La Jornada Semanal, 10 de marzo de 1996
Hace apenas unas semanas, la promoción de una de tantas empresas distribuidoras de computadoras inundó el mercado con un equipo multimedia que, según la campaña publicitaria, cubría todos los ámbitos posibles de la comunicación. Resultó, sin embargo, que el modelo había sido cargado con la última versión del programa de acceso a Internet y que, por su configuración, éste bloqueaba el de la terminal del correo electrónico. A final de cuentas, uno y otro programas terminaban haciendo imposible la salida o entrada por vía telefónica de cualquier tipo de mensaje. Inclusive el fax quedaba anulado. No obstante, la campaña publicitaria siguió, así como la venta millonaria de los equipos.
Y es que las protestas de los navegantes de la red fueron mínimas en relación con el volumen de las ventas a los usuarios comunes. Pues si bien la cantidad de lectores de páginas electrónicas ha crecido vertiginosamente en los últimos años, la mayor parte de los compradores sigue considerando que el concepto de multimedia se limita al gozo de escribir en un procesador de textos con juegos tipográficos, mientras se escucha a Mozart en el CD-ROM integrado al CPU, o, ya en el extremo, que en un mismo disco compacto pueda uno apreciar textos, animaciones, sonidos y películas. El multimedia es eso, pero también mucho más.
La página electrónica Work in Progress: The James Joyce Homepage http://astro.ocis.temple.edu/~callahan/joyce.html), edicada dentro del web a analizar la vida y la obra de este autor, es una clara muestra de lo que puede llegar a ser en verdad la navegación dentro del ámbito de la comunicación electrónica. Trabajo ciertamente en proceso, la página, concebida y alimentada por R.L. Callahan de la Temple University, contiene textos electrónicos de Joyce, artículos de especialistas, mapas, datos biobliográficos, guías fílmicas, acceso a grupos de discusión y, ante todo, una sección dedicada al recorrido virtual de la obra y de algunos de sus derivados.
La visita al espacio que contiene los textos de Joyce permite una mirada limpia, en el idioma original y sin anotaciones ni presentaciones, de buena parte de los libros de Joyce. El hecho, por un lado, acarreará desde luego las obvias dificultades de lectura e interpretación de los últimos libros del dublinés. Pero por otro, hará de la experiencia una navegación pulcra, iniciática, en diversos momentos de su obra. El libro de cuentos tan admirado por Enrique Vila-Matas Dubliners, así como las novelas A Portrait of the Artist as a Young Man, Ulysses, Finnegans Wake han sido llevados a la letra electrónica en un alarde de libertad en cuanto al casi insuperable problema, en el caso de otros autores, de los derechos de reproducción. El material trasladado a Internet, producto de esa labor colectiva y cosmopolita característica de las páginas electrónicas, presenta una tipografía elegante en algunos casos, y en otros (dependiendo de la complejidad del texto) más vulgar, aunque siempre legible. El tamaño de la misma variará entre los doce y los catorce puntos. La mayor parte de los contenidos, desde luego, puede bajarse de la red, almacenarse en disco o imprimirse.
Dentro del apartado de material de apoyo figura una liga a la Ilíada, de Homero, en la versión al inglés de 1857, de George Chapman, conservada en la Universidad de Columbia con viñetas y capitulares floridas y el aparato de anotación original, aunque reconstruido a partir de llamadas hipertextuales o palabras calientes. También se muestra el esquema constructivo espacio-topográfico-temporal del Ulysses y una copia de las actasdel juicio que llevaría finalmente a la aprobación para editar este libro en Estados Unidos. En otra página se despliega un plano actual del centro de Dublín, con indicaciones calientes sobre algunos puntos geográficos mencionados en Dubliners y Portrait of the Artist que permiten realizar un recorrido joyceano virtual de la ciudad.
Hasta aquí, la aventura sería casi igual a la convencionalmente impresa, a diferencia sólo del espacio que ocuparía la obra completa en la biblioteca y de la gratuidad de la lectura. Pero si se accede al apartado Multimedia Gallery podrá uno ver fotografías y caricaturas, o escuchar al propio Joyce leyendo fragmentos de Finnegans Wake, quizá en la edición acústica hecha por William Furlong en los años setenta. El fuerte acento que daba Joyce a la lectura en voz alta adquiere particular belleza en las partes dedicadas a Anna Livia Plurabella ("Anna was, Livia is, Plurabelle's to be"). El navegante tendrá también al alcance del oído 30 segundos de Roaratorio: An Irish Circus on Finnegans Wake, piezade John Cage inspirada en la obra joyceana y en los rumores de su ciudad natal.
Por su riqueza y variedad, la edición de esta página elaborada por Callahan podría recordar aquella que hiciera en 1971 Valerie Eliot de The Waste Land. En ésta se incluyó el facsimilar del manuscrito y, a dos tintas, las tachaduras de Eliot y las anotaciones al margen de Ezra Pound que darían por resultado la versión que conocemos del poema. La diferencia entre ambos trabajos se encuentra, no obstante, en que el dedicado a Joyce es un espacio abierto y en continuo proceso de crecimiento.