Rafael Caldera, presidente de Venezuela, acaba de dar un audaz golpe de timón que tiene tres objetivos principales: tratar de reducir la oposición parlamentaria y la protesta popular, intentar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que no provoque demasiadas resistencias políticas, y hacer cesar la animadversión de los empresarios para, después de domesticar, según espera, a los trabajadores, abrir un periodo de concertación entre éstos y el capital.
Para perseguir esas metas, Caldera ha designado ocho nuevos ministros, entre los que destacan Freddy Rojas Parra, ex presidente de la Fedecámaras la organización patronal más poderosa en Venezuela, quien va a Industria y Comercio, y como ministro de Planificación Teodoro Petkoff, el socialdemócrata ex guerrillero que ya fuera ministro de Caldera pero que últimamente había formado un frente opositor en las cámaras, con su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), los socialcristianos de COPEI (que fuera el partido de Caldera) y los obreristas radicales de Causa Radical.
Petkoff, Rojas y Luis Raúl Matos Azócar, actual ministro de Hacienda, formarán ahora la ``troika'' económica que tratará de calmar a los trabajadores y a los empresarios, así como negociar con el FMI, aunque el impopular Matos podría ser destituido la semana próxima si prosperase la moción de censura presentada por COPEI.
Además de Petkoff, el MAS incorpora al nuevo gabinete ministerial a Simón García, para las relaciones con el Parlamento, y mantiene a Pompeyo Márquez en el delicado ministerio de Asuntos Fronterizos (los incidentes con Colombia son muy frecuentes). Los tres líderes históricos del MAS tendrán la difícil misión de garantizar la política de Caldera ante los sectores más pobres y afectados por la línea económica y construir una concertación social creíble en los ámbitos financieros internacionales a los que Venezuela espera recurrir con urgencia.
La división de la izquierda y de la oposición, y los puentes tendidos a los empresarios, buscan dar margen de maniobra al presidente octagenario y de salud quebrantada que, según las encuestas, tiene en su contra a casi el 65 por ciento de sus compatriotas. Para reforzar la credibilidad de este golpe de timón, Rafael Caldera ha defenestrado a su hijo y presunto delfín Andrés Caldera, anteriormente secretario de la Presidencia con rango ministerial, quien queda fuera del gabinete y sin cargo alguno en el gobierno.
Hay que ver aún si, efectivamente, Caldera rectificará el rumbo económico hasta ahora seguido a pesar de mantener contra viento y marea a Luis Raúl Matos como ministro de Hacienda. Igualmente queda por ver si la incorporación de los viejos dirigentes del MAS al gobierno logra calmar a la oposición de izquierda y a los propios sectores que votaron por el MAS en el entendido de que sufragaban por una propuesta socialdemócrata, pero que ahora se encuentran con un viraje neoliberal que el propio MAS deberá aplicar en nombre de la unidad nacional.