En las últimas semanas varios episodios de terrorismo han vuelto a las primeras planas de los periódicos. El ERI rompe la tregua con el gobierno inglés y vuelven las bombas en Londres. La ETA reanuda sus asesinatos justo días antes de las elecciones españolas. El grupo Hamas siembra Jerusalén de muertos entre la población civil en una fase crítica de las negocaciones entre Palestina e Israel.
La pregunta es inevitable. Estamos frente al pasado o al futuro? La historia de Europa y del Mediterráneo está marcada por el terrorismo a lo largo de todo este siglo. Desde el asesinato de Francisco Ferdinando en Sarajevo a manos de un nacionalista serbio en 1914, pasando por el terrorismo del FLN argelino a comienzos de los años 60 hasta llegar al ERI irlandés, a la ETA española y al Hamas palestino en las útimas décadas. Y siempre el terrorismo se nos presenta como una especie de fórceps para el nacimiento de naciones anteriormente negadas. Es en nombre de este objetivo cargado de sacralidad laica que el asesinato selectivo, la muerte de inocentes e incluso la matanza de mujeres y niños alcanza una especie de justificación histórica que permite a los asesinos no verse como tales sino como patriotas que asumen sobre de sí la responsabilidad histórica de un trabajo sucio que alguien debe hacer. La humanidad se repliega frente a la historia que exige un tributo de sangre para crear el derecho al autogobierno nacional. Esta la ideología, la cultura y la religión del terrorismo.
En las sociedades antiguas, la nobleza surgía (ideológicamente) de la disponibilidad al autosacrificio de la aristocracia. En la Europa de la Edad Media la aristocracia asumía la responsabilidad de guerrear para defender a campesinos y ciudades. Entre los mayas la nobleza aceptaba el sacrificio ritual de sus hijos, ahogados en los cenotes, para conjurar sequías o plagas. De esta misma forma se ven a sí mismos los terroristas de hoy: la nobleza de la futura nación.
Inicialmente el terrorismo se presenta como el espacio de lucha armada de pueblos que protestan en las calles contra poderes legales que reprimen y asesisan en una virtual impunidad. El terrorismo se figura a sí mismo como vanguardia armada de luchas populares. Dejemos a un lado cuanta parte de verdad y cuanta de mito haya habido en esta mezcla en los casos del ERI, ETA o Hamas. Pero poco a la vez las cosas cambian. La autodefensa se convierte en asesinato selectivo, en bombas en supermercados o en autobuses. La sangre, la ajena y la propia, deja de doler. La muerte poco a la vez deviene una fría ``rutina revolucionaria'', expresión de una necesidad histórica que debe ser asumida sin flaquezas ni dudas. Aquello que algún día pretendió ser expresión de luchas sociales se convierte en una ingeniería terrorista portadora de una verdad que ya no puede, ni debe, ser contaminada por las aspiraciones y los deseos de los pueblos que el terrorismo pretende representar. Se ha creado una sociedad de elegidos, de ingenieros de la historia, de puros. Desde ahí en adelante la frontera entre realidad y sueño, entre terquedad y determinación, entre abnegación y fanatismo, entre justicia y asesinato dejan de ser claras.
El asesinato es ya la clave de la historia y demasiada sangre sembrada en el camino impide cualquier rectificación. La única forma que queda para no reconocer errores y delitos es seguir cometiéndolos y evitar así el trauma de reconocer que todo fue un delirio y que en ese delirio se mató y se murió inutilmente. Seguir adelante hasta el autosacrificio. La muerte como suprema razón y como redención final. Pasado o futuro? Probablemente las dos cosas a la vez. Pasado por la determinación de sacrificio y autosacrificio. Futuro por la permanencia de problemas nacionales irresueltos que seguirán alimentando oleadas de rencores, tensiones y fanatismos.
Hay algo en común entre las diferentes formas de terrorismo de la actualidad? Tal vez sí. En primer lugar la percepción de la verdad acorralada de parte de sus hombres y mujeres. La visión de sí mismos como la aristocracia humana cuya mezcla de sacrificio y brutalidad prepara a la futura nación. En segundo lugar la política del cuanto peor tanto mejor. Los procesos de paz deben ser boicoteados, las tensiones deben agudizarse hasta la exasperación. Debe mostrarse a las masas que todos los caminos están cerrados menos la violencia como partera de la nación. Tal vez no sea una casualidad que el terrorismo de la Banda Baader-Meinhoff en Alemania o de las Brigate Rosse en Italia haya sido derrotado y se haya disuelto hace tiempo. Ambas formas no tenían el soporte de la lucha por la nación. Sobrevive el terrorismo santificado por la idea nacional.En ese cruce de continentes que se encuentra entre Asia menor, Europa occidental y norte de Africa, la mezcla de rencores atávicos con problemas de desempleo y marginación amenaza convertir el terrorismo en un serio dolor de cabeza para el presente y el futuro. Hay ahí un problema histórico, político y de seguridad que requiere mucho más que simples acciones represivas. Para construir algún futuro de paz en la región, el FIS argelino, la ETA, el ERI o Hamas deben ser derrotados. En la política antes que en el terreno militar.