Esencial, escalrecer el caso Colosio: Congreso
David Aponte y Néstor Martínez Apurado, un hombre de traje oscuro, un ayudante, recorría los pasillos laterales del recinto senatorial y, discretísimo, invitaba: ``si quieren sentarse... por favor pasen a sentarse''. Con el dedo índice apuntaba a los escaños vacíos.
La mesa directiva comenzaba a pasar lista de asistencia, minutos antes del inicio de la sesión solemne por el segundo aniversario del magnicidio de Luis Donaldo Colosio. Muchos senadores no acudieron a la cita.
Iba y venía el hombre del traje oscuro a lo largo de los pasillos del salón de sesiones. Nervioso, amable, insistía en que los escaños fueran ocupados.
En unos cuantos minutos, los asistentes de los legisladores, las coordinadoras de las edecanes y los trabajadores administrativos del Senado pasaron a ser senadores por un día, senadores de a mentiras, cachirules.
Seriesotes, solemnes, justo como lo ameritaba el acto, los cachirules se instalaron en los escaños e intentaron tapar la ausencia, el desaire de los senadores de verdad.
Las cuentas de los reporteros coincidían: 45 cachirules y aún así quedaba una veintena de lugares vacíos. De alcanzarse el quórum, sería de panzazo.
En esas andaban, cuando la Secretaría terminó de pasar lista y cantó desde la tribuna: ``Señor presidente, hay 108 senadores en el salón... hay quórum''.
El general Alvaro Vallarta, presidente en turno, hizo sonar la campanita para dar inicio formal a la sesión solemne, mientras los periodistas reconfirmaban sus cuentas: no había más de 70 legisladores en el recinto.
Comenazaba entonces no una sesión solemne, sino una ``sesión de relleno'', a la que no acudieron varios priístas: los Moreno Uriegas, los Carvajal Moreno, los Arvizu Lara. Del PRD, sólo estuvieron el coordinador Héctor Sánchez y Cristóbal Arias; del PAN faltó casi la mitad de la bancada.
Los que no faltaron fueron los llamados colosistas. De traje oscuro, todos ellos: Guillermo Hopkins, Melchor de los Santos y José Luis Soberanes, ubicado a la izquierda del líder, prefirieron callar. Optaron por reservarse su ya conocida inconformidad con las averiguaciones.
Otro de los colosistas de hueso colorado, Cesáreo Morales, esta vez en calidad de senador cachirul, ocupó uno de los escaños centrales del recinto, como dos hileras abajo de Fernando Ortiz Arana.
Y es que más allá de las exigencias o de los buenos propósitos de la declaración conjunta, entre los senadores pareció prevalecer la idea de que difícilmente se llegará a conocer toda la verdad sobre el asesinato del ex candidato presidencial del PRI. Daba la impresión de que los senadores asistían a un segundo funeral, al funeral de la esperanza.
En tribuna, el coordinador de la Comisión Plural de Seguimiento, Angel Sergio Guerrero Mier, hablaba de las investigaciones, de una labor ``extremadamente difícil que aún no logra los resultados que el pueblo todo de México reclama y exige: el cabal esclarecimiento de los hechos''.
Pausado, detallaba cifras, estadísticas, números, de los dictámenes periciales, de las declaraciones, de las inspecciones oculares, de las audiencias, de las pruebas, de las sentencias absolutorias de Tranquilino Sánchez, de Vicente y Rodolfo Mayoral.
Y se preguntaba: ``Cómo negar entonces que ha habido deficiencias y omisiones en el curso de esos procesos achacables presumiblemente al cambio constante de investigadores que se dio inicialmente? Cómo desechar que hubo conductas y acciones francamente sospechosas en materia de las primeras averiguaciones en Tijuana que se tradujeron en cambios al escenario del crimen, en insuficiencias en materia de declaraciones testimoniales, en ocultamiento del dictamen de la autopsia real al cadáver de licenciado Colosio que seguramente contenía la especificación de los calibres de las armas con que lo privaron de la vida?''.
Guerrero Mier agregaba que el esclarecimiento del homicidio de Lomas Taurinas se encuentra en un momento ``crítico y delicado'', pero mencionaba que los mexicanos no deben permitir que el asesinato quede impune. ``La exigencia de justicia plena sigue en pie!'', remataba.
Los senadores y los cachirules aplaudieron el informe de la Comisión, las cifras, las estadísticas y el manifiesto político.
Vino entonces la declaración conjunta de las tres fracciones parlamentarias y Vallarta Ceceña insistió en el esclarecimiento del crimen y en el castigo a los culpables.
Paradójicamente habló de no caer en la indiferencia, de seguir en busca de la verdad, de avanzar en las investigaciones. ``El tiempo que hoy nos separa del 23 de marzo de 1994 ha ensanchado la brecha entre al agravio y justicia...''.
Al final de la sesión de ``relleno'', de trámite, más aplausos, un minuto de silencio, y la frase lapidaria de un senador priísta:``Si las investigaciones de la PGR son como este acto solemne, pobre Colosio!''.