La Jornada 22 de marzo de 1996

Tacho: ``gobierno de criminales''; lenguaje lamentable, le replican

Jaime Avilés, enviado, San Cristóbal de Las Casas, Chis., 21 de marzo Entre el silencio de los delegados del gobierno y la creativa indignación de los asesores e invitados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), la sangre todavía tibia de otros tres campesinos muertos en un poblado no lejos de aquí salpicó esta noche el diálogo por la paz en Chiapas. Y la pregunta vuelve a ser: ¿continuará mañana?

Algo terrible tuvo que haber sucedido en el corazón de los dirigentes zapatistas, porque pocos minutos después de haber solicitado a los participantes de la mesa número 6 que dejaran de ridiculizar a ``las piedras que están sentadas frente a ustedes'', el comandante Tacho se presentó en la mesa número 1 y con un gesto de rabia que se le transparentaba en el pasamontañas y en un lenguaje durísimo describió a los emisarios del régimen como ''empleados de un gobierno de criminales''.


Jesusa Rodríguez se dirige en el lenguaje de los sordomudos
a la delegación gubernamental. A su lado, Rafael Barajas,
El Fisgón. Foto: Raúl Ortega

Pero vayamos por orden y aclaremos, ante todo, a qué clase de piedras se estaba Tacho refiriendo.

Silencio y gas

A las 10:30 de la mañana, mientras se iniciaban los trabajos en las seis mesas de San Cristóbal y en la única y séptima de San Andrés Sacamch'en (a donde se tuvo que ir, como a un destierro, el maestro Federico Campbell), decenas de policías de la Dirección de Seguridad Pública del estado, con armas de alto calibre y gases lacrimógenos, llegaron disparando contra unos 40 campesinos que desde 1994 ocupan el predio Gran Poder, en el municipio Nicolás Ruiz, a un lado de Teopisca.

En el ex convento de El Carmen, aquí en San Cristóbal, mientras tanto, los asesores e invitados del EZLN comenzaban a extrañarse porque los delegados del gobierno acababan de convertirse en monjes trapenses, que guardaban absoluto silencio ante las propuestas que llovían sobre el fieltro de todas las mesas del diálogo.

Alfonso Moreno Alvarez estaba bebiendo pozol en la puerta de su pobre cabaña de tablas, allá en el predio Gran Poder, cuando lo derribaron las balas. En medio de una súbita nube de gases que, dice mi fuente, ``ardían como por dentro de la nariz'', el campo se estaba llenando de figuras azules, de cascos, de gritos y voces y ruidos de muerte.

Unos minutos después, mientras los policías enviados por Eraclio Zepeda mataban a José Lara Santis y a Guilebaldo Ramírez Reynoso allá en Gran Poder, aquí en San Cristóbal, en la mesa número 1, alguien hizo una pausa y continuó leyendo en voz alta ``Apelación democrática'', la ponencia que mandó por el fax de la editorial Clío el historiador Enrique Krauze, en el párrafo que dice:

``Un personaje colectivo confluye también en esta hora decisiva: los indígenas de México, en particular los de Chiapas. La articulación política de su reclamo es nueva pero sus agravios son anteriores a todos nuestros siglos. Hasta ahora su propuesta no sólo ha sido sorprendente: ha sido ejemplar, pero la empaña su recurso a las armas...''

Jesusa y las manos

Dos horas más tarde, cuando llegué a la mesa número 6, abierta que había sido para que zapatistas y gobierno dialogaran sobre los medios de comunicación y la democracia, Carlos Monsiváis, Neus Espresate, Francisco Huerta, Raúl Jardón, El Fisgón Rafael Barajas, Vlady, Jesusa Rodríguez, Esther Kravzov y muchos otros periodistas, escritores y estudiosos del tema escuchaban la ponencia de Juan Villoro, que estaba a punto de concluir.

Afuera, en el pasillo, se comentaba en voz baja que en la mesa 1 Luis Javier Garrido acababa de proponer la renuncia de Ernesto Zedillo como un paso indispensable para la transición democrática, una idea ante la cual no habían chistado, ni a favor ni en contra, los delegados del gobierno.

Cuando Villoro finalizó, entró al quite Rafael Barajas para sugerir que se investigue cuánto dinero ha dado el gobernador Roberto Madrazo a las publicaciones de la familia Cantón Zetina; cuánto dinero reciben todos los diarios de parte del gobierno; a cuánto asciende el presupuesto que el gobierno despilfarra en El Nacional, y por qué no se establece el derecho de réplica en la televisión así como existe en la prensa.

Luego otro señor habló acerca de los teatros del IMSS que serán transferidos a Televisa, y por último un representante del tonto del pueblo dijo que era el momento de empezar a considerar seriamente una profunda reforma electrónica, similar a la reforma agraria, para que los canales que hoy poseen Televisa y Televisión Azteca sean expropiados y parcelados, como ejidos, en beneficio del más amplio número de grupos de solicitantes de espacio, presencia y voz, de modo que la televisión privada se restrinja al ámbito exclusivo del cable.

A las dos en punto, en todas las mesas, los delegados del gobierno abrieron la boca por primera vez en el día para recordar a los moderadores que era ya la hora de comer. Y durante los 120 minutos que transcurrieron antes que los relojes marcaran las cuatro, en todos los sitios donde se masticaba y bebía, muchos invitados de los zapatistas empezaron a fraguar triquiñuelas para protestar por lo que alguien llamó ``el silencio de los borregos'', aludiendo, claro, al título de una famosa novela de terror.

