Miembros de la OCSS colocaron estos ataúdes en la Plaza de la Constitución, mientras mujeres campesinas marcharon de Atoyac a Coyuca de Benítez en demanda de la renuncia de Rubén Figueroa y de justicia en el caso Aguas Blancas
Rosa Icela Rodríguez Miles de mujeres aprovecharon el Día Internacional de la Mujer para protestar por añejas y nuevas demandas, desde la carestía de productos básicos, garantías para construir la democracia, establecimiento de relaciones igualitarias, justicia a las viudas de Aguas Blancas, libertad a las campesinas presas en Tabasco y hasta la renuncia del Presidente de la República.
Animosas y anticonvencionales salieron a la calle, y al paso gritaron consignas: ``Ni fea ni esposa, la mujer no es una cosa''. Desde el monumento a la Madre, en Sullivan hasta el Zócalo, los contingentes, con mantas y carteles subrayaron una vez más sus demandas de justicia social y en contra de la política económica.
Mitin en el Zócalo capitalino por el Día
Internacional
de la Mujer. Foto: Duilio Rodríguez
Palomas blancas de cartón portaron las de la Regional de Mujeres, quienes encabezaron la marcha por Reforma, Juárez y Madero, bajo un sonsonete: ``La mujer luchando y al mundo transformando!''. Adelante, las humildes mujeres de barrios populares, con mechones de papel amarillo y morado también se desgañitaron: ``Si Zapata viviera con nosotras anduviera''; atrás, las univeritarias y maestras.
Bordeando las aceras grises marcharon orgullosas las de Asamblea de Barrios, con Patricia Ruiz Anchondo a la cabeza; aparte del numeroso contingente, el de la Unión Popular Nueva Tenochtitlan, con María de la Luz Díaz Nolasco al frente y portando sus enormes banderolas.
A las de CCAT-UCAI de Tlatelolco tampoco les importó la lluvia vespertina al salir a manifestarse, pidieron por escrito : ``Zedillo no más discursos, faltan los hechos''. Ahí, amarradas de una cadena de papel celofán, iban una tras otra: la mujer embarazada, la mujer indígena, la prostituta, la borracha, la enfermera, la abuelita, la ama de casa con todo y tubos en la cabeza, hasta la representación de la viuda de Aguas Blancas; la viuda de Colosio, la viuda de Polo Uscanga, todas ellas demandando solo una palabra: ``justicia''.
Arreciaba la lluvia cuando desde un centro alhajero, un hombre se asomó curioso y las miró. No sabía de las esperanzas que las embargan, o de las penas que agobian a las manifestantes. Tampoco parecía saber si en las bolsas de mano llevaban guardados los obstáculos para su desarrollo o el triunfo de poder decir y hacer lo que les parezca.
En la explanada de la Plaza de la Constitución, la actriz Jesusa Rodríguez leyó la Declaración Política del 8 de marzo, producto del consenso de entre los grupos de organizaciones sociales. Dijo que aunque las mujeres representan más del 50 por ciento del total de la población mexicana, las condiciones a las que se enfrenta son muy disparejas.
La realidad que pintó Jesusa fue dura: dos millones 300 mil hogares mexicanos están dirigidos por mujeres, sin opciones ni capacitación para un trabajo digno, con los más bajos salarios y peores condiciones de seguridad social y, en el caso de las mujeres del campo, sin ningún derecho a la propiedad de la tierra que trabajan.
Pero están igual en todos los ámbitos: en educación, de más de 19.5 millones de personas que cursan primaria a nivel nacional, solo 7.1 millones son mujeres; a nivel secundaria, sólo cursan 2.2 millones de mujeres; en educación superior, de 4 millones de personas registradas, cerca de un millón 300 son mujeres.
Y Jesusa seguía dando cifras negras, acompañadas con comentarios: aproximadamente 47 por ciento de las mujeres padecen desnutrición, y dentro de este porcentaje, el mayor número lo ocupan las niñas. En 1995 murieron alrededor de seis mil mujeres por cáncer cérvico-uterino y mamario, ocupando México el primer lugar de muertes por esta causa; por mortalidad materna, más de mil 400, y por sida aproximadamente 670.
También en lo relativo al aborto, las cifras que dio son escalofriantes: más de 500 mil interrupciones de embarazo en situaciones de extrema insalubridad.
Jesusa habló fuerte también para enumerar exigencias. El respeto y promoción de los derechos humanos de las mujeres, con especial atención a los derechos sexuales y productivos; el establecimiento de un programa nacional de desarrollo sustentable y el establecimiento de un programa nacional de desarrollo que incorpore a las mujeres y abata los problemas de pobreza, deterioro ecológico, salud y bienestar de la mayoría.
Antes del acto, en donde la única oradora fue Jesusa Rodríguez, en la avanzada de los contingentes por Madero y Bolívar, unos señores trajeados aplaudieron y corearon la consigna: ``que renuncie el Presidente', precisamente cuando terminaba de pasar el numeroso grupo de la Uprez y su manta hecha con muñecas de trapo.
Atrás, un grupo pequeño de CIMAC y su manta: ``por una real información de la mujer''.