Primera escena: un ajuste de cuentas de la mafia. Un automóvil estalla y de inmediato los créditos reproducen el ascenso, el vuelo y caída de un hombre sobre un fondo flamígero donde se confunden los trazos horizontales y verticales, multicolores, del neón de Las Vegas. La secuencia es del diseñador Saul Bass (que en 1960 imaginara los créditos de Psicosis de Hitchcock). Este inicio de Casino, de Martin Scorsese, plantea en pocos minutos lo que será la estilización de la corrupción y la violencia por espacio de tres horas. Una nueva épica de la mafia, desmesurada y verbosa, al estilo de Buenos muchachos (Goodfellas, 92), cinta que podría ser la primera parte de un díptico formidable. La referencia al lenguaje bíblico es transparente.Desde Mean streets hasta Cabo de miedo, muchas cintas de Scorsese han sido parábolas vigorosas del poderío del mal en la sociedad contemporánea, de la ausencia de la gracia y de la orfandad espiritual del hombre. El tema complementario de la soberbia ha sido la base de personajes muy fuertes en las cintas de Scorsese. En Casino, Sam ``Ace'' Rothstein (Robert de Niro), Ginger McKenna (Sharon Stone) y Nicky Santoro (Joe Pesci) son tres voluntades de poder que se entrelazan y aniquilan mutuamente. Las Vegas es el decorado ideal para este juego de masacre.
En los años setentas, una década que se sueña glamorosa, La Vegas es un microcosmos del arribismo y mal gusto de la clase media norteamericana. Scorsese captura algo de ese delirio de grandeza en los interiores kitsch, en los armarios repletos, en los 25 cambios de vestuario de De Niro, y en los 40 de Sharon Stone, en los colores chillantes, en la joyería fantasiosa y grotesca que ostentan los personajes. Los setenta: los Rollings Stones referencia obsesiva, Brenda Lee, Los Velvetones, Eric Burdon y La casa del sol naciente, con su advertencia moral: ``Madre, dile a tus hijos..."; en total, 55 canciones.
Las Vegas, el sitio de elección de muchas mitologías gastadas desaparecerá; en su lugar (réquiem melancólico con música de Bach), aparecerá una nueva ciudad invadida por los centros comerciales y los fast-foods una Disneylandia de los juegos de azar, aséptica y vacía. Paralelamente surge el tema del amor no correspondido, de la confianza ultrajada, del colapso de la amistad. Para ilustrarlo, Scorsese elige como referencia El desprecio (62), de Jean-Luc Godard soberbia radiografía del desencuentro amoroso, y utiliza, en amplias vistas de Ace y Ginger en el desierto, el tema musical de Georges Delerue.Casino es la desmesura de un Scorsese megalómano, el gusto por la parábola religiosa, y por la metralla verbal que ahoga al resto de las detonaciones. Es el thriller moral, el casi western crepuscular, que describe una época de vulgaridades y lustres engañosos en la que Ace Rothstein, un hombre que ha sobrevivido a la caída sucesiva de varios gángsters, llega a controlar los engranajes de la corrupción en los casinos, la red de complicidades con la mafia y la policía, y el arte de la simulación detrás de subalternos, sólo para sucumbir a las mañas del ex colega Nicky Santoro (el viejo estilo pendenciero) y al atractivo e histeria de Ginger, jugadora y buscona de lujo súbitamente promovida a la categoría de ama de casa. Ace Rothstein es el hombre de confianza de la mafia, el ser obsesivo en su control maniático de cada actividad de su pequeño imperio, desde las mesas de juego hasta la cocina misma del casino Tangiers. El animal del orden.
Casino se basa en la historia real de Frank ``Lefty'' Rosenthal, Anthony Spilotro y Geri McGee (Ace, Nicky y Ginger, respectivamente), narrada por el guionista Nick Pileggi en un libro homónimo. A través de ellos, Scorsese describe el ascenso y caída del sindicato del crimen en Las Vegas a finales de los setenta. Característicamente, la brillantez formal de Scorsese y su estupenda dinámica narrativa superan el interés de sus propuestas temáticas. Casino no es la excepción. El espectador medio tiende a preferir la acción y entretenimiento de una cinta como Fuego contra fuego (Heat) y a lamentar la duración de Casino, cuando en realidad ambas cintas tienen una extensión parecida.
En la cultura de masas donde Corazón valiente y Babe son favoritos máximos, una aventura personal de esta naturaleza aparece de inmediato como un exceso, y su realizador como un perdedor seguro.
Casino, violentísima fábula sobre perdedores profesionales, es ante todo una gran lección de solvencia artística en el cine.