Un buen indicador de la magnitud de la crisis económica es la obra pública, especialmente la que se construye en la ciudad de México. Lo que edifica el gobierno nos muestra la penuria o abundancia de las arcas gubernamentales, el punto al que se ha llegado en materia presupuestal y, por extensión, sus efectos en la industria de la construcción y en el funcionamiento de la ciudad. Para tener una idea de lo que esto significa hagamos un recuento de algunas de las obras de los últimos sexenios y de los primeros 15 meses de la actual administración.
En el sexenio que se considera por muchos como el inicio del periodo de las recurrentes crisis, 1970-1976, se construyeron los gigantescos edificios de las cuatro delegaciones que sustituyeron al territorio de la antigua ciudad de México (Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Benito Juárez y Miguel Hidalgo), los edificios de la UAM (hoy con 35 días de huelga), de las Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (las ENEPs Iztacala, Cuautitlán y Zaragoza), el Colegio de México, el edificio del Infonavit y algunas de sus más grandes unidades habitacionales (El Rosario, con más de 12 mil 500 viviendas, Iztacalco, con 5 mil 182, entre otras). Fovissste construyó Alianza Popular Revolucionaria con 3 mil 70 viviendas y Ejército de Oriente con mil 819 viviendas, más otras menores. Banobras edificó la unidad Acueducto de Guadalupe (4 mil 232 viviendas), Valle de Aragón (23 mil 740 departamentos y casas en Ecatepec y Nezahualcóyotl) y el Colegio Militar en la salida a Cuernavaca.
Durante la regencia de Carlos Hank González, la mitad de auge petrolero y la mitad de negra crisis, se construyeron más de 35 kilómetros de Metro, el Palacio Legislativo, los museos del Templo Mayor y Rufino Tamayo, el edificio del Banco de México frente a la Alameda, la Central de Abasto, los ejes viales, la torre Pemex, la sala Nezahualcóyotl, y varias decenas de miles de viviendas de los organismos públicos. Se iniciaron las obras del Cutzamala y se continuó con el drenaje profundo. Además, se reconstruyó la antigua cárcel de Lecumberri para instalar el Archivo General de la Nación.
En el periodo de Ramón Aguirre Velázquez, de sismos, grave crisis de la deuda y profunda contracción presupuestal, en la ciudad se construyeron las casi 50 mil viviendas de los damnificados, se inició la reconstrucción de Tlatelolco y del Centro Médico, se construyeron 16 kilómetros de Metro y se instaló su centro de control. Se construyeron algunas lecherías Liconsa y tiendas del DDF, se amplió el drenaje profundo y continuaron las obras del Cutzamala.
En el gobierno de Manuel Camacho Solís se construyeron las líneas del Metro a Los Reyes y a Iztapalapa, así como los puentes de la calzada Ignacio Zaragoza y la nueva salida a Toluca, iniciándose también la línea a Ecatepec. Se rehabilitó el Auditorio Nacional, la Casa Lamm, el museo Trotsky y la Casa del Poeta. Se terminó el Centro Médico, se construyó un parque en terrenos de la ex refinería (aún sin uso), se inició un acueducto en el sur, se construyeron varios mercados para ambulantes en el Centro Histórico, se pavimentaron y acondicionaron colonias populares en la Alvaro Obregón y se construyeron miles de viviendas. En Chalco se instalaron servicios básicos y se construyó un hospital y una central de bomberos.
En lo que va del gobierno de Oscar Espinosa, compare usted, se han continuado los trabajados de la línea del Metro a Ecatepec y se terminaron las viviendas iniciadas en la pasada administración. Ah! También se aplicó una capa de asfalto a varias calles cerca de mi casa, para mejorar la vialidad hacia la feria Azcapotzalco.
No creo que éste sea un registro completo de todas las obras de las últimas administraciones de la ciudad, pero me parece que es una aproximación bastante reveladora. Al menos nos permite verificar la ausencia de una política de obra pública en la actual administración, tan drástica que de continuar puede superar el austero periodo de Ramón Aguirre. Como además el próximo año se realizarán las primeras elecciones para el gobierno local y presumiblemente tendremos nuevo jefe del DDF, los ritmos de ejercicio del gasto se alterarán y las potenciales obras públicas que pudieran realizarse sufrirán retrasos. Así que de seguir las cosas como van el fin de siglo terminará para la ciudad de México, por lo menos en materia de obra pública, igual que en los años treinta, con dos o tres acciones y nada que signifique un mejoramiento sustancial en el equipamiento o la infraestructura. En verdad esta crisis es severa.