Mauricio Ortiz
Observadores

No sólo tendederos multicolores y jaulas vacías, neumáticos viejos y el niño tras el tinaco haciéndose una chaqueta, los chismes concretos del lavadero y el alto cielo. Con suerte también las chichis de Gudelia.

No sólo tampoco la estupenda mecedora de Murphy y sus siete bufandas, la luz sesgada que entra por la ventana y el rumor de la calle. Son asimismo los pasos del old boy en el techo (que es por supuesto el suelo de arriba) y el sencillo recuerdo de Celia en la esquina de Stadium y Cremorne una tarde veraniega con el sol en el Cangrejo.

No sólo Monte Palomar y Tonantzintla, Kamiokande o la hora de Haste, misma del Observatorio, hora de México. Son además el palomar en el Estadio Olímpico y el palco de transmisiones de Televisa en el Azteca, el ojo satelital con sus infinitas ramificaciones domésticas para estar ahí, en caliente, en la jugada. Para estar ahí: la realidad exige cada vez más los servicios de un observatorio.

La profusión de observatorios --personales, amateurs, profesionales-- ha propiciado por lógica la generación de un número correspondientemente mayor de observadores --privados, amateurs, profesionales--, tal vez el producto más conspicuo y próspero del siglo. Nuevamente la fama observacional, como tan pésimamente se dice, de la ciencia legitima las más diversas pretensiones.

Observadores de paz, observadores de guerra, observadores políticos en general, observadores a secas. El dato crudo y objetivo, el análisis matricial y el monitoreo ininterrumpido. ``Llegaron los observadores'', se lee así nomás a ocho columnas. No son marcianos bailando el cha cha chá, pero sí criaturas de fuera que en este caso vienen a sancionar, con acuciosa observación, las elecciones.

Y no sólo eso. David Bowie alcanzó a descubrir en reciente entrevista (La Jornada Semanal No. 46, enero, 1996) que el arte no se define de otro modo: ``No estoy diciendo que sea una conclusión, porque el trabajo que hago con Brian [Eno] no es concluyente, es sólo una observación; cualquier cosa que hacemos es una observación, los artistas nunca resuelven problemas, sólo crean más problemas (ríe). ¡Esa es nuestra chamba!''.

Permítaseme hacer una observación, como quien dice. Y así en efecto se permite interrumpir y hasta ser impertinente, es el con todo respeto de las discusiones serias. No es cualquier cosa, no, es una observación.

Pero no sólo es punto de vista. La interpretación de la realidad comienza con la elección del objeto a observar y el tipo de observatorio. Observadores de todas las vertientes observarán cuidadosamente, cada quién sobre su objeto, qué pasa esta semana.