Fernando Benítez G.
El conflicto y las razones obvias

La desigualdad social, política y económica de México, denunciada en su tiempo por Humboldt, es hoy peor después de la explosión demográfica, fruto de la miseria y de la ignorancia. Cuando yo tenía 20 años, en 1930, la ciudad de México tenía un millón de habitantes, y quince millones la República. Hoy, la ciudad tiene 22 millones y el territorio nacional más de noventa. Este es uno de los más graves problemas de México, que no podrá resolverse en dos o tres sexenios.

Frente al problema indígena debemos volver al siglo XVI y a don Vasco de Quiroga, y recordar que nunca dio limosnas sino que enseñó oficios a los tarascos, que hasta la fecha perduran. Lo que debe hacerse es multiplicar el gasto de la educación, construir nuevas escuelas, clínicas y talleres.

En las comunidades indígenas, que tienen gobiernos democráticos, se asciende de topil (policía) a gobernador por servicios gratuitos prestados a su comunidad. Pero es un gobierno que, en la práctica, está sujeto al más próximo ayuntamiento, éste último regido por mestizos que prestan dinero a aquel en condiciones usurarias, les vende alcohol e invade sus tierras; por esto esos ayuntamientos deberían pertenecer a los indios.

Es una vergenza que los tarahumaras o los tepehuanes, dueños legítimos de grandes bosques, no sean los beneficiarios de las riquezas que producen, sino que los madereros blancos ganan fortunas, mientras los indios literalmente se mueren de hambre. Es el caso de la sierra Tarahumara.

Hay también problemas muy graves en las ciudades, millones de desempleados o de gente muy pobre que, como no tiene qué comer, se entrega al robo, al asesinato y al secuestro; sobre todo en la ciudad de México. Sin contar con que, siendo hoy la ciudad de México una de las más contaminadas del mundo, las bandas de delincuentes hacen todavía más difícil la vida en ella: se roban a diario 200 automóviles; miles de desempleados desfilan por sus calles impidiendo el tránsito, y la situación se torna cada vez más peligrosa, casi imposible de vivir.

Además, estamos sufriendo uno de los mayores problemas económicos del mundo. Nuestra deuda con el exterior es más pesada que nunca, y desde hace 25 años vivimos crisis recurrentes. Los muy alarmantes vaticinios que Carlos Fuentes resumió en La región más transparente y en Cristóbal Nonato, que parecían fantasías de un escritor, hoy han sido sobrepasadas. Todo esto convierte a México, hoy día, en uno de los países más conflictivos del mundo.