Carlos Monsiváis
Un video, una renuncia voluntaria y algunas declaraciones

El cese de Rubén Figueroa (la patética ``solicitud de licencia'' ordenada muy probablemente por la Presidencia), la matanza de Aguas Blancas y la violencia gubernamental en Guerrero, obligan a diversos comentarios. Intento algunos:

1. En materia de reacciones indignadas, la opinión pública nacional parece sobredeterminada por las imágenes. Desde fines de junio de 1995 se denunció la matanza de Aguas Blancas, y sin embargo, fue en rigor el video el que creó el fenómeno de exigencia moral que lleva a una tardía y limitada decisión política. Sin duda, ver una matanza sin la intermediación del cine es asunto devastador. Pero las fotos y los testimonios (valerosos y firmes) eran muy reveladores y, además, la defensa del gobernador fue desde el principio lamentable, con todo y video amañado. Tal vez la diferencia de reacciones se explica también por el alcance fragmentario de las publicaciones, y el halo de anacronismo que por lo visto rodea a los artículos y notas sobre matanzas en sitios apartados. La eficacia de la denuncia se restringe al ser tantas las represiones sangrientas en tiempos recientes, y al sólo obtener los demandantes, si les va bien, la caída de funcionarios menores y policías. (Eso, cuando el acontecimiento trasciende un tanto el horizonte local). En cambio, un video transmitido por el Canal 2, y luego por otras cadenas televisivas, resultó por el contenido del material y por el hecho mismo de ser Televisa la difusora, noticia que canceló cualquier indiferencia, y volvió ridícula en extremo la autoexculpación de Figueroa: ``...cuando ya se había terminado el problema de Aguas Blancas, volvieron a sacarlo a la luz pública con otro dizque segundo video, que no era más que el mismo nada más que prolongada la toma por el camarógrafo, haciendo un gran escándalo, uniéndose a grupos o a gentes que tienen intereses obviamente en el estado, y buscando desestabilizar mi gobierno''. (El Sur, 11 de marzo de 1996).

Estamos en la era post-Gutenberg? Más bien, y por el público tan disminuido de lo escrito, se vive el apogeo del rumor y de los (todavía escasos) testimonios visuales. Lo escrito persuade a unos cuantos o a muchos, pero en la consideración del gobierno y de la sociedad en general poco significa, salvo excepciones tan marcadas como La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, que marcó la comprensión nacional del 2 de octubre (Esto, sin hablar de una creencia generalizada; las imágenes manipulan menos que las palabras). Pero el que el video transmitido por Ricardo Rocha tuviese el impacto de que no dispusieron las denuncias sistemáticas en publicaciones como La Jornada y El Sur, no apunta ni mucho menos al proceso de ``jubilación'' de la prensa, que retiene parte considerable de la formación política de los lectores, genera las interpretaciones que se volverán lugares comunes, mantiene la condición noticiosa de lo que comunmente tendería a olvidarse, obliga a la creación de una fiscalía especial, y moviliza las conciencias de las Gargantas Profundas (los ``donadores'' de los documentos probatorios del portentoso derroche electoral en Tabasco y del video de Aguas Blancas).

2. El video se transmitió en un momento de la vida mexicana, con una sociedad urbana sensibilizada al máximo en los temas y realidades de la violencia, y contraída severamente en lo tocante a oportunidades y posibilidades adquisitivas. La violencia ya no es aquello que ocurre en parajes remotos, sino --con intensidad semejante-- en colonias residenciales o populares, restaurantes de lujo, oficinas, bancos, aeropuertos. A los habitantes de las grandes ciudades la delincuencia, organizada o amateur, nos enseña, por ejemplo, el significado del ``venadeo''. El llano en llamas se localiza también en la colonia Condesa, o en Polanco. Al cundir la experiencia de los victimados, la experiencia rural no resultó tan incompartible, y eso contribuyó a la vehemencia de una protesta vertida en millones de conversaciones.

Cierto, con sus gestos pueriles Figueroa y los suyos precipitaron su condena, cierto también, los análisis críticos y las movilizaciones perredistas fueron muy importantes, pero lo fundamental, lo que anuló el contenido dilatorio de la intervención de la Suprema Corte de Justicia, y condujo al siempre bienvenido derrumbe de Figueroa, fue la conversión del público de un video en una sociedad crítica. Los televidentes, vueltos ciudadanos, aceleraron y determinaron la caída de Figueroa.

3. El PRI obedece a su destino fatal: seguir los reflejos condicionados de la complicidad y la mentira. Desde la transmisión del video, Figueroa obligó al ``cierre de filas'', prodigó mantas y pancartas (``Nuestro apoyo incondicional al gobernador''), comprometió en los tristes manifiestos de plana entera a las organizaciones a su alcance (casi todas), lo mismo la Unión de Auténticos Taxistas de Iguala que los Clubes de Leones, la Unión de Carpinteros y Urbanistas de Taxco que la Asociación Ganadera de la Montaña, la Liga Municipal de Basquetbol de Coyuca de Benítez que el Colegio de Ecólogos del estado de Guerrero, los presidentes municipales que la Asociación de Hoteles de Bungalows de Acapulco. Véase un manifiesto típico: ``Rechazamos cualquier intento de politizar las investigaciones de este lamentable incidente, queriendo hacer creer que su dolosa interpretación de los hechos puede pasar por encima de una mesurada y profesional investigación, realizada por la fiscalía especial a cargo del licenciado Oscar Alejandro Varela Vidales, y rechazamos los protagonismos de quienes usan cotidianamente la transgresión de la Ley...'' (Excélsior. 1 de marzo).

