Se reanuda el diálogo EZLN-gobierno con un minuto de silencio por los tres campesinos muertos Rechaza la representación gubernamental críticas sobre su mutismo; esta vez le toca escuchar, afirma
Jaime Avilés, enviado, San Cristóbal de Las Casas, Chis., 22 de marzo Con una cerrada ovación que duró minuto y medio, puesta de pie la sala entera, los invitados y asesores del EZLN expresaron su total apoyo esta noche a los tristes hombres del municipio Nicolás Ruiz, que vinieron al diálogo por la paz en Chiapas a relatar cómo los desalojó la policía, dando muerte a tres de sus compañeros en un operativo pretoriano en que 112 campesinos fueron detenidos y cinco más continúan desaparecidos hasta el momento.
La inesperada presentación de estos pálidos, huesudos, zarrapastrosos e invictos habitantes del reino de la miseria cerró una jornada que se inició al mediodía con sentidas excusas de la delegación oficial por el mutismo de piedra que mantuvo la víspera, y hasta con un minuto de silencio en memoria de los campesinos asesinados por Seguridad Pública del estado.
Sin embargo, la contricción de los emisarios del régimen no toleró que en la mesa 1 permaneciera una ofrenda fúnebre, hecha con flores, ramas, piedras y velas, que los invitados del EZLN habían colocado siguiendo las indicaciones plásticas y rituales de los habitantes originales de estos parajes del miedo. Así que en un clima de concordia recuperada a partir de la muerte inútil y absurda de los campesinos, algunos de los intelectuales más notables abandonaron la sala con flores en las manos para trasladar la ofrenda al patio, y el diálogo se reanudó en medio de la súbita locuacidad de quienes ayer por consigna estuvieron, como la propia muerte, tan callados, tan callados.
Orejas y rabo
Hacia la una de la tarde, mientras en los pasillos la gente se preguntaba si había noticias de nuevos desalojos, como los que vaticinara el cuentista Eraclio Zepeda la víspera, una voz empezó a correr, siempre la misma, como un alambre que pasaba a través de los oídos de reporteros y fotógrafos: estaban llegando Cuauhtémoc Cárdenas, Adolfo Gilly, Samuel del Villar y Andrés Manuel López Obrador.
De inmediato se organizó el revuelo. Cárdenas, en el centro de un enjambre de periodistas, recorrió el patio del ex convento de El Carmen, caminó ante las oficinas del gobierno, la Cocopa y la Conai, se detuvo a echar un vistazo a la mesa 6, donde el día anterior Jesusa había ejecutado su ponencia para sordomudos, y continuó hasta el jardín interior donde el sol bostezaba en los rosales y los guaruras especulaban acerca de si vendrá o no vendrá a Chiapas el cineasta Oliver Stone.
El presidente de la delegación oficial en la mesa 1, Roberto Alvarado, no ocultaba su disgusto porque en la crónica de ayer este enviado cometió la indiscreta inexactitud de informar que cuando Alvarado era joven sus condiscípulos lo apodaban El rábano, siendo que en realidad le decían El rabo, un mote que provocó la ocurrencia de cierto ocioso, en el sentido de que entonces la 1 era una mesa taurina porque había en ella toda clase de orejas y hasta un rabo, chiste que los periodistas no acertaron a celebrar tal vez por ignorancia o porque la fatiga ya se empezaba a sentir.
Apostar al fraude
Después de la comida, en verdad ocasión propicia para la comidilla del día, la cual no era otra que el patético nivel de las intervenciones de los asesores del gobierno, la mesa 1 recibió la ponencia de Cárdenas, una reflexión sobre la aldea cibernética o la globalización virtual de la galaxia de Internet, que los grupos dominantes del planeta, basados en la teoría del fin de la historia, utilizan como coartada para destruir la soberanía de los Estados nacionales.
Antes del almuerzo Cárdenas había saludado a los comandantes zapatistas, los felicitó por haber construido espacios para el diálogo plural de la sociedad y les pidió que le enviaran un saludo muy caluroso a todos los dirigentes del EZLN y al subcomandante Marcos.
