma y trabajando''.
En Baja California Sur, el PAN nació neopanista. Hace apenas tres años emergió de la nada a través de candidatos surgidos de la cúpula empresarial y de priístas resentidos.
El humanismo, enterrado en Guanajuato
El panismo tradicional comenzó a perder espacios en Guanajuato a mediados de los 80 y en la actualidad se encuentra prácticamente fuera del gobierno y de la dirigencia partidista estatal. Su doctrina humanista está enterrada.
Para ciertos panistas tradicionales de Guanajuato --algunos ya fuera del partido--, grupos empresariales y de la ultraderecha desarrollaron un proyecto bien planeado para apoderarse de los mandos del partido. El esquema que se llevó a cabo a nivel nacional, dicen, se reprodujo a escala en el estado.
Así, sostienen que el golpe a Acción Nacional se fraguó durante la década pasada, a través de dos frentes que se desarrollaron de manera casi paralela:
Por un lado, a nivel nacional, el avance de los empresarios en la estructura nacional del blanquiazul, encabezados por Manuel J. Clouthier, a raíz de la estatización de la banca, y por el otro, a nivel local, la incorporación silenciosa de la Asociación de Industriales de Guanajuato (AIG), a quienes el hoy senador Alfredo Ling Altamirano abrió las puertas.
``En efecto, hay un partido que desde ese entonces ha crecido mucho, pero que no es Acción Nacional -acusa Pablo Alvarez Padilla, ex jefe del panismo guanajuatense. La doctrina, el humanismo del PAN, se perdió desde hace mucho tiempo. Se cambió por los dineros fáciles y la componenda política''.
A la distancia, señala que fue a finales del periodo de Pablo Emilio Madero en la presidencia nacional, entre 1986 y 1987, cuando Acción Nacional perdió el rumbo. En ese entonces, un grupo de nuevos panistas, en su mayoría empresarios, llevó a cabo reuniones en diversas ciudades del norte del país como Monterrey, Culiacán, y Mexicali, donde se empleaba el lenguaje del pragmatismo: ``El poder ya, a costa de lo que sea''.
Dichos encuentros se realizaban al margen del CEN y en ellos participaban activamente Eugenio Elorduy, Humberto Rice, Fernando Canales Clariond, Norberto Corella y, desde luego, el Maquío Clouthier. Se consolidaron como bloque y empezaron a socavar el poder de Pablo Emilio Madero. Llegó Luis H. Alvarez a la presidencia y ``comenzó el coqueteo con el gobierno''.
En esta entidad, comenta Alvarez Padilla, el trabajo sucio correspondió a Alfredo Ling Altamirano, ex integrante del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), quien llegó al estado y de inmediato ingresó al partido. ``Hábil, inquieto, ganó rápidamente espacios y responsabilidades. Al poco tiempo, dentro de la lógica del pragmatismo, logró la dirigencia estatal y convirtió al PAN en una nueva cámara de industriales''.
Hasta mediados de los 80, Acción Nacional era en Guanajuato un partido que conseguía alrededor del 20 por ciento de los votos. No representaba riesgos mayores al poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
En 1988, sin embargo, la figura de Clouthier, el ingreso al partido del empresariado y la suma del voto sinarquista, que ya para entonces había dado la espalda al Partido Demócrata Mexicano (PDM), hicieron de Acción Nacional una fuerza real.
El primer campanazo del panismo guanajuatense ocurrió en los comicios federales del 6 de julio de 1988, cuando postuló las candidaturas de empresarios de reciente ingreso y ganó cuatro diputaciones de mayoría en el estado, tres de ellas con cabecera en León. Entre los candidatos triunfantes, Vicente Fox Quesada, Elías Villegas y José Manuel Mendoza, carecían de experiencia política.
Los panistas enfocaron sus baterías a conseguir el triunfo en León, donde se asienta el 25 por ciento de los votos. Meses después, en las elecciones locales, Carlos Medina Plascencia ganó esa alcaldía.
