No hay gobierno, para comenzar el de Estados Unidos, que no se llene la boca con sonoras palabras sobre la lucha contra la desocupación y la defensa del poder adquisitivo de los salarios. Según ellos, en los tiempos hoy imperantes, el libre mercado persiguiría precisamente ese resultado.
Pues bien, bastó la noticia de que el desempleo estadunidense había disminuido 0.3 puntos y de que en febrero se habían creado dos veces más empleos (casi 750 mil) de lo calculado, para que la Bolsa de Nueva York sufriese la tercera mayor caída de su historia y rozase el abismo del Viernes negro de 1929 o del Lunes negro de 1987, arrastrando consigo a todas las mayores bolsas del mundo.
Evidentemente,lo que es motivo de alivio para los trabajadores (más trabajos, por malos que sean y mayor capacidad de resistencia frente a la tendencia a la baja de los salarios reales), es motivo de crisis para los especuladores. ``Para el microbio mortal decía un humorista brasileño la penicilina es una enfermedad''. Más desocupados, en efecto, significa mayor competencia por los puestos de trabajo y menores salarios con peores condiciones laborales, o sea, más ganancias. Menos desocupados, por consiguiente, significa en cambio mayores consumos (o sea, menos posibilidades de aplicar la política antindustrial, anticonsumidores y brutalmente deflacionista que, en nombre del neoliberalismo, ha suprimido la vieja concepción ``fordista'' de economía, según la cual los salarios debían ser buenos y debía haber ocupación para tener un mercado estable).
El capital bursátil y financiero en general, por lo tanto, demuestra a escala mundial que ve la economía como una graduación de las tasas de interés y de la tasa de ganancia, no como una relación social y aún menos como una relación destinada a la satisfacción de las necesidades humanas.
Las palabras teñidas de humanismo se desvanecen así ante los crudos hechos económicos y quedan como lo que siempre fueron: simples cortinas de humo o, en el mejor de los casos, hipocresía, o sea el reconocimiento verbal de los valores que en los hechos se niegan, lo que los franceses llaman ``el homenaje del vicio a la virtud''. Una vez más el bussiness nos da una lección de filosofía, de sociología y de economía política sobre el sentido real de las actuales relaciones sociales y de la mundialización del mercado. Lástima que para aprender tengamos que pagar tanto.