José Joaquín Blanco
Más leyes contra quién?

Con estentóreos aplausos se proclama la promesa gubernamental, encabezada por una catarata de reformas legales, de mano dura al hampa. La situación de inermitud de la sociedad ante cualquier violento y los violentos siguen saliendo, en un 90 por ciento, especímenes de la propia policía y del propio gobierno, como es más que evidente explica un tanto semejante entusiasmo.

Pero quedan muchos temores. Uno, si la criminalidad proviene casi siempre de la autoridad, darle a ésta mayor poder redunda en volver más peligrosos a los propios criminales, y más inerme al ciudadano pacífico. Señor: usted, de qué aplaude?Otro, un sistema de gobierno que lleva décadas de total incompetencia en las esferas política, económica y social, le apuesta ahora a la violencia oficial como la gran solución la única: no se le ha ocurrido otra cosa a todos los problemas de México: nos presenta la violencia policiaca como nuestro nuevo mesías, como nuestra nueva ``administración de la abundancia'', como nuestro nuevo TLC. Deveras, deveras, pertrechando más a los policías-criminales y a sus jefes, tanto de leyes como de armas, vamos a encontrar respiro, o sencillamente estamos multiplicando nuestros males con tan proclamados remedios? ``Bienestar para tu familia'' igual a prepotencia policiaca y judicial.

Sin resolver ninguno de los incendios económicos, políticos y sociales que ellos mismos han prendido, nuestros gobernantes de repente suspiraron con alivio. Así, de la noche a la mañana descubrieron que el sabio pueblo de México había comprendido por fin por fin que el desempleo, la devaluación, la carestía, la descapitalización, el hampa política, las masacres políticas, no tenían tanta importancia. Por arte de magia el gobierno quedaba perdonado de todos todossus ``errores de diciembre'' y de sus casos Colosio y Ruiz Massieu; y galardonado nuevamente con atavíos de redentor y protector social contra el hampa.

La sociedad mexicana, bañada en llanto, lo perdonaba de todo: se disculpaba de su actitud reciente, de sus críticas y rencores, de sus pérdidas y heridas, y le suplicaba de rodillas que, por favor, la defendiera... de quién? De los hampones del mismo gobierno. En asaltos, secuestros, masacres y asuntos del narcotráfico hay puro funcionario o agente gubernamental.

Nuestros próceres, tan llenos de jitomatazos, sacaron a relucir los uniformes mesiánicos del salinismo: eran, nuevamente, dispensadores de dones. Cuáles eran esos dones? Nuevamente, cambiar las leyes. Y quiénes habían hecho esas leyes antiguas ``diseñadas como para proteger a la delincuencia organizada''? Pues ellos mismos!El policía del gran garrote es solución primermundista de la Era de Reagan. En Estados Unidos se ha reinstaurado la pena de muerte. Varias ONG feministas europeas, con sus sucursales mexicanas, han propuesto con entusiasmo la castración como castigo a los violadores. Por qué no volver también a la práctica medieval de mutilar brazos, manos, narices, orejas de rateros o traidores? En días recientes, el Estado de Israel ha decidido que es civilizado y legal combatir a los terroristas suicidas de Hamas con represalias contra todos sus familiares, como dinamitarles sus barrios. En la Edad de Piedra se vengaban así los agravios: contra todo el clan. La propia Biblia permite la venganza no sólo contra los familiares del delincuente, sino contra todos sus descendientes hasta la vigésima o centésima generación. La violencia gubernamental es la nueva moda. Le ha dado gran popularidad a Fujimori. Pobre fin a la moda gubernamental de los derechos humanos, así burlada antes siquiera de empezar a actuar!En todos los países la justicia ha sido desplazada por el sistema leguleyo, que asigna el monopolio de la legalidad a la gente rica (incluso millonaria: lo que cuesta una ``inocencia'' a la O.J. Simpson). Pero en México ese travestismo de la ley en elaboradísimos trucos caros para la secta adinerada siempre se ha dado a lo bestia, comprando policías, investigadores y jueces, y hasta políticos de alto nivel. Quién nos garantiza que las leyes cada vez más violentas y crueles han de ser aplicadas contra los verdaderos delincuentes, y no contra cualquier vecino de mala suerte a quien se le cargue el sanbenito?Algo más escandaloso, si cabe, que los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu fue el sistema judicial y policiaco que descubrieron. La arbitrariedad y la tontería se dan la mano con la corrupción y la ley de la selva en nuestro tricolor sistema de justicia. En Estados Unidos, Ruiz Massieu logró una cadena de sentencias absolutorias, demostrando la inepcia y la delincuencia de nuestra propia legalidad y de nuestras prácticas habituales de gobierno.

Y ellos los violentos, los incompetentes, los corruptos y arbitrarios de siempre habrán de tener más armas y leyes contra... quién? No será para castigarse a sí mismos.

Nada es nuevo en México. Hasta la desmemoria resulta habitual. Hace dos décadas el ``general'' lopezportillista Arturo Durazo también lloraba por la debilidad de la policía ante el hampa. Y hubo grandes concesiones al aparato represivo del Estado, y muchas leyes y reglamentos, con los resultados de todos conocidos.