Para Laura
Mientras animosas y combativas, viajera, marchaban al Zócalo las militantes (aquí alguna igualitaria acérrima exigiría ``militantas''), yo me preguntaba cuántas mujeres estarían recibiendo, en el mismo día de su homenaje (y hasta esta palabra viene de ``hombre'', qué le vamos a hacer), alguna de las muchas vejaciones que de tan cotidianas ni siquiera se antojan como tales, ya no digamos las agresiones que a veces salpican de rojo las páginas de La Jornada y nuestros rostros, por la vergüenza e indignación.
Cuántas, en el trayecto a la escuela, el trabajo o la casa, recibirían la consabida dosis de leperadas, burlas, sobadas, besos tronados, torteadas o nalgadas desde el asiento trasero del carro de papi.
Cuántas, en la oficina, el aula, la tienda o la fábrica, se verían sometidas al acoso sexual en todas sus formas, desde la cháchara untuosa y la monserga paternal hasta la franca amenaza.
Cuántas, al calor del viernes social, pasarían sin realmente desearlo por el ritual de los drinks al caer la tarde, los chantajes y forcejeos en el auto y la rendición en el umbral del cinco letras, donde un empleado desviaría solícito la mirada al paso de la víctima para no atestiguar su caída, sólo para prodigarla después a sus espaldas, evaluando la suerte del conquistador.
Cuántas, en la mesa del restaurante o del bar, ante alguna inoportuna mención del día que era ayer, tendrían que soplarse horas de erudición masculina sobre el feminismo, aderezada de malos chistes, sarcasmos, albures, desafíos y una que otra insinuación de demostrar cuán liberadas están en el mullido terreno de las confrontaciones.
No me lo vas a creer, pero hace un rato que jugaba uno de esos pasatiempos de computadora me gané una galletita de la suerte que decía, lapidariamente: ``La mujer que aspira a ser igual al hombre es una mujer sin ambiciones''. Tú, que algo sabes de lo macho que he llegado a ser, entenderás lo bien servido que me sentí por esa frase.
Pero hoy, viajera, una amiga querida que sí tiene ambiciones da un paso más hacia su destino elegido, y me renace la esperanza de que ustedes se las ingeniarán para caminar hacia donde saben que van aunque muchos aún intentemos obstruirles la marcha