Los hijos de Luis Donaldo, olvidados por los colosistas
Juan Manuel Venegas, Roberto Garduño y Ciro Pérez A la casa de Ricardo Canavati Tafich, en el municipio de San Pedro Garza García, donde viven los hijos de Luis Donaldo Colosio y Diana Laura Riojas, ninguno de los que se dicen colosistas han llamado para preguntar por el estado o la salud de los dos niños.
Luis Donaldo, de 10 años y 4 meses, y Mariana, de 3 años y 3 meses, se encuentran bien. No les falta nada... casi nada. A la muerte de Diana Laura, el 18 de noviembre de 1994, quedaron bajo la tutela de su hermana Hilda Elisa Riojas, quien ha contado únicamente con el respaldo ``económico y moral'' de Ricardo Canavati.
Todavía, cuando Diana vivía, hubo algunas llamadas telefónicas. Quienes más lo hacían eran el entonces presidente Carlos Salinas, el candidato Ernesto Zedillo y algunos políticos del grupo cercano al candidato asesinado. Estaban interesados por el estado de salud de la esposa de Colosio Murrieta y, naturalmente, preguntaban por los niños. Pero los tiempos cambiaron.
Han transcurrido dos años del asesinato del candidato presidencial del PRI y lo que se distingue --afirman amigos de la familia-- es un grupo de políticos que ``aprovecharon'' las posiciones de Luis Donaldo Colosio, que vienen haciendo ``mucha grilla'' y que se han olvidado, prácticamente, de lo más importante, ``lo único que dejaron Donaldo y Diana: sus hijos''.
Los amigos dudan también de la multiplicidad de frases y palabras que ponen en boca de Luis Donaldo y Diana Laura, a quienes se les recuerda ``más bien reservados'' y ``muy prudentes para hacer algún comentario, sobre todo con lo relacionado con cuestiones políticas''.
Diana Laura terminó sus días ``muy enferma, triste y prácticamente no hablaba con nadie. En los últimos meses de su vida se volvió una persona muy desconfiada. Y hablaba sólo de sus hijos, del futuro de Luis y Mariana. A ellos sí escribió muchas notas, a sus hermanas, quizás a Ricardo (Canavati) también dedicó algunas notas, porque a él le pidió, ya que era el de su mayor confianza, que viera por sus hijos''.
Por su parte, Federico Arreola hace memoria y habla de los ``colosistas'' y del pleito casado que traían con Ernesto Zedillo. Relata: ``Colosio tuvo que intervenir y me pidió que les advirtiera a Hopkins, Soberanes y Palma, que primero se iban ellos antes que cambiar a Ernesto como el coordinador de la campaña''.
Colosio fue tajante en su instrucción a Arreola: ``Vas y les dices a Hopkins y Soberanes que no voy a cambiar de coordinador, que primero los voy a cambiar a ellos y que sé la razón por la que no quieren a Ernesto: porque no los deja despilfarrar el dinero''.
Director de El Diario de Monterrey, Arreola viajó al lado del candidato Colosio. Conoció y participó del ``ambiente en contra de Zedillo'' e incluso en un artículo del 7 de diciembre de 1993, llegó a escribir:
``Personas cercanas a Luis Donaldo Colosio piensan que José Córdoba se valió de la amistad existente entre el candidato y Zedillo, para facilitar la llegada de este último al cargo más importante de la campaña. Más grave que el ser calificado de imposición de Córdoba, es para Zedillo, y desde luego para Colosio, el hecho de que se esté viendo al coordinador de la campaña como un candidato alterno...''.
En esos tiempos --reconoce ahora Arreola-- me sumé al ``ambiente de los colosistas que querían quitar a Zedillo y fui muy injusto en algunos artículos'', por los que el mismo Colosio ``me reclamó, ya que desde principios de 1993, meses antes del destape, Donaldo me comentó que en caso de ser candidato llamaría a colaborar a Zedillo''.
Los colosistas, los puestos
Corrían los agitados meses de 1994. Ernesto Zedillo había asumido la candidatura presidencial del PRI y al interior del partido empezaban a repartirse las futuras nominaciones, con miras a las elecciones de agosto.
Del equipo de Luis Donaldo Colosio, ordenó el dirigente nacional priísta Ignacio Pichardo Pagaza, ``hay que acomodar a todos''. El mismo se encargó de ofrecer las posiciones que todos aceptaron.
José Luis Soberanes iría al Senado de la República; Samuel Palma y Guillermo Hopkins, a la Cámara de Diputados. Cesáreo Morales y Alfonso Durazo esperarían los cambios obligados por la sucesión. El primero, resucitó y ya está como presidente de la Comisión de Ideología del PRI, y el segundo, ahora en la banca, fue el coordinador de Comunicación Social del ex secretario de Gobernación, Esteban Moctezuma Barragán.