En el viaje hacia el fondo del descrédito absoluto acompañaron al gobernador muchos senadores y diputados priístas. El senador Píndaro Urióstegui no se privó del énfasis: ``En el caso se está tratando de involucrar a funcionarios totalmente ajenos a la investigación (como Rubén Figueroa)... Lamento profundamente que los policías en Guerrero no estén formados ni por suecos ni por noruegos... Qué quiere, somos guerrerenses'' (La Jornada, 6 de marzo). Y la senadora Guadalupe Gómez Maganda fue hasta el límite: ``Pidió al Comité Ejecutivo Nacional del PRI un pronunciamiento de apoyo y solidaridad al señor gobernador para impedir la anarquía, la confusión y el caos que quisieran en el estado otras fuerzas políticas muy negativas... Desde aquí queremos decirle a Rubén Figueroa que no habrán de distorsionar ni modificar ese trabajo tan congruente, tan serio, tan responsable, que con tanta emoción y pasión hace por nuestro pueblo; decirle que el PRI lo postuló como su candidato a gobernador, que el pueblo lo llevó a esa posición y que sigue contando con el apoyo de los guerrerenses'' (La Jornada, 8 de marzo de 1996).

La cumbre de este carnaval exonerador, --tal y como documentaron los infatigables Raúl García y Maribel Gutiérrez en La Jornada-- fueron los mítines en Chilpancingo y Acapulco el 10 de marzo, con todo y acarreo frenético, golpeadores, hoteleros, comerciantes, transportistas, industriales y políticos. El rencor se extenuó en la mantas y porras contra Félix Salgado Macedonio, senador del PRD: ``Macedonio,/ mitotero,/ vete de Guerrero'' y, algo hasta hace poco inconcebible, contra el emporio: ``Televisa, entiende/ Figueroa no se vende''; ``No somos uno, ni somos cien/ Televisa, cuéntanos bien''. Y en declaraciones casi póstumas, Figueroa le tupió a la arenga heróica-machista: ``La historia juzgará a los que mienten, a los traidores, y yo estoy con los que hicieron la revolución, que fueron mis mayores, en contra de los farsantes de este país, que existen muchos, pero en Guerrero hay hombres. ¡Hombres valiosos, no cobardes!''.

Se necesitaba este show de cinismo y autoparodia? Por qué no lo procedente, la desaparición de poderes decretada por el Senado ante la conducta indigna del gobernador? Por qué el dirigente Santiago Oñate declara que en la ``solicitud de licencia'' de Figueroa ``no hubo presiones políticas''? Porque el PRI, para mantener su unidad, se ha encadenado a la protección de lo indefendible. Han sido frecuentes los espectáculos de la complicidad unánime, pero esta vez hay quienes en verdad los observan. Y lo indefendible ahora es un ejemplo notable de herencia y formación caciquiles, de conducta bárbaramente autoritaria, y de prácticas moralmente obscenas. Sólo un político como Figueroa pudo instruir a sus directores de escena para la escena televisiva en donde tres viudas de Aguas Blancas criticaron al PRD porque no les había dado nada, y encomiaron al gobernador por ser tan bueno, y ocuparse de su pueblo y del destino de los huérfanos.

4. El desastre ético y político del PRI es evidencia diaria, pero en pocos sitios alcanza las dimensiones de Guerrero. Allí la noción de feudo lo ha cubierto todo. El dirigente del PRI en la entidad, y ahora sustituto de Figueroa, Angel Aguirre Rivero, fue muy enfático hace una semana: ``Queremos decirle a la nación y al presidente de la República que los guerrerenses, todos, no vamos a permitir que se siga desprestigiando al gobernador... El trabajo del fiscal especial, Varela Vidales, es una investigación seria... Estamos dispuestos a todo para demostrarles en cualquier momento a la nación el respaldo del pueblo a nuestro gobernante'' (La Jornada, 5 de marzo). Así es. El ``dispuesto-a-todo'' en vez del ``deténgalos-a-como-de-lugar''. Pero si el señor Aguirre Rivero no es ganancia definitiva para la democracia, al menos se destruye la torpísima maniobra de exoneraciones a cargo del fiscal especial Varela Vidales, y queda abierto el camino para el juicio penal a Rubén Figueroa.

5. Un enigma, al menos para mí: por qué los policías que participaron en las ejecuciones sumarias se portaron como si no existiese la cámara de video? Se les avisó de que nadie ajeno al gobierno de Guerrero contemplaría el video? O se sintieron habitando un control remoto que desintegraba las consecuencias morales y jurídicas de su comportamiento, y los añadía al orden en donde el video remplaza a la Historia, y es la combinación perfecta de ficción y realidad? De los aspectos éticos del caso Aguas Blancas éste es para mí el más complejo, donde se despliega ``la banalidad del mal'' y aparece con nitidez el mito y la realidad absolutoria de la impunidad. Hasta qué punto ha sido distinta la conducta de los muchísimos judiciales que, sin videocámara de por medio, han asesinado, torturado, saqueado, violado, saqueado propiedades? Por qué los policías podrían sentirse acorralados por un simple video?

La discusión sobre el sentido múltiple de Aguas Blancas apenas comienza.