Hermann Bellinghausen
Elija el fondo

``La mayor parte del tiempolo que tengo ante mis ojos es un camino''(Tu-Fu, aproximadamente)

1. Los patos migrantes vibran en familias de saetas con la intención puesta en otro dónde. Por todas partes: calles, carreteras, pasillos, túneles, vagones, nubes y veredas. Los zapilotes sobre el pueblo abandonado, en cambio, dan vueltas, en una parte del país donde todos somos extranjeros, y los zopilotes no van a ninguna parte.

(Bsss las moscas). Puro camino.

En lo más lejos del trayecto me bañé en una rudimentaria ducha sobre el sentido de la vista, y cuando, ya seco, me sostenía sobre un pie en dificultoso cuatro que envidiaría un flamingo, pude recorrer los trazos del nervio óptico, la concavidad de la retina. Lo vi en su ojo, del esquema en hule, tapete que engañó mis pies con una sensación lisa de confort urbano.

2. Caseta fotográfica: fotos al instante para certificados y diplomas, blanco y negro pero en oferta. El tieso plisado de la cortinilla azul separa la cabina, a media cuadra del carril lateral de una gruesa avenida, a pocos pasos del arroyo:Con la luz encendidaintroduzca las monedas.

Para todos los documentos:- mirar de frente- no cambiar de posición durante los 4 disparos.

Es el momento en que el lente acecha, a muchos años extraños y largos de otra foto instantánea en la mañana de un eclipse antes de otro. (El típico recuerdo personal que nadie entiende.)Los ojos ponen el levantamiento de la topografía en lo viejo, la tranquila hidrografía en las juventudes, el olvido quieto en la caseta de retratos hechos por un autómata.

El espejo es asomarse.

Los Paseos de Santa Anita, pulquería, rinde su húmeda y filante tregua en un rincón desportillado. El muro exterior, graffiti publicitario al mando, lamenta Los Pechos de Arena, y hay sequía, sed sin alivio.

Triángulos, pequeños pasadizos, fluidos diafragmáticos.

Elija el fondoconosin cortina.

Gire el asientohasta reflejarsu cara en el centrodel cristal.

3. Desafiado de calles artimañas, pletóricas de llantas ahuladas que para rodar necesitan motor, o sea incendiar las entrañas petroleras de la Tierra. Así, sobre radial y mallón de acero, surco, qué me queda, esa maraña.

(Aviso: Lo que sigue es un delirio.)Un clavicornio me capitula la esperanza entre una y otra sien, trayectoria de patos que retornan, y me disuelvo en mareas y marismas y corrientes submarinas. Me explico? Caigo de un altillo y me clavo cuan largo en un haz de espuma, ante los ojotes abiertos de peces fríos en espera de que se los coma uno más grande.

Un como reventar de ola, disparo de circo humano, un estallamiento de aguas desintegradas y el fondo engulle el peso real y verdaero de la salpicadura prismática. Suena un claxon, cla-cla-clán. Luz verde. Llantas de hule. La fluidez. Ah caray, deveras, despertando.

(Aviso: lo que sigue no.)4. Una lánguida sensación de herrumbe en la vieja estación de tren, un día sí y otro no abandonada. En tiempos de antes sus pasillos fueron lustrosos y los pisaban zapatos de charol. Se respiraba un orgullo, hasta en los maleteros, de estar en condiciones de compartir la prisa de personas importantes que no quisieran hacer esperar al tren. Gente fina.Hoy atraviesan los pasillos huizaches muertos que empuja el viento.

Los pueblos fantasmas eso son: fantasmas, de piedra. Agréguense la muchedumbre de fierros, rieles y llaves, engranes, cortinas, agujas, barriles, el ojo de camello de las tuercas ferrocarrileras. Lánguidos por inmóviles, los fierros. Pedregosas cicatrices incorporadas al paisaje.

B