San Sebastián, 8 de marzo Dentro de algunas horas, cuando sean las 5 de la mañana en el Distrito Federal, el sacerdote Rodolfo Izal Elorz natural de Villalba, una aldea enclavada no lejos de aquí, en las montañas del País Vasco, encabezará en Madrid una reunión frente a la embajada de México, a la que asistirán cientos de personas con la única finalidad de exigir a los representantes diplomáticos de Ernesto Zedillo que le entreguen una carta al secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet Chemor, acompañada por miles de firmas.
Como se recordará, Rodolfo Izal es el párroco de Yajalón, población situada en el norte de Chiapas, que el pasado 22 de junio fue detenido en ese lugar por agentes de la Procuraduría General de la República al salir de una junta que acababa de celebrar con sus colegas, Loren Riebe, de nacionalidad estadunidense, y Jorge Barón Guillén, de nacionalidad argentina, que estaban a cargo, respectivamente, de las parroquias de Sabanilla y Venustiano Carranza, pertenecientes a la diócesis de Samuel Ruiz.
Al momento de su captura, los religiosos fueron embutidos en una camioneta de redilas de la Dirección de Seguridad Pública del Estado, y desaparecieron 24 horas, porque en ese lapso ninguna autoridad pudo informar dónde estaban. La verdad es que los sabuesos de la PGR los secuestraron en los separos de una dependencia policiaca de Tuxtla Gutiérrez, antes de enviarlos en un avión militar hacia la ciudad de México, de donde Emilio Chuayffet los expulsó a sus lugares de origen.
Para justificar esta medida, el subsecretario de Gobernación, Arturo Núñez Jiménez, dijo en su momento que los curas fueron arrestados porque en las semanas previas ``se recibieron 16 denuncias contra ellos'', formuladas por vecinos de las tres localidades a quienes, ``por razones de seguridad (no fueran a excomulgarlos) se protegió con el beneficio del anonimato''.
Un moderno Bartolomé
Pero desde el instante que bajó del avión en Barajas, Rodolfo Izal comenzó su campaña para lograr el retorno a México. En el aeropuerto lo esperaban no sólo sus dos hermanos, que se retrataron junto a él satisfechos y orgullosos, sino decenas de reporteros de prensa, radio y televisión, que lo convirtieron en un personaje de primera plana.Izal dijo entonces que el ``gobierno'' mexicano lo acusaba de los delitos de ``participación en asuntos de política nacional, proselitismo e incitación a la violencia'', los cuales, no se cansaba de repetir, son falsos. ``Tan falsos como una moneda de tres pesetas''.
Cuando su caso dejó de tener interés para los medios, Rodolfo Izal descubrió que por aquí y por allá lo invitaban a dar conferencias, a visitar parroquias, a hablar con grupos de cristianos de base, a intervenir en las plataformas y colectivos de solidaridad con Chiapas, que desde la rebelión del 94 proliferan en España.
A la fecha, con una energía admirable, Izal ha ofrecido más de 300 charlas en toda la península, como un moderno Bartolomé de Las Casas que viaja por los pueblos y ciudades del reino abogando por los indios chiapanecos. Por ello, su presentación ante la embajada mexicana en Madrid será una especie de informe simbólico de labores, en el que entregará, junto con su exigencia única, las firmas solidarias de miles de personas que lo han escuchado. Y porque lo han escuchado saben que es inocente y que tiene la razón.
Encuestas con moraleja
A riesgo de desperdiciar este espacio y cometer ecocidio en perjuicio de los árboles que ofrendaron su pulpa para engendrar el papel de esta plana, voy a intentar una breve reflexión que seguramente ya hicieron los numerosos periodistas, analistas y politólogos mexicanos que, según La Vanguardia, estuvieron al tanto de las elecciones españolas.
Porque una cosa, ha dicho Felipe González, es la opinión pública, y otra muy distinta la opinión publicada. El juego de palabras sirve para contrastar los comicios del domingo pasado con las presidenciales mexicanas de agosto del 94, procesos los dos que si algo tuvieron en común fue el manejo de las encuestas. Aquí en el reino, la diferencia abismal que hubo entre los resultados reales y los pronósticos elaborados a partir de los sondeos de salida, provocó un escándalo. Y con toda razón.
Cómo es posible que los ``especialistas'' aseguraran que el Partido Popular ganaría de calle, si a la hora del conteo logró una ventaja mínima de sólo un punto por ciento? ``Es que no son especialistas'', decía un señor la noche del lunes en un programa de radio en Barcelona. ``Son delincuentes que se ponen la máscara de científicos''.
