LA DOÑA EN LA MEXICO
Rafaelillo La Doña, garbosa como su leyenda, volvió a los toros. ``María Bonita --le gritaron--, ¡yo soy de tu ganadería!''. Y su presencia fue un talismán: aunque no pudo aguardar el final del festejo --¡ay esos años que pasan volando y no pueden guarecerse del frío!--, dejó tras de sí el halo de la gloria.
Atrapado por el triunfo, casi sorprendido, Alfredo Ríos Delgado El Conde, entró a la historia de la plaza México al indultar --no es lo mismo que inmortalizar--, al bravo Media Luna, berrendo alunarado y botinero con 517 kilos, que fue superior al coleta pero no tanto como para merecer el tributo por la vida.
Quizá algunos entronicen a El Conde, con la precipitación de quienes necesitan nombres para vivificar la pobre baraja taurina nacional, y lo confundan. Cierto es que la democracia, baluarte insustituible de la afición taurina, le permitió triunfar clamorosamente, bajo los gritos de ¡torero, torero!, y salir a hombros junto con el ganadero Fernando de la Mora, criador excelente quien envió el mejor encierro del serial. Pero, recuérdese: los toros bravos descubren los defectos de los toreros menores.
Media Luna, de bella lámina, nunca dejó de acometer y, por momentos, impuso sus condiciones, llevó al torero hacia donde quiso --y no al revés--, y permitió un largo trasteo derechista. Peleó de firme con los caballos --una sola vara pero muy severa--, embistió desde largo en el segundo tercio y soportó más de cincuenta pases. También es cierto que, tras las primeras series de muletazos, varios de éstos en redondo, el burel rascó la arena, signo de mansedumbre, y comenzó a regatear las embestidas. Nadie hubiera discutido el honor de la vuelta al ruedo... pero el indulto fue demasiado.
El Conde hizo un gran esfuerzo, eso sí, y banderilleó como los grandes, otorgando todas las ventajas al burel un magistral par de dentro hacia afuera, corriendo hacia atrás para lucir la casta del enemigo. Por ello mereció un premio insólito: la vuelta, bajo la apoteosis, después de cerrar el tercio. Con la franela el diestro aprovechó el clima de efervescencia y, en los medios, ejecutó dos veces el péndulo, un molinete de rodillas y el de pecho. El inicio fue explosivo, como también las primeras tandas de derechazos --en redondo, disfrutando el toreo--. Luego, poco a poco, el toro fue desengañándose y el torero no tuvo recursos para mantener el nivel de la faena. Faltaron la clase que consagra y el carácter que encumbra. La extrema generosidad del usía, Jesús Dávila, quien perdonó la vida de Media Luna, y el ámbito festivo sirvieron para arropar el reinado... por un día.
Con el cuarto, Seda Negra, negro girón con 481 kilos, Alfredo Ríos hilvanó también bellos muletazos aunque sin la continuidad deseada. Dejó una estocada caída y los villamelones se confundieron al exigir la oreja que, por fortuna, no se otorgó. Dio una vuelta.
El francés Denis Loré, quien confirmó su alternativa y logró el milagro de hacer reaparecer a María Félix en los tendidos del coso gigante, no logró acoplarse al ritmo del primero, Pies de Plata, un anovillado cárdeno bragado con 494 kilos. Mostró empaque, sobre todo al veroniquear, y buena técnica. A veces perfila el estilo de Ponce, como todos los diestros de allende el mar, y estoquea con pulcritud: bastó una entera en buen sitio. Salió al tercio. Al séptimo, Lobito, cárdeno rebarbo con 480 kilos, el lunar, áspero y gazapón, lo lidió con frialdad y suficiencia. Estocada tendida y descabello.
Manuel Moreno, portugués, completó la papeleta internacional. Con el tercero Palomo, berrendo con 486 kilos, mostró valor y se eternizó con la toledana escuchando dos avisos y siendo desarmado y golpeado --un puntazo a la altura de la ingle--; y con el sexto Barranqueño, cárdeno con 470 kilos y escobillado, hilvanó algunos pases estimables, aguantando y templando. La faena fue de altibajos, entre dosantinas atropelladas, naturales descompuestos, y derechazos inmaculados, largos y hondos. Dejó una estocada caída. Petición, vuelta al ruedo y arrastre lento para el astado.
La ``figura'' del cartel Manolo Mejía, no pudo cubrir con su nombre ni media plaza. Falto de entrega, estirado y toreando a distancia, se le escapó el triunfo con Cazador, el segundo, cárdeno con 523 kilos, siendo pitado por no estrecharse; y también con el quinto, Soberano, negro entrepelado con 505 kilos. En sendas oportunidades, pese a la boyantí de las reses, dejó caer los trasteos y, para colmo, las mató muy mal. Es hora de meditar.