López Obrador, sorprendido por el generoso donativo de los zapatistas para la magna colecta popular que servirá para comprarle al gobierno la industria petroquímica, tomó asiento junto al comandante Tacho y leyó una ponencia sobre el futuro de la democracia, luego de advertir que si los rebeldes del Sureste habían declarado la guerra para hacer la política, ahora toca a la sociedad hacer la política para evitar la guerra.
Aunque mirando a Roberto Alvarado, es decir, a la representación del gobierno, López Obrador habló para los delegados de la sociedad civil que lo rodeaban en calidad de asesores e invitados de los zapatistas. Y en un tono pleno de optimismo, auguró que la democracia será realidad muy pronto en México, porque ``a la dictadura de la corrupción'' ya no le queda más esperanza que apostar a la ``elección de Estado'', esa vieja modalidad del fraude que consiste, dijo, en contratar a 100 mil o 200 mil promotores del voto, ponerlos a trabajar durante diez meses antes de los comicios, encargarlos de detectar, comprar y articular a los votantes del PRI, eliminando a los simpatizantes de la oposición, para asegurar así el triunfo de los candidatos del régimen.
Un mecanismo que en Tabasco hizo que cada voto a favor de Madrazo costara 250 dólares y que debería, añadió, ser estudiado con detenimiento para descubrir ``las posibles relaciones entre fraude electoral y crisis financiera, como lo plantea Margaret Thatcher en sus memorias''.
Gritos y susurros
Mientras en las mesas todo fluía dialéctica pero inequitativamente, porque los invitados zapatistas seguían con el diluvio de ideas y los asesores del régimen apenas si lograban balbucir generalidades abstrusas, en las oficinas de la delegación del gobierno Marco Antonio Bernal soltó la ira de su ronco pecho para reclamarle a Pablo González Casanova el comunicado que la Conai emitió el jueves, condenando la matanza del municipio Nicolás Ruiz.
Y por la noche, después de los agotadores trabajos de las siete mesas, los comandantes zapatistas y sus invitados y asesores dieron una conferencia de prensa en la cual cedieron todo el espacio a cuatro campesinos de Nicolás Ruiz, precisamente.
Con la inequívoca expresión de quienes acababan de verse ante el mismísimo chamuco, intoxicados al menos en la memoria con el olor de los gases lacrimógenos y los horrores de los golpes y los tiros que habían llovido sobre ellos y sus hermanos, los cuatro voceros desmintieron, en primer lugar, que hubiesen emboscado a la policía, cuando ésta se retiró del predio Gran Poder luego de perpetrar la matanza.
``Nosotros somos pobres'', dijo uno de los indígenas. ``Sólo nos dedicamos a trabajar para darle de comer a nuestros hijos. No somos violentos ni le hacemos daño a nadie. Por qué nos mataron así?''.
Otro afirmó: ``Las tierras son nuestras, le corresponden al pueblo. Para qué trajeron tanta Seguridad Pública, tantos federales y judiciales? Después de lo que pasó, nosotros no estamos convencidos, no estamos contentos. Nosotros somos gente que no valemos para el gobierno, pero tenemos dignidad. Y mientras más nos den los golpes más nos vamos a seguir uniendo''. Y dijo más: ``Los que murieron no son animales, eran cristianos como todos. Ahora hay que sepultarlos, pero los demás vamos a seguir luchando y a seguir uniendo. Porque aunque seamos gente que no valga para el gobierno, nosotros tenemos dignidad''.
En este punto fue cuando todo el auditorio del ex convento se puso de pie y desató una larga ovación de rabia, mientras algunos gritaban: ``Dig-ni-dad! Dig-ni-dad!'', y el sonsonete de la palabra se transformó en un estruendoso palmoteo, hasta que por último retomó la palabra el comandante David y sintetizó estos 27 meses de guerra zapatista: ``Estos compañeros murieron hoy, pero no sabemos cuántos morirán mañana, cuántos pasado mañana. Esta ha sido una de las causas principales de nuestro levantamiento armado... Puede que vayamos a seguir sufriendo, pero ahora será distinto porque ya somos muchos que nos hemos unido para resistir''.