Dice Norberto Bobbio que el ``árbol de las ideologías siempre está reverdeciendo''. A pesar de que se ha declarado el fin de las ideologías y se han enterrado amplias doctrinas que en otros tiempos daban sentido a millones de personas, la lucha ideológica y las distinciones políticas siguen vigentes en México y dan sentido a las acciones que todos los días vemos en el escenario nacional. Sin embargo, tampoco se puede desconocer que las jerarquías, los referentes y los códigos de identidad han cambiado radicalmente en las últimas dos décadas. Una de las dimensiones de la crisis mexicana es, sin duda, la discusión y disputa sobre el proyecto de país en este final de siglo.
Las identidades políticas son el otro lado de la moneda de los intereses y de las alianzas. Lejos de que los encuadres de la geometría política hayan pasado de moda, siguen siendo los encargados de construir los referentes con los cuales podemos orientarnos en las relaciones sociales. Las identidades sobre las izquierdas y las derechas siguen dando ubicación a los proyectos en disputa sobre este país. No hay neutralidad en las temáticas complejas que llenan la agenda política del país, como la democracia, el libre comercio o la ecología. Quizá lo que ha cambiado en las últimas dos décadas es el lugar, el espesor y la amplitud de los referentes ideológicos. Hoy es muy difícil ubicar en un solo rasgo la complejidad social de un problema. En los años setenta con un solo adjetivo o una oposición era suficiente para darle sentido a una identidad: por ejemplo bastaba con nombrar ``eso es burgués'', o ``los revolucionarios pensamos que las cosas deben ser así'', y todas las demás piezas se acodaban después. Con el signo ideológico en la frente se incorporaba el significado, que por lo general era completo y excluyente, o por lo menos, incompatible. Ahora en los noventas nadamos en la complejidad, difícilmente se podrá encasillar en unos cuantos rasgos toda una visión del mundo; hoy una persona puede ser, al mismo tiempo, ecologista, ciudadano, demócrata y empresario y además, esotérico y gay, sin que una cosa sea más importante que la otra, y por supuesto, sin que exista ninguna contradicción.
Algunos de los acontecimientos políticos de la semana pasada pueden ser mirados desde esta perspectiva; enunciamos sólo tres casos a manera de ejemplos del problema: a) en los últimos días ha habido una polémica sobre la venta de la pretroquímica secundaria que piensa realizar el gobierno; al respecto hay dos puntos de vista encontrados que responden a una ubicación diferente de lo que es y debe ser el país. Por una parte, está el gobierno zedillista y por la otra, el PRD y la tradición cardenista; se trata de una diferencia ideológica o simplemente política? b) El PAN, que puede considerarse como un partido de derecha o de centro derecha, quiere definirse como un partido de centro, en palabras de su nuevo dirigente nacional, qué implica este objetivo?, qué alcances y significados puede tener esta intención? c) En la última convención bancaria el presidente Zedillo planteó que no habría cambios en la política económica y que el país va por el rumbo correcto; sin embargo, existen muchas voces críticas que señalan lo contrario, entre ellas se puede destacar la de Carlos Fuentes, quien en una conferencia en Monterrey indicó que el país está gobernado por un grupo dogmático y cerrado de tecnócratas y que las políticas oficiales son una ``fórmula para el desastre y la bancarrota'' (La Jornada, 16/III/95); es una diferencia de sentido común, o hay dos posturas ideológicas en juego?En México atravesamos por un momento en el que se están definiendo las nuevas reglas del juego político y económico. Todos los días se discute en la opinión pública el tipo de desarrollo económico, las formas institucionales para la gobernabilidad, la lucha por la igualdad y por la democracia. La posición de los actores políticos sobre estas temáticas los ubica en la geometría política. Si antes se sacrificaron libertades democráticas por un desarrollo, sostener hoy esa posibilidad resulta absurdo y cada vez más problemático para el país. Del mismo modo, si se quiere combinar un desarrollo económico sin poner al día los marcos institucionales y las prácticas de un estado de derecho, sólo se alimenta la confusión. Las izquierdas y las derechas, en sus versiones políticas y partidistas, tienen que responder a los grandes problemas nacionales para ubicar su identidad y no sólo hacer grandes discursos teóricos.
Las definiciones frente al actual modelo económico ya no pueden quedarse en el simplismo de aceptar que no existe otra vía o de que la actual es la mejor, cuando millones de mexicanos comprobamos todos los días, sin mucha teoría económica, que el gobierno zedillista nos tiene metido en un modelo que no funciona, o sólo sirve para un porcentaje menor de mexicanos. Seguir con la venta de las empresas públicas estratégicas no va a solucionar el desarrollo y el futuro de México, pero es coherente con un modelo ideológico neoliberal y responde a intereses y presiones que vienen del exterior.
Qué se va a hacer con la reforma del Estado?; en qué va a desembocar la reforma electoral?; qué opciones existen frente a pretroquímica secundaria?; por qué existe tanta cerrazón gubernamental a discutir la actual política económica y financiera?; qué proponen los partidos para combatir la desigualdad social y darle plena vigencia a las libertades cívicas?; cuál es la posición frente al problema chiapaneco?; qué es más importante para crear empleo: atender el mercado interno o seguir la ruta exportadora?; cómo se puede redefinir hoy la soberanía nacional y qué tanto la hemos perdido por el actual modelo económico?; la política financiera actual es la vía para incrementar el ahorro interno o se trata de otra esquizofrenia gubernamental que dice una cosa y hace la contraria? Las nuevas disputas ideológicas sobre el proyecto de país tendrán que definirse en respuesta a preguntas como las anteriores.
Más que grandes figuras retóricas, la ciudadanía necesita respuestas concretas y definiciones, y sobre todo, cauces institucionales para emitir su opinión libremente, de lo contrario sería absurdo una intensificación de la lucha ideológica. Este puede ser el sentido último de las reformas en puerta.