El gobierno debe reconsiderar políticamente la decisión de privatizar la petroquímica ``secundaria''. Una vasta pluralidad social y política coincide en una posición contraria o radicalmente contraria a ese acto que parece inminente, y la diversidad de los presupuestos en que se apoya esa pluralidad está convirgiendo en la misma conclusión: no a la privatización.
La contrastación de tales presupuestos indicaría la diversidad ideológica de los grupos sociales y fuerzas políticas que, en esta materia, hoy se acercan y coinciden. Para algunos es asunto de principio inalienable: el petróleo y sus derivados son de la nación y, por tal formulación, ha de entenderse que son y deben ser propiedad exclusivamente estatal. Aquí se inscriben las varias corrientes del nacionalismo revolucionario (hoy, por cierto, reivindicado por la nueva dirigencia del PRI). Con discursos más difusos, las izquierdas coinciden con las corrientes señaladas.
Para un grupo más amplio (que incluye a los nacionalistas revolucionarios y a las izquierdas), la privatización es ilegal: por la vía de sucesivos actos administrativos, fue secundarizado un gran número de productos de la petroquímica básica, que la Constitución reserva como área estratégica exclusiva del Estado.
El petróleo está formado por una mezcla de hidrocarburos; éstos son compuestos orgánicos formados de carbono e hidrógeno, de los que existen tres clases: los hidrocarburos alifáticos (sus átomos de carbono forman cadenas abiertas); los acíclicos (tienen propiedades físicas y químicas similares a los anteriores, pero los extremos de cada cadena de átomos se unen para formar anillos); y los aromáticos (sistemas de uno o varios anillos de seis átomos de carbono). Los hidrocarburos constituyen la estructura fundamental de la química orgánica y de ellos, por sustitución de los átomos de hidrógeno por átomos o grupos inclusive de otros elementos, pueden obtenerse, por lo menos teóricamente, casi todos los compuestos orgánicos conocidos. En el petróleo predominan los hidrocarburos alifáticos y los aromáticos. Los primeros son los constituyentes únicos de las gasolinas y del gas. (Enciclopedia de la ciencia y de la técnica, preparada para Encyclopaedia Britannica.)La mayor parte de los productos que fueron vueltos secundarios durante los regímenes de De la Madrid y de Salinas por la vía de actos puramente administrativos, resultan del procesamiento químico industrial de estos ricos compuestos orgánicos y según expertos, pertenecen a la petroquímica básica. De ahí la inconstitucionalidad argumentada en contra de la privatización.
Constituyendo la estructura fundamental de la química orgánica, los hidrocarburos han sido utilizados, a lo largo, de un siglo, de una forma bárbara: quemados como energéticos. Ya cerca del umbral del siglo XXI, apenas cinco por ciento de los hidrocarburos extraídos de las entrañas de la tierra son procesados por la petroquímica para usos distintos del de combustible. Admitamos que nuestro escaso desarrollo científico humano de hace 100 años, no daba para más. Pero en la actualidad existe una amplia conciencia universal, especialmente en los países industrialmente desarrollados, de que en el más corto plazo posible este recurso no renovable debe dejar de ser energético combustible y volverse insumo de una petroquímica que lo transforme en textiles, alimentos, medicamentos, plásticos, y un inmenso número de todo tipo de productos para el consumo humano. La petroquímica, así, está tendiendo a convertirse en una de las industrias más importantes y de mayor futuro del próximo siglo, es decir, precisamente cuando nos disponemos a venderla mediante fórmulas que darán acceso casi sólo al capital extranjero. O acaso en medio de la peor recesión que este país haya conocido, con un sistema financiero en la cuerda floja y cercano al colapso y con tasas de interés cuyo principal resultado es elevar la pendiente de la curva de la cartera vencida, es posible que el capital nacional pueda tener acceso a las plantas que el gobierno quiere desechar?Al final de cuentas, por lo visto, ingenuidad: eso es la privatización que se quiere de la petroquímica ``secundaria''. Hay quienes conjeturan, o sospechan, o hasta afirman categóricamente, que esta privatización no sólo es parte de la ola neoliberal que los gobiernos de los países desarrollados y algunos organismo internacionales (FMI) vienen imponiendo (aunque sólo ``en los bueyes de sus compadres''), sino que, más específicamente, resultaría de compromisos políticos contraídos por el gobierno mexicano con el gobierno estadunidense, a propósito del rescate financiero frente al error de diciembre. Aún si así fuera, tales compromisos se inscriben en una ingenuidad del tipo matar a la gallina de los huevos de oro.
Un día los historiadores escribirán la historia de la inocencia tercermundista mexicana. Esta inocencia nace del realismo ingenuo (Abbagnano), del imaginario lacaniano, del imago de Jung. De las graves insuficiencias del conocimiento del mundo natural y social, incluido el carácter y alcance de la propia debilidad política en relación a los países dominantes.
Recuérdese el siguiente magno y desastroso ejemplo de ingenuidad tercermundista. El plan de desarrollo industrial de López Portillo partía de las siguientes lúcidas premisas: 1) de carácter general: en adelante tendremos que aprender a administrar la abundancia; 2) de carácter particular: a) el precio internacional medio del crudo aumentará en 7 por ciento en términos reales hasta fin de siglo; y, b) la tasa media de interés internacional se mantendrá deprimida (por momentos había llegado inclusive a ser negativa y, por tanto, era ``un gran negocio endeudarse''), entre otras razones debido a que la evolución del precio del petróleo mantendrá una enorme oferta financiera procedente de los petrodólares del mundo árabe: había que saludar con emoción embriagada la sagacidad y precisión de tan inteligentes previsiones!Tales premisas no tenían la más mínima relación con el mundo real. Surgían del completo desconocimiento de los procesos reales y de las políticas que venían instrumentándose en los países desarrollados. Aún antes de que el precio del crudo llegara a las nubes en los años setenta, tenía ya lugar una acelerada dinámica de múltiples transformaciones tecnológicas en el mundo desarrollado, cuyo propósito era abatir el consumo de hidrocarburos por unidad de producto: y no lo sabíamos!. Estados Unidos acumulaba grandes reservas de crudo, suficientes para influir decisivamente sobre la oferta mundial: y no lo sabíamos!, o no entendíamos sus propósitos. Después llegó Reagan cowboy con su brutal machismo financiero, y por vía monetaria contrajo violentamente la actividad de la economía estadunidense, sumiendo en una recesión profunda a gran parte del mundo. Y nos tomó totalmente fuera de la base!, porque nuestra ciega ingenuidad nos impedía prever nada. Como consecuencia de todo ello, el precio y la demanda de crudo se fueron al suelo y las tasas de interés al cielo, precisamente cuando habíamos acumulado una deuda externa cercana a los 100 mil millones de dólares: empezaron entonces los tres lustros perdidos que llevamos acumulados.
Hoy pretendemos vender la petroquímica secundaria al exterior, pudiendo ser una importante palanca del desarrollo nacional. Por qué no convertimos a Pemex y a la industria petroquímica en particular en una gran incubadora de empresas mexicanas? Por qué no una proporción significativa de las ganancias de la expansión petrolera y petroquímica sirve como instrumento de la justicia social? Acaso sea porque nuestro realismo ingenuo nos genera también miedo pánico de enfrentar en otros términos al gobierno estadunidense.