Unos decidieron colocar efigies de cartón en las mesas y dirigirse únicamente a ellas y no a los falsos trapenses; otros pensaron en hablar con Monsiváis y pedirle que él y Sergio Pitol se encadenaran a una puerta para lograr que la noticia saliera en la tele. Un músico decidió presentar su ponencia cantada en forma de rap y...

Se reanudaron los trabajos. En la mesa 6, luego de un extenuante debate sobre el silencio impertérrito del gobierno, la actriz Jesusa Rodríguez tomó la palabra y dijo: ``Para que los delegados de la Gobernación me comprendan, voy a hablar en lenguaje de sordomudos'', y ante las cámaras de la prensa y la televisión desarrolló una hilarante catilinaria pantomímica. Pero los delegados del gobierno tampoco acusaron recibo.

Renuncia aprobada

Pasaban las seis de la tarde cuando los miembros de la Gobernación cayeron en la cuenta de que el tiro iba a salirles por la culata. Puesto que quien calla otorga, en la mesa 1 Luis Javier Garrido, Antonio García de León y muchos otros asesores del EZLN luchaban para que en la relatoría constara que ``los asistentes aprobaron todas las propuestas por consenso'', entre ellas incluida la renuncia de Zedillo y las más diversas reformas a la Constitución.

Y mientras Roberto Alvarado --a quien no hace mucho sus condiscípulos de la UNAM llamaban El rábano--, ahora en su caracter de subjefe de la delegación oficial demandaba que la relatoría dijera ``todos los ponentes estuvieron de acuerdo con sus ponencias'', llegó al ex convento la gente del predio Gran Poder y la sangre de sus muertos y heridos cayó, fresca y tibia todavía, sobre la absurda parodia de diálogo.

Tacho estaba con los invitados de la mesa 6 diciendo: ``Ya protestaron, ahora tienen que seguir haciendo propuestas; aquí lo importante es que digan ideas para el país, no para las piedras que están sentadas delante de ustedes''. Y al salir de allí me dio un ataque de risa porque en la mesa 5 Superbarrio hablaba con su máscara roja y su capa de plata ante unos desconcertados representantes del gobierno, a quienes exhortaba a cambiar de actitud porque estaban poniendo la paz en peligro.

Y seguía riéndome en medio del patio cuando vi a dos mujeres que lloraban y a un campesino que temblaba en las manos y en las piernas, y que no dejó de estremecerse hasta contagiarme su trepidación, mientras me narraba las escenas terribles que había atestiguado en el predio Gran Poder. Si algo lo torturaba era pensar que Esteban Cruz Jiménez estaba sentado bebiendo su jarrito de pozol cuando le pegaron las balas en el pecho. Si algo lo desquiciaba era recordar que la policía no consintió que los desalojados levantaran a sus muertos y a quién sabe cuantos heridos. Si algo le partía el corazón fue cosa que ya no dijo porque se echó a llorar aplastándose el sombrero contra la cara.

Así que Tacho, al enterarse, acudió a la mesa 1, y al cabo de una larga espera empuñó el micrófono y advirtió a la delegación encabezada por quien otrora fuese El rábano: ``Quiero hacerles notar que hoy tienen a su cuenta a tres compañeros indígenas que hoy fueron capturados y asesinados. Quiero hacerles notar este dolor que sentimos por ellos; que el gobierno que representan es un gobierno de criminales, de sordos y de mudos; el gobierno de los criminales, el del asesinato, el de la desaparición, el de la tortura, el del encarcelamiento, el del desalojo.''

Ante el estupor y la indignación de unos y otros, Tacho agregó: ``Hemos visto que traen boca, pero se han demostrado mudos, porque traen la boca llena de billetes, y a la mejor traen las instrucciones de que esto sea para romper este diálogo, que hemos demostrado con la voluntad clara, real y formal del EZLN.''

Roberto Alvarado, en su turno, ``lamentó'' no las muertes ni las agresiones sino ``el lenguaje que aquí se ha usado'', y advirtió que ``si esto sigue así, nos paramos y nos vamos'', porque, dijo, ``aquí no vengo para que me regañe nadie o para recibir acusaciones infundadas''.

Era visible que Alvarado estaba perdiendo la cabeza, de modo que Pablo González Casanova, a nombre de la Conai, no propuso sino que impuso un receso que de inmediato se hizo extensivo a las mesas restantes. Pero entonces entró en escena Uriel Jarquín, subsecretario de Gobernación del gobierno de Chiapas, y en una conferencia de prensa en el patio denunció que ``tras el pacífico desalojo del predio Gran Poder, cuando la policía trasladaba a los detenidos a Tuxtla Gutiérrez, el convoy fue emboscado por hombres armados, que dieron muerte a dos policías e hirieron a 16''.

A una pregunta de los reporteros, Jarquín afirmó que los desalojos proseguirán en todos los predios invadidos que no están dentro del programa anunciado el martes por Ernesto Zedillo, según el cual en Chiapas el problema agrario quedó resuelto. Luego de insistir en que había dos policías muertos, el funcionario dijo que no tenía información sobre la muerte de los tres campesinos.

Y hacia la medianoche, mientras el EZLN daba una emotiva conferencia de prensa para reiterar su disposición a continuar con el diálogo, al tiempo que la delegación del gobierno permanecía encerrada deliberando, en Tuxtla Gutiérrez el secretario de Gobierno, Eraclio Zepeda, anunció sorpresivamente que no había ningún policía muerto, que no se había practicado uno sino tres desalojos y que el programa -el macabro programa, cabría enmendar- no se suspenderá bajo ningún concepto.

Esta medianoche en San Cristóbal muchos de los escritores que se encuentran aquí como invitados para hablar de la paz se preguntan si la dinámica de los hechos no los obligará a convertirse, de un momento a otro, en corresponsales de guerra.