Por qué inventar un acto criminal en un lugar donde se puede renacer cotidianamente? Por qué insistir en presentar a los espacios de encuentro popular como recintos de perversión?. Al parecer los realizadores de la película Salón México están convencidos de que la fórmula más vendible es asimilar la sensualidad con la muerte, pero además y sobre todo, la prostitución y la delincuencia con la pobreza.
Se trata de una receta que ha sido aplicada por la industria cinematográfica mexicana desde que tuvieron auge los melodramas que hicieron del cabaret el escenario por excelencia, esto es la década de los cuarenta, época en la que por cierto se filmó la primera versión de Salón México. En 1949 dicha película se publicitaba bajo el siguiente lema: ``hombres y mujeres de la vida nocturna en fiero despertar de la sensualidad y el crimen'', cuarenta y seis años después este estereotipo reaparece con la siguiente propaganda: ``un lugar donde la pasión, el amor y la muerte bailan al mismo compás''.Es importante advertir que la primera versión de Salón México, filmada bajo el influjo ideológico del régimen alemanista, contribuyó en gran medida a crear una estigmatización negativa que mucho ha afectado a los salones de baile, pues desde ese entonces se maneja una imagen distorsionada del ambiente que se genera en lo que hoy podríamos llamar ``las catedrales del buen bailar''.
Todo parece indicar que Televisa, productora de la reciente edición de Salón México, sigue obstinada en invertir en la inversión de la realidad: un recinto en donde se practica un acto sumamente vital como lo es el baile aparece como un lugar donde se da cita la muerte; los puntos de reunión de los sectores populares son los espacios del crimen y la traición.
Esta doble inversión de la realidad que hacen las dos ``versiones'' de Salón México, lleva a los realizadores de ambas películas a cometer los mismos errores de apreciación de lo que fueron (y siguen siendo) los salones de baile. Cómo es posible que éstos no percibieran las notables diferencias que hay (y había desde principios de siglo) entre un salón de baile y un cabaret?El ``Salón México'' abrió sus puertas al público desde 1920 hasta 1962 y todo ese tiempo funcionó bajo un reglamento oficial que fue impuesto (y sigue vigente) a los lugares antes mencionados, en el cual se prohíbe la venta de bebidas alcohólicas en los salones de baile. Además de que el tipo de shows que se presentan en ambas películas (una rumbera) corresponde al cabaret y no a los salones, lo mismo que la presencia de ``ficheras'' y ``cinturitas''.
Este recinto fue uno de los principales salones de baile de la Ciudad de México, debido a que ofrecía dentro de un mismo inmueble varias salas para la expresión dancística de diversos sectores sociales y para las distintas preferencias musicales. En este lugar se daban cita cotidianamente los mejores intérpretes de los bailes de salón, la mayoría de los cuales eran humildes trabajadores. Entre la clientela se encontraban además algunos políticos, artistas e intelectuales, entre los cuales destacaban Diego Rivera, Manuel Alvarez Bravo, Gabriel Figueroa, Juan Orol, Lucha Reyes, Cantinflas, Salvador Novo, Silverio Pérez, Igor Stravinski, entre varios más.
Como bien podrá deducir el inteligente lector, el antiguo ``Salón México'' era un lugar que alcanzó gran relevancia en la vida cultural de la ciudad, debido a que constituía un punto de encuentro y comunicación para distintos sectores de la población. Los salones de baile ofrecían (y siguen brindando) un espacio para la práctica de una expresión corporal que posee profundas raíces culturales; ahí los cuerpos al moverse se conmueven y se transportan a otra dimensión temporal y espacial.
En estos recintos, considerados por los conocedores del baile como templos, suceden historias en las cuales podemos encontrar múltiples enseñanzas sobre cómo, por ejemplo, los asiduos clientes a estos lugares enfrentan los múltiples problemas que da el vivir en esta apabullante ciudad, o bien, cómo la práctica del baile pasa a ser parte de una estrategia contra la adversidad. La notable vitalidad que han demostrado tener desde siempre quienes han hecho de los bailes de salón un eje de su existencia, no tiene nada que ver con los personajes que se presentan en ambas películas; además de que los salones de baile distan mucho de ser guaridas de ladrones. Quizá los productores de la última película del Salón México ignoran cuáles son los verdaderos lugares en donde se ocultan los grandes robos que contra la ciudadanía se cometen en este país.Quizá para muchos lectores el problema planteado no tiene mayor relevancia en cuanto que, finalmente, la producción cinematográfica puede inventar y contar todo aquello que le dé la gana. Sin embargo, en este caso se trata de un lugar que sí existió y que forma parte del patrimonio cultural intangible de esta atropellada ciudad. El problema surge entonces cuando hablamos de una megalópolis que entre sus múltiples carencias (de representatividad política, de servicios urbanos, de planeación, etcétera) se da una falta notable de memoria histórica entre la mayoría de sus habitantes. Por desgracia, gente que supuestamente conoce el medio de los salones de baile, se presta a continuar reproduciendo una imagen que poco ayuda a reivindicar la importancia que han tenido desde su origen hasta la fecha, los ``templos'' del baile popular.