Edgar Soberón Torchia
Kieslowski: viaje hacia la emoción pura
(Segunda y última parte)

El documental sobre el poder Judicial de Polonia nunca se completó. Pero, a raíz de esta experiencia, Kieslowski conoció a su tocayo, el abogado Krzysztof Piesiewicz, quien se convirtió, a partir de Sin fin (1984), en su co-guionista, incluyendo los diez filmes del Decálogo (1988), La doble vida de Véronique (1991) y la trilogía Tres colores (1993-94). Fue Piesiewicz quien le sugirió hacer una serie sobre los diez mandamientos del judaísmo, a fines de los ochentas, después de cuatro años sin filmar nada. Coincidiendo un día en la calle, ambos reconocieron los efectos que había dejado la ley marcial: caos, desorden, tensión, desesperanza, miedo del futuro, soledad y vidas sin sentido. Al respecto, dijo Kieslowski:``Había empezado a viajar al extranjero por ese tiempo, y observaba una incertidumbre general en todo el mundo. Y no hablo de política, sino de la vida común y cotidiana. Sentía una indiferencia generalizada detrás de las sonrisas corteses, y tenía la impresión de que observaba, cada vez más, a gente que no sabía por qué vivía. Entonces pensé que Piesiewicz tenía razón, aunque filmar los diez mandamientos fuera una tarea difícil''.

Los guionistas tomaron varias decisiones: harían una serie de diez filmes para la televisión (lo cual le otorgó rentabilidad y atractivo al proyecto, para su difusión internacional), en ambientes contemporáneos y fuera del ámbito político. Sea el país capitalista, socialista o lo que seala política es incapaz de resolver aspectos esenciales y fundamentales de la humanidad, aunque trace lineamientos, permita o prohiba acciones, y defina el trasfondo de nuestros actos. Tampoco da respuestas a cuestionamientos básicos: Cuál es el sentido de la vida? Por qué insistimos en seguir adelante? A Kieslowski le interesaba más la interioridad de la gente, definir el criterio del Bien y del Mal de acuerdo a cada personaje; buscar en el alma de sus protagonistas los motivos y las razones por los que no lograban lo que querían. Por otra parte, los guionistas optaron por ahorrarle a la audiencia todo lo desagradable y feo que vivían a diario: la política partidista, las colas de consumo, las libretas de abastecimiento, las tradiciones aburridas; y decidieron hacerles sentir que veían una especie de serial o telenovela, ubicando a todos los personajes en el mismo complejo habitacional, entrecruzándolos, dándoles breves apariciones a los protagonistas de cada historia en los otros relatos.

Vistos en su conjunto, los diez filmes se caracterizan por su coherencia, por su claridad de objetivos y por su definida fuerza motriz: un punto de referencia que puede ser llamado Dios o la Esencia del Bien y del Mal, un centro con un amplio radio que permite a cada quien interpretar las diversas motivaciones de las diez transgresiones. Por supuesto, los cineastas no recurrieron a historias tradicionales, sino que los relatos pueden ser oblicuos o tangenciales a los diez preceptos. En Décalogo 5 (estrenado en cine como Un filme corto sobre el homicidio), una de las cintas más populares y mejor recibidas por su estilo visual, su estructura ágil, su sencilla anécdota o su célebre escena del primer asesinato, que dura siete minutos, el mandamiento ``No matarás'' tiene varias lecturas: la del joven que asesina al taxista, la del sistema de justicia que lo ejecuta, y hasta la del abogado que se siente ``asesino'' al perder el caso.

En una reciente autocrítica, Kieslowski reconoció que no había narrado al ritmo lento que pide la televisión, que no reiteró la información ni logró que los personajes entrecruzados fueran identificables de un filme a otro, tres convenciones televisivas que intentan compensar las condiciones desconcentradas en que el televidente ve filmes en su casa. Pero rápidamente, el cineasta afirmó que haría lo mismo otra vez. Siguiendo su tradicional método de trabajo, los guiones surgieron del intercambio de ideas, varios filmes fueron rodados simultáneamente, y la improvisación que aportaron los elencos aumentó el nivel de autenticidad. Como prueba de su sello autoral, las diez películas poseen unidad, a pesar de haber sido filmadas por nueve cinematografistas, entre veteranos y recién egresados de escuelas de cine.

Después de estas diez películas, Kieslowski se abocó al mundo de la emoción pura y rodó en coproducción con Francia: Véronique, Azul, Blanco y Rojo. Sin embargo, ya en la filmación de Decálogo 6 (o Un filme corto sobre el amor), vivió una experiencia que no ha olvidado. Para rodar unos planos de la protagonista espiada en su departamento a través de un telescopio el equipo de rodaje se trasladó a un suburbio a 30 kilómetros de Varsovia, a temperaturas bajo cero. Allí, la ventana de un departamento de planta baja, haría las veces del espacio requerido por el guión. Mientras el resto del equipo dormía o veía videos pornográficos, Kieslowski rodaba, desde las 10 de la noche al alba, en el solitario paraje y sobre una torre de dos metros de altura, donde estaba la cámara. Con su cinematografista y dos asistentes, el cineasta le daba instrucciones a su actriz, ubicada a 70 metros de distancia, usando un micrófono defectuoso que le obligaba a desgañitarse. Cuando bajó a comer un bocado, y luego, durante toda una semana, Krzysztof Kieslowski se sintió inmensamente idiota, por el completo absurdo de su profesión. Posiblemente allí se le ocurrió anunciar su retiro.

Pero ojalá sea simplemente la necesidad de tomarse un merecido descanso. El sabe que su obra es necesaria, como cuando relata con entusiasmo el encuentro con una joven espectadora:``En un encuentro, en las afueras de París, una quinceañera se me acercó para decirme que había visto Véronique. La vio una, dos, tres veces, y sólo quería decir una cosa: que había descubierto que el alma existe. No se había dado cuenta antes, pero ahora sabía que el alma existía. Hay algo muy hermoso en esto. Valió la pena hacer Véronique por esa muchacha. Valió la pena trabajar por un año, sacrificar todo ese dinero, toda esa energía, ese tiempo, esa paciencia; valió la pena auto-torturarse, matarse, tomar mil decisiones, para que una jovencita de París se diera cuenta que existe algo que se llama alma. Valió la pena''.