ACCION NACIONAL ANTE EL CAMBIO DE LIDER

El Partido Acción Nacional cuenta con la mayor fuerza política de su historia. Con cuatro gobernadores, dos congresos locales, varios ayuntamientos de ciudades grandes y el procurador general de la República, el PAN debe proceder al relevo de su dirección nacional, mediante una elección cerrada.

El PAN ha tenido varios cambios a través de su ya larga vida, pero quizás el más importante de éstos se inició a partir del ingreso paulatino pero significativo a sus filas de empresarios inconformes, como respuesta a los últimos estertores de las políticas estatistas. La nacionalización de la banca orilló a varios grupos de capitalistas medianos y pequeños a la militancia activa en Acción Nacional, entre ellos a Manuel J. Clouthier, quien era entonces presidente del Consejo Coordinador Empresarial.

Ese partido adoptó con rapidez las pautas básicas del neoliberalismo, ya que siempre se había opuesto al sector estatal de la economía, al déficit público y al crecimiento del gasto social. El nuevo modelo económico, que empezó a aplicarse bajo la presidencia de Miguel de la Madrid, pero con mucha mayor claridad con Carlos Salinas, encontró en el PAN a un aliado seguro, que acompañó al PRI en todas las reformas de carácter económico.

Esa coincidencia en cuestiones fundamentales entre Acción Nacional y el gobierno de la República se expresó también en el terreno político a partir de 1988, con el propósito de encarar las consecuencias del inusitado fenómeno electoral de ese año. No obstante el carácter tan estrecho de las reformas de las leyes políticas, el PAN les brindó su respaldo y encontró los medios para convertirse en el principal interlocutor del gobierno, especialmente del presidente de la República, desde la oposición.

Luego vinieron las llamadas concertacesiones y el avance de las candidaturas de los neopanistas en el norte del país. Cuando se produce la crisis de diciembre de 1994, después de unas elecciones presidenciales en las que el PAN había elevado considerablemente su porcentaje de votos, según las cifras oficiales, Acción Nacional se convierte en el beneficiario del tropiezo de la política neoliberal, la cual había apoyado con entusiasmo.

Como segunda fuerza electoral del país, el PAN se presenta ante la ciudadanía como el partido que puede arrebatar al PRI la mayoría en la Cámara de Diputados en 1997, lo que podría ser clave para los comicios presidenciales del año 2000. De ahí la importancia de la designación de su dirigencia, que habrá de realizarse hoy.

Ernesto Ruffo, ex gobernador de Baja California, y Felipe Calderón Hinojosa, ex secretario general panista, se disputan la confianza de la mayoría de un Consejo Nacional cuyos integrantes no tienen mandato expreso de los miembros de base de Acción Nacional. Cada consejero habrá de definir el sentido de su propio voto, como parte de un sistema arcaico de elección, que se advierte contradictorio con el discurso panista en materia de sufragio popular y democracia política.

La segunda fuerza electoral de México sigue siendo un partido pequeño, con una inmensa distancia entre el número de sus miembros y el de los votos populares recibidos. El PAN es, así, una expresión concreta del carácter elitista de la actividad política en México.

Ruffo parece ofrecer al PAN una línea más claramente neopanista, es decir, representativa de los sectores empresariales que anhelan un gobierno menos burocrático y menos corrupto, pero sin rompimientos bruscos. Calderón Hinojosa quien también es un político pragmático basa su aspiración en el posible apoyo de los sectores más tradicionalistas y doctrinarios de ese partido. Si el primero resulta derrotado será por la capacidad de Calderón para articular un discurso más persuasivo en términos del programa histórico de Acción Nacional, pues Ruffo carece de una formación propiamente panista.

El resultado, cualquiera que éste sea, no alcanzará a modificar la política del PAN y mucho menos el carácter derechista de ese partido, no obstante el paulatino debilitamiento de los sectores católicos tradicionales que le dieron un sello peculiar durante varias décadas.

Quien sea el nuevo presidente de Acción Nacional, no podrá eludir la cercanía de su partido con la concepción económica y social ahora predominante en el PRI, ni podrá tampoco rehusar su apoyo a todas las decisiones encaminadas al completo desmantelamiento del Estado social, las cuales forman parte de su propio programa. Podrá, en cambio, profundizar y ser consecuente con las tesis democráticas, no sólo las relativas al respeto al sufragio, sino también las de la lucha contra la corrupción y el sistema corporativo del Estado, y en favor de las libertades individuales y colectivas.

Acción Nacional no cambiará en su actual coyuntura interna, pero en ese partido seguirá en juego la consecuencia entre el discurso democrático y la práctica política.