Yo iba en un taxi y no tomé apuntes, pero al escucharlo comencé a recordar no tanto las encuestas del 21 de agosto en la noche, sino las del 13 de mayo al amanecer, las que aparecieron en los periódicos a la mañana siguiente del ``histórico'' debate en la televisión, cuando a los ojos de todo el país fascinado por el espectáculo, y conste que eran millones de ojos, Diego Fernández venció a Zedillo, sin que eso impidiera que ``las empresas más respetables en la materia'' proclamaran con el mayor desenfado que Zedillo había sido el triunfador.
Técnicamente, el proceso español fue admirable por su transparencia. A las 8 de la noche, después de una jornada sin incidencia. A las 8 de la noche, después de una jornada sin incidentes, en punto de la hora oficial señalada para que se clausuraran las encuestas de salida y, durante los 90 minutos posteriores, cada comentarista se dedicó a repartir que esos no eran resultados sino aproximaciones estadísticas.De ahí el shock psicológico cuando se revelaron las cifras auténticas. Y antes de las 11:30 de la noche, en apenas tres horas y pico de cómputo, ya se tenían los guarismos definitivos sobre el 98 por ciento de la votación. En México 94, por lo contrario, con un electorado semejante en volumen al español, las encuestas de salida fueron proporcionadas por la televisión cinco horas después del cierre de casillas y, aunque nuestros locutores también advertían que se trataba de aproximaciones estadísticas y sin valor oficial, éstas fueron acogidas con números sagrados e irrevocables, como si hubiesen sido trazados por la mano de algún dios.
Y luego ese lento suministro de información que se prolongó varios días, esa suerte de cibernética por goteo, en que las ultramodernas computadoras del Instituto Federal Electoral contabilizaban los votos como si detrás de ellas hubiese paralíticos cerebrales jugando con el ábaco. Si algo ha enseñado a México el proceso electoral español, es que se pueden escrutar 30 millones de votos en menos de lo que dura una película de Tarkovsky (con todos los asegunes rurales de allá).
Los peligrosos
A mediados de la semana pasada, antes de tomar el avión para venir a este reino, leí de prisa un cable de agencias, fechado en Londres, según el cual una institución británica de cuyo nombre no puedo acordarme, dictaminó que durante 1995 el EZLN había dejado de ser ``una amenaza para la paz'', pero que todo lo demás el desempleo, la carestía, la exclusión de grandes capas sociales conspiraba contra la estabilidad de la cosa pública.
Para responder, quizá, a esta acusación que lo señala como el principal desestabilizador del país, el ``gobierno'' ha filtrado una lista, publicada esta semana por Excélsior, con los nombres de las personas más peligrosas de México, o algo así. Más que una medida orientada a intimidar, ésta parece una nueva maniobra de los más duros del régimen en contra del propio Zedillo y proviene, es fácil adivinarlo, del sindicato de gobernadores salinistas y de sus aliados en los órganos de ``inteligencia'', que de esta manera contratacan, moviéndole el piso al ``gobierno'', para ratificar que se ahonda la fractura entre Rubén Figueroa y Roberto Madrazo, su aliado, y protegido, más cercano.
La decisión de Zedillo, de reabrir la investigación del caso de Aguas Blancas a través de la Suprema Corte, debe ser la antesala de la caída de Figueroa e, inmediatamente después, del mismo Madrazo. Pero la existencia misma de una lista como la de Excélsior, y de otro catálogo semejante publicado semanas atrás por Proceso, revela una concepción, aprobada por el ``gobierno'', en materia de ``seguridad''. Una concepción tiránica, fundada e la creencia de que todo está bien y estaría mucho mejor si no fuera por un puñado de alborotadores que hacen política para su propio beneficio, como acusaron, no hace mucho, a López Obrador en Tabasco.
Quienes comparten esta visión persecutoria y fabrican listas para lo que se pueda ofrecer, son los mismos que aspiran a hacer de la economía mexicana un modelo de neoliberalismo semejante al que implantó Pinochet, pues no en vano a lo largo del sexenio que corre se han vertido tantos elogios a favor del milagro chileno''. Pero la gran pregunta que absorbe a nuestros tecnócratas es si México podrá chilenizarse sin pasar por la experiencia de la dictadura sangrienta. Dicho sea todo esto en ausencia, y sin anuencia del tonto del pueblo, que se perdió en Madrid la noche de las elecciones y no ha vuelto a reportarse desde entonces.