Ya con el ayuntamiento más importante del estado, los estrategas de Acción Nacional buscaron consolidar las estructuras partidistas en todo Guanajuato, con vistas a la elección de gobernador de 1991. Trabajaron todos, viejos y nuevos panistas, para impulsar la imagen de Vicente Fox. Llegó la elección y luego el ya célebre conflicto poselectoral que, de manera poco clara, derivó en el interinato de Medina Plascencia.
Al mismo tiempo, el PAN conquistó 11 municipios importantes y conservó el gobierno de León. Otra vez logró la victoria mediante la candidatura de un empresario, Eliseo Martínez, de escasa militancia en el blanquiazul y dirigente de la industria zapatera.
Lejos de premiar el esfuerzo del panismo, Medina lo excluyó de su gabinete y se rodeó de priístas y empresarios. El panismo tradicional quedó maltrecho e inconforme. Ese divorcio que se vivió durante los tres primeros años del gobierno de Medina Plascencia, provocó una derrota apabullante del PAN en las elecciones federales de agosto del 94.
En diciembre de ese mismo año, Acción Nacional sufrió otro descalabro al perder la mayoría de los ayuntamientos conquistados tres años atrás. Mantuvo el gobierno de León con otro empresario del zapato, Luis Quirós. Tampoco tenía militancia, pero sí la experiencia de haber colaborado en el ayuntamiento saliente.
El actual gobernador, Vicente Fox, le repitió la dosis al panismo tradicional. Lo relegó de las posiciones en su gabinete.
Recientemente, el domingo 18 de febrero, en la asamblea donde se eligió a los 60 integrantes del Consejo Estatal panista, los tradicionales -y algunos no tanto- sufrieron otro revés, ahora de parte de la nueva militancia. Según testigos, la asamblea fue ``manipulada'' por el actual líder estatal, Juan Manuel Oliva.
Quedaron fuera del Consejo, el senador Alfredo Ling; los diputados federales Jorge Dávila y Miguel Segura Dorantes; también fue excluido el actual secretario de Gobierno, Ramón Martín Huerta; el subsecretario de Gobierno, Antonio Obregón, así como los diputados locales Juan Miguel Alcántara Soria, Facundo Castro y Alberto Cifuentes.
Al día siguiente de la asamblea, en el periódico regional El Nacional, el periodista Fermín Salcedo Courtade, uno de los comunicadores más cercanos a Vicente Fox, pero a la vez más críticos a su gobierno y al PAN, escribió un artículo que se refiere a la marginación del viejo panismo.
``... La problemática que entraña es compleja (la elección). Existen muchos intereses en juego, sobre todo una ambición manifiesta de poder. No olvidemos que para militantes del corte de Juan Manuel Oliva, las tentaciones del poder, el dinero y la fama han sido devastadoras. No se observa en ellos la mística del militante tradicional. Reflejan una sorda e inescrupulosa lucha por el poder no para servir, sino para servirse''.
En Aguascalientes, ``dhiacos'' vs panistas
Cuando el 6 de agosto de 1995, Acción Nacional sorprendió al ganar los comicios en cuatro de los 11 municipios del estado, incluido Aguascalientes capital, que representa el 80 por ciento de la población, el partido blanquiazul pensó que despegaba políticamente en esas tierras siempre priístas. Se equivocó.
Los panistas apostaron a la buena imagen del ex presidente de la Coparmex, Alfredo Martín Reyes Velázquez El Mosco, y no dudaron en postularlo como su candidato a la capital.
Reyes Velázquez, quien no tenía militancia en Acción Nacional, también consideró interesante el ofrecimiento, lo aceptó y en el proceso de selección interna de candidato superó a Benjamín Gallegos Soto, un bronco panista tradicional de Calvillo, y a José Luis Gutiérrez Lozano, entonces presidente de la Unión Social de Empresarios de México.
Panistas tradicionales como el senador Enrique Franco Muñoz, el diputado Fernando Herrera y el propio Gallegos, quien se convirtió en el coordinador de campaña, no escatimaron sus apoyos al candidato.
Ya desde la campaña, El Mosco había anticipado en reuniones privadas que, de ganar los comicios, el panismo tradicional sería marginado de su equipo de gobierno. Los llamó ``una bola de incapaces''. Semanas después, obtuvo la alcaldía y cumplió.
Los puestos relevantes fueron ocupados por empresarios y por dirigentes del grupo Desarrollo Humano Integral Asociación Civil (DHIAC), encabezados por su presidente Francisco Javier Valdés de Anda, actual secretario de Gobierno del ayuntamiento.
El panismo tradicional no sólo se sintió desplazado y traicionado, sino también humillado. Ahora, en silencio, desarrollan una auténtica cruzada para cerrar el paso al DHIAC. Hace apenas unas semanas, neopanistas y tradicionales dieron una sorda lucha por la presidencia del PAN en la capital, en la que se dieron a llenar.
Con Benjamín Gallegos al frente, los tradicionales lograron el triunfo. Para conseguirlo cortaron de un plumazo a 85 de los 250 militantes activos que tenían registrados en el comité municipal -la mayoría del DHIAC- y les dieron categoría de socios adherentes, con lo que perdieron el derecho a voto. Estaba en juego el rumbo de Acción Nacional en Aguascalientes.
Según los viejos panistas desde las elecciones federales de 1994, cuando el PAN avanzó en el estado, el DHIAC ha intentado ``apoderarse'' del partido. Señalan al secretario general de Gobierno, como el jefe de la operación contra Acción Nacional.
Informes del Comité Directivo Municipal en la capital hablan de la existencia de una campaña de afiliación masiva al partido por parte de empresarios y personas ligadas al DHIAC. Los tradicionales suponen que la ofensiva forma parte de una estrategia global de empresarios y dhiacos con el objetivo, dicen, de dar el golpe final.
En su página sobre Aguascalientes, el periódico Ocho Columnas publicó recientemente una amplia información en la que asegura que ``el neopanismo-DHIAC está convertido en una tiranía''.
Ese texto hace referencia a una reunión entre el panismo tradicional y el alcalde. Ahí, dice, El Mosco ``les puso las cruces a los del blanquiazul''. Palabras más, palabras menos, les dijo que lo tenían ``hasta la madre'' y amenazó con retirarles su apoyo si lo seguían presionando.
``Esa actitud del alcalde vino a reconfirmar para muchos lo que era ya un secreto a voces: que había un serio distanciamiento entre neopanistas y panistas tradicionales'', enfatiza.
BCS, directo al neopanismo
En Baja California Sur, la realidad panista es diferente. Ahí fueron los propios dirigentes del PAN, quienes echaron mano de todos los recursos para hacer crecer al blanquiazul.
Para las elecciones de febrero de 1993, los panistas sudcalifornianos no tuvieron empacho en aprovechar los errores cometidos por el PRI en su selección de candidatos, y postular a los priístas perdedores como propios.
La estrategia del panismo, que fue acompañada de la nominación de algunos empresarios sin filiación al PAN, tuvo una respuesta mucho mayor de la que ellos mismos esperaban. Estructuras completas del sector empresarial y del priísmo se trasladaron hacia ciertos candidatos del blanquiazul.
Así, en los comicios del 7 de febrero de ese mismo año, el panismo sorprendió a la clase política del país al arrebatar al PRI -hasta entonces, partido único- tres de los cinco municipios del estado, incluida La Paz, y la mayoría en el Congreso local.
Como era lógico, esos gobiernos municipales no respondieron a los postulados del PAN; sin embargo, esas posiciones y, en particular los recursos económicos de la capital, permitieron al partido crear estructuras nuevas y fortalecer las existentes.
Hace apenas unas semanas, el 4 de febrero, el PAN compitió con candidatos neopanistas nacidos de sus nuevas estructuras, y perdió. Se enfrentó a un PRI precavido, que ajustó sus piezas y recuperó posiciones.
El aún alcalde de La Paz, Adán Ruffo -tan neopanista como su primo Ernesto Ruffo Appel-, se quedó con las ganas que heredar el cargo a su esposa, Lilia Maya Noriega, quien perdió la elección.