Hablemos en primera instancia del erotismo en el cine, es decir, de lo referente a las sensaciones sexuales o de sus estímulos que provocan las imágenes en movimiento. En un principio evidentemente precinematográficoagitábanse detrás del visor de una maquinita de visión individual llamada kinetoscopio, danzas del vientre, French cancans deshábiles, mismas que veían con avidez iniciales voyeristas. Circularon también en aquellos años terminales del siglo XIX, pero ya sobre los inmaculados lienzos, imágenes breves y calientes al estilo de Le coucher de la marieé que mostraban en primitivos fotogramas el ``sublime'' momento en que la famosísima Louise Milly se despojaba de sus vestiduras para ir a encontrar a su cónyuge en el aún no inaugurado lecho matrimonial.
De pronto, surge incandescente, entre aquella barahúnda de celuloide naif, autorizada únicamente para adultos, una llamarada erótica: La trata de blancas del danés Holger Madsen, filme fundador de un estilo cinemático pletórico de contactos excitantes a cargo de hermosas y sensuales vampiresas capaces de doblarse hasta el suelo durante un interminable beso. Osculos que estremecerían hasta la humedad a los mirones de los años iniciales de nuestro siglo. Acrecentaría esta llamarada primigenia que incendió los espacios dedicados al cine durante la Primera Guerra la fogosa presencia de las divas italianas (la terribile González, entre otras) capaces de arruinar fortunas y corazones a la heterodoxa manera de las ``heroínas'' que fatigban las páginas de las novelas románticas.Para enfrentar aquel infierno donde se retorcían voluptuosas vamps y divas, Hollywood creó tres tipos de de mujeres. Una, primera, representación de la femme fatale, oscilando siempre entre las maneras y los modos de las italianas y las danesas. Ubicó frente a las cámaras a esta mujer carnal y carnívora Theda Bara. Otra, segunda, a la inocente altamente provocadora. Mary Pickford se encargaría de otorgarle aliento.
El otro tercero fue el de la mujer menuda e ingenua interpretada por Lillian Gish. Ellas y otras más entre las que debemos citar a Clara Bown, Pola Negri, Gloria Swanson, sacerdotisas del erotismo, cuya flexibilidad corporal movíase entre las estridencias propias de los años veintes (jazz y surrealismo); a la mística Greta Garbo; a Marlene Dietrich, indiscutible creación visual de Joseph von Sternberg, durante los años treintas, tiempo de depresión económica y de vociferaciones fascistas; a Vivien Leigh (Gone with the Wind) y a Rita Hayworth, década de guerra y destrucción atómica; a Marilyn Monroe y a Elizabeth Taylor que engalanan con sus imágenes perturbadoras las pantalllas gigantescas de los cincuentas, suspiraron en los sofisticados contextos de aquel vasto género cinematográfico que conocemos como romántico y que se articula a través de las siguientes situaciones existenciales: "boy meets girl", ``a cowboy may leave behind a sad heroine and prefer his horse'', "beauty may select the beast" (King Kong), ``a scientst may prefer his laboratory'', ``a mother may sell her soul to educate a son or buy medicine for a sick husband'', "and a self sacrificing demimondaine may give all for love".
Alejémonos de aquellas mistificaciones de la pulsión sexual (léase amor) para retornar al erotismo auténtico recreado por la cinematografía. Citemos inicialmente las realizaciones del sueco Vilgot Sjoman: Soy curiosa amarillo y Soy curiosa azul, cintas que articulan en el celuloide las relaciones existentes entre sexo y sociedad. Acerquémonos también a Retratos de mujeres del finlandés Jorn Donner, filme que rompe sin escándalo el último tabú impuesto a los cineastas por una burguesía pudibunda y moralista al presentar en las pantallas el sexo masculino en erección.
Asimismo hablemos de Why?, documental danés que recoge casos extremos de zoofilia y de W.R. o los misterios del organismo del yugoslavo Makavejev, a propósito de las teorías erótico-políticas de Wilhelm Reich, para arribar finalmente a la película axial del cine erótico universal Ai no corrida (1976) de Nagisa Oshima, cuya correcta traducción debió ser Corrida de amor y no El imperio de los sentidos, debida a los productores franceses (M. Dauman, entre otros).
A partir de entonces, y más allá de las producciones románticas ahora enfocadas a la relación de pareja (Three Women de Altman o Blue de Jarman) el cine erótico inicia una producción/difusión impresionante (Matador, Almodóvar o Noches salvajes de Collard o Philadelphia de Jonathan Demme) que viene a revelar, para unos, el alto grado de madurez alcanzado por la civilización; para otros su descomposición ética y social. Y para terminar de qué manera debemos encuadrar esta problemática?A mi entender, definiendo pornografía como la exposición obscena en vez de artística de las relaciones sexuales para aceptar o rechazar películas que recreen estos impulsos naturales, sin olvidar acorde con las ideas a Philllipe Soller``que la pornografía puede ser liberadora y crítica''.