San Cristóbal de las Casas, Chis., 22 de marzo Entre octubre y noviembre del año pasado el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) llevó a cabo un Conteo de Población y Vivienda que no surgió, como podría creerse, de una iniciativa del ``gobierno'' de Ernesto Zedillo, sino de una exigencia de la Organización de Naciones Unidas. La historia se remonta a 1980, cuando el INEG (todavía sin la I), entonces a cargo de Sergio Mota Vela, efectuó el peor censo de población que se recuerde en la historia de las ciencias demográficas.
Para que un censo tenga validez científica no puede rebasar un margen de error superior al 0.2 por ciento. Pues bien, el de 1980 mostró un margen de error de más de 4 por ciento, con lo cual se convirtió en un auténtico adefesio. Si esto era de suyo muy grave, peor fue que el censo de 1990 se basó en la distorsionada información del trabajo precedente. Es decir, a partir de un delirio estadístico el gobierno de Salinas levantó el perfil demográfico de un país imaginario que no guarda ninguna relación con México.
No deja de sorprender que, en la era de la cibernética, las estadísticas en materia de población sean de una calidad notablemente inferior a los trabajos que se hacían con un lápiz. El primer censo de población que se realizó en el país después de la Revolución fue el de 1930. Según los expertos, si comparamos los indicadores de este trabajo con los de 1980 y 1990 encontraremos un abismo en términos de exactitud.
A vuelo de pájaro
El sistema político mexicano nada ha hecho por estimular el desarrollo de la ciencia demográfica, una disciplina que sólo se estudia como maestría o como doctorado, no como licenciatura. El pequeño grupo de especialistas que domina este coto cerrado lo forman apenas unas cuantas ``estrellas'': el doctor Gustavo Cabrera, eminencia de El Colegio de México a quien se le considera como el capo del tema; el doctor Raúl Benítez Zenteno, el doctor Carlos Welti, director del Programa de Población para América Latina, y el doctor Alfredo Jarque, director del INEGI y responsable del censo de 1990.A ellos, más que a nadie, les tocaría explicar el cuadro que a continuación se expone. Porque sin saber exactamente cuántos millones de personas viven en México, cómo se distribuyen por edades, sexos, regiones, actividades, ingresos y demás, ningún gobierno puede calcular con certeza, pongamos por ejemplo, los presupuestos federales y de los estados ni los programas destinados a un sector específico. En pocas palabras, desde 1980, todo el gasto público se ha hecho, como quien dice, a vuelo de pájaro.
En 1984, sin embargo, este problema desencadenó una crisis entre el gobierno de Jalisco, encabezado entonces por Francisco Cosío Vidaurri (``tío político'' de Rafael Caro Quintero) y el presidente Miguel de la Madrid, un sainete que si bien desbordó el ámbito palaciego nunca reveló su origen profundo. Todo habría continuado sin variaciones, quizá hasta el año 2024límite previsto por José Angel Gurría como el del probable fin de la dictadura salinista, de no ser porque después de los calamitosos resultados del censo de 1990 la ONU presentó una discreta pero enérgica protesta contra el gobierno de Salinas.Para Naciones Unidas era una situación insostenible. Si a los gobernantes mexicanos no les importaba subirle por aquí y bajarle por allá a equis presupuesto interno, como quien dice al tanteo, pues allá ellos y su modernidad de pacotilla. Pero ni la Organización Mundial de la Salud, ni la FAO ni la UNESCO tenían por qué adoptar las irresponsables costumbres de nuestros neoliberales. No obstante, como Salinas no movió un dedo al respecto, Zedillo heredó con el problema una amenaza perentoria: la ONU suspendería todos sus programas asistenciales, si el ``gobierno'' de México no efectuaba un censo real y científicamente confiable.
De allí surgió el Conteo de Población y Vivienda de 1995, cuyos resultados no han sido publicados aún. Cabe suponer, con abundantes razones, que las cifras ya estarán en manos de quienes las exigieron, pero en la calle nadie sabe cuándo las conocerá el país. Si el conteo zedillista fue exacto, los mexicanos nos llevaremos una mayúscula sorpresa, cuando los datos, si son válidos, nos muestren que cinco años atrás no éramos 90 millones de individuos sino tal vez más de 100, y que la franja de población sumida en la pobreza no es de 40 millones de desdichados y entre ellos 25 millones de miserables absolutos, sino mucho más grande: 60 millones de pobres tal vez?
Cuánto por cabeza?
El ``gobierno'' de Zedillo tiene la obligación constitucional de informar públicamente cuántos somos, entre otras cosas para saber cuánto necesitamos dar por cabeza para comprarle las empresas petroquímicas y conservar lo que todavía queda de la soberanía económica del país. En su primera semana, la iniciativa de Andrés Manuel López Obrador ha recaudado ya una moneda de oro (de doña Amalia Solórzano), un collar de perlas (de Guadalupe Loaeza), 29 mil pesos (mil de la familia Cárdenas, 3 mil del EZLN y 25 mil de una señora que así lo hizo saber en carta enviada a La Jornada.
Pero si el caos estadístico ha provocado una permanente disociación entre las cifras oficiales y los misteriosos números de la realidad, no es menos alarmante la esquizofrenia que existe entre el discurso del ``gobierno'' y la vida misma, la que vemos todos cada día. En el caso de la industria petrolera esto es más que evidente. En su discurso del 18 de marzo, por ejemplo, el doctor Zedillo dijo:``Fortaleceremos (a) Pemex respetando la vida interna de su sindicato... para que su administración continúe rindiendo resultados positivos y avances alentadores, trabajando unidos para asegurar el aprovechamiento racional de los recursos petroleros, alentando su contribución a la generación de empleos...``En contraste con este idílico paisaje, el secretario general del