José Blanco
Quién teme a la reforma política?

Por lo visto, sus propios protagonistas. Es extraño entonces que hoy la reforma apenas avance o no avance? Como dicen los cristianos: quién tiene la culpa? Cada partido culpa a los otros; es decir, en esta materia, los protagonistas son culpados y culpables en una sucesión sin fin de lanzamientos mutuos de culpas.

Francamente, frente a la sociedad, los protagonistas hoy están impresentables. Ocurre sin embargo que, en esta materia, los partidos no están actuando de cara a la sociedad y sus necesidades inmediatas y de largo plazo, sino por el contrario: cada uno atiende a su juego, a sus intereses partidarios, a su percepción particular de la coyuntura, a sus conclusiones acerca del actuar de los otros, todo lo cual, para cada uno, tiene prioridad sobre la reforma política y del Estado. Habrá transición democrática pactada? Parece cada vez más remoto.

El proceso de democratización en México ha seguido un curso más que moroso. El 68 estableció el umbral de un nuevo jalón modernizador, uno de cuyos rasgos centrales ha sido la lenta, gradual democratización de los espacios de la vida política y la múltiple diversificación y liberalización de la vida social. De aquellos años quedan muestras a veces brutales, pero la sociedad y la política son muy otros. Como en los sesenta, hay Aguas Blancas. Pero la conmoción social, el sacudimiento político por el que pasa el país a propósito de esos alevosos asesinatos proditorios, el espacio que ha ocupado en los medios de comunicación, las secuelas jurídico políticas de que estamos siendo testigos, eran absolutamente imposibles en aquellos años.

Aunque el 68 está ya lejos, el proceso continúa. Ello no obstante, de ninguna manera hay garantías de que pueda continuar indefinidamente; más bien, múltiples signos amenazantes pueden convertirse en hechos que terminen por cancelarlo.

El proceso se vería altamente beneficiado si fuera normado: una transición pactada: en su tramo final electoral, en una división clara de poderes, en la federalización efectiva, en los más de cincuenta puntos de una agenda aceptada que no puede prosperar. La enorme dificultad para que ello ocurra es que este proceso de gradual democratización es la otra cara del paulatino e intrincado desmontar del régimen cuasi corporativo de partido casi único, y a su través el proceso mismo ha ido forjando a duras penas a sus propios protagonistas; y éstos, antes que la reforma política, quieren el poder.

Las evidencias crecen y las sospechas más aún: sectores poderosos del PRI no quieren ni nunca han querido la reforma; temen a la democracia normada (valga esta redundancia), temen perder el poder jugando con reglas que les son extrañas; muy otras son las que aprendieron y en las que se formaron: el verticalismo autoritario, la trampa ramplona y cínica, el servilismo, la corrupción, la hipocresía política, como medios eficaces del actuar político.

Signos crecientes parecen indicar que el PAN no quiere más reformas: las habidas al lado de las lamentables circunstancias sociales y económicas les parecen suficientes a sus dirigentes para ganar el poder; en el mejor de los casos el PAN extendería la reforma del Estado una vez adueñado del timón: ``la reforma la haremos pero desde el poder'', podrían acaso confesar. Qué caso tiene asociar a una reforma a los casi derrotados?En una sucesión continua de expresiones a veces abiertas, a veces semiocultas, sectores amplios y decisivos del PRD han mostrado y continúan mostrando que juegan a la democracia como coartada, mientras en constante agazapamiento esperan conspirativamente el derrumbe del PRI por su propia crisis interna, o como producto de un vasto levantamiento social que ven inscrito en la lógica de la crisis, en la lógica del ``modelo neoliberal'' y en la insensibilidad social de una ``tecnocracia entreguista'' que está acabando con el país. De acuerdo con este discurso, resultaría insensato asociar a una reforma un partido que ya huele a cadáver; lo procedente es empujar el vector social de la movilización social, y no andar con la zarandaja de llegar a acuerdos con el PRI!.

Si estas apreciaciones son justas (ajustadas a los hechos y a las estrategias), debe decirse que los diagnósticos y estrategias panistas, y los de cada uno de los sectores priístas y perredistas señalados, padecen de una miopía cercana a la invidencia.

Supóngase que el año venidero el PAN gane la mayoría del Congreso y en el 2000, el Ejecutivo. Qué habrá cambiado? Qué será distinto en las esferas de la vida social y económica?. Es probable una pequeña honey moon del PAN con la sociedad; es probable también un impulso y una decisión de este partido por hacer cumplir la ley. Cómo va a lograrlo? En distintos momentos han señalado cómo: haciendo que se respete mediante los medios coercitivos de los que el Estado tiene el monopolio: el aparato policíaco. La lunita de miel terminará dos pasos después de haber iniciado. Ello descontando los altamente probables desencuentros del PAN con la sociedad a propósito de sus catilinarias o de sus rubores y pudores, de moralina de pueblito.

Qué pasará con la economía? Existen varias posibilidades, pero todas ellas parten de los mismos inescapables hechos. Estos son que la dirección fundamental de la economía mexicana no está en manos del gobierno, y no quedará en ellas porque el PAN resultara triunfador. La globalización impone un marco de políticas macroeconómicas que buscan a cualquier precio la coherencia y la convergencia con el conjunto de la economía globalizada, particularmente con el *performance* financiero, monetario y bursátil internacional.

De otra parte, ni el gobierno mexicano, ni las grandes potencias, ni los organismos internacionales saben, hoy por hoy, cómo compatibilizar la búsqueda del equilibrio macroeconómico nacional de países como México, con el bienestar de la sociedad en su conjunto, ni menos cómo superar los índices de pobreza y de pobreza crítica que padece más de la mitad de la población. Si en el breve transcurso al 2000 tal compatibilización no es descubierta, la situación económica con PAN o sin PAN, será exactamente la misma.

Otra posibilidad es que el PAN intentara cerrar la economía para buscar conferir mayor autonomía a los instrumentos de la política económica. En el remotisisísimo caso de que queriéndolo lo lograra, sin ninguna duda el remedio sería muchas veces peor que la enfermedad. En realidad, el espacio de acción y de diferencia, con uno u otro partido, en la política social y en la política económica, sería realmente marginal. (Si en el horizonte de las posibilidades de acceso al poder estuviera el PRD, desde luego habría que decir lo mismo.)De otra parte, si el PAN se hiciera del poder, dos hechos contundentes quedarían a la vista: 1) que el PRI no es lo mismo que el gobierno; emergerían a la luz, después de perder el poder, grandes grupos de intereses y de poder a lo ancho y a lo largo del país; y, 2) que, consistentemente con lo anterior, en los comicios del 2000 la pérdida del Ejecutivo por el PRI no significaría cero votos para el PRI. Obtendría una votación significativa, incluida la posibilidad de alcanzar la mayoría del congreso: en todas partes del mundo las sociedades tienden hoy a llevar al gobierno a su pluralidad política. El cogobierno sería obligado, y más vale que desde hoy todos los actores políticos se dispongan a llevar la fiesta en paz entre sí.

Estas conjeturas son esquemáticas; pero su significado básico tiene claras posibilidades de realidad. El modo de alterar ese curso en beneficio de todos sería la transición pactada, gane quien gane. Inclusive las posibilidades de la economía, pueden ser otras: un país que puede cohesionar a sus diversos mediante la política y las reglas de la democracia, tiene evidentemente mayores posibilidades de luchar por y negociar un mejor lugar en la selva globalizada.