Otro más del grupo, Ricardo Canavati Tafich, empresario regiomontano, también había sido palomeado para ocupar un escaño en el Senado, candidatura que finalmente rechazó.
Pichardo hizo un último intento por convencer a Canavati. Reunidos en el restaurante Churchill, de Polanco, el dirigente partidista habría argumentado: ``Te proponemos al Senado porque así lo quería Colosio. Tú eras del equipo...''
El empresario, dicen los enterados, agradeció a Pichardo, pero le reviró: ``A mí Colosio nunca me ofreció nada, nunca platicamos de algún cargo para mí. Y como no me debe nada, no hay nada que cobrar''.
--Los demás sí van a aceptar --diría Pichardo.
--Esos son asuntos personales. Yo te pido que no me ofrezcas puestos o candidaturas por mi amistad con Colosio --rechazaría Canavati.
Camacho y la arremetida de colosistas contra Zedillo
En el equipo de Luis Donaldo Colosio --afirma el periodista Federico Arreola-- se distinguieron dos problemas, uno externo y otro interno: hacia afuera, la sombra de Manuel Camacho Solís, el entonces comisionado para la paz. Hacia dentro, las disputas entre el coordinador Ernesto Zedillo y el grupo de colosistas encabezados por José Luis Soberanes y Guillermo Hopkins.
El ``camachismo absurdo que crearon los medios de comunicación'', dice Arreola, ``perjudicó mucho la campaña, mucho, sobre todo en las primeras tres semanas que siguieron al nombramiento del Camacho como comisionado''.
Todo el equipo estaba desconcertado ``por el juego a Camacho'' y Luis Donaldo ``estaba seguro que ni le convenía (el nombramiento de Camacho) y sí, en cambio, lo sintió como un duro golpe''.
Arreola precisa su papel al lado de Colosio. ``Yo era su amigo y cuando lo nombraron candidato me invitó a acompañarlo en sus giras para platicar. Sólo eso, a Donaldo le gustaba platicar conmigo y para eso me invitó y por esa razón viajaba yo en el mismo avión, en el autobús y en los hoteles, generalmente quedábamos en habitaciones cercanas''.
Por esa confianza, la noche del 10 de enero, mismo día en que arranca la campaña y nombran comisionado a Camacho, ``le pregunté qué pensaba'' sobre el resurgimiento político del ex regente.
Esa noche, recuerda el director de El Diario de Monterrey, Donaldo dijo lo que siempre repitió en los meses siguientes:
``El presidente Carlos Salinas le da mucha importancia a Camacho y creo que el presidente se está equivocando, está confundido por lo que pasa en Chiapas y cree que con esto lo va a solucionar y, en realidad, lo va a complicar todo. No tomó la decisión correcta''.
--¿Lo planteó así al presidente Salinas?
--Sí, habló con Salinas, evidentemente, pero debo decir que siempre fue muy cuidadoso para hablar con el presidente. Creo que lo estimaba y creo que lo respetaba demasiado. Siempre tuvo un especial aprecio por Salinas y el presidente por él.
Sin embargo, para Arreola, ``si la figura de Camacho creció, al grado de opacar a Colosio y que los medios lo mencionaran aún como posible candidato, fue porque Salinas así lo decidió y porque, como decía Donaldo, se confundió. Estaba presionado, Chiapas lo rebasó y Camacho lo convenció''.
No obstante, aclara que Colosio ``nunca, jamás, pensó en renunciar. En cambio, siempre manifestó sus ganas de seguir adelante, porque decía que lo único que quedaba hacer era trabajar. Mantener su campaña''.
Del pleito de los colosistas con Zedillo, advierte que ``la idea de Soberanes y su gente era quitarlo de la coordinación de la campaña''.
Cuando la pugna entre colosistas y Zedillo ``creció de nivel'', Donaldo llamó a Arreola y le pidió ``un favor'':
``Mira --le dijo Colosio al periodista-- tú escribe lo que quieras sobre Zedillo y sigue el juego que quieras. Pero vas a decirle a Zedillo que yo no te he autorizado ninguno de los artículos en los que haces referencia a su papel en la campaña (como una imposición de José Córdoba) y quiero que se lo expliques tú mismo, porque él piensa que el responsable de lo que escribes soy yo. Tú sabes que no es así.
``Luego de que hables con Zedillo --siguió la recomendación del candidato-- vas y le dices a Hopkins, Soberanes y Palma que no voy a cambiar de coordinador. Les dices que primero los voy a cambiar a ellos antes que a Ernesto. Y que sé que no lo quieren por una razón: porque Zedillo no los deja despilfarrar el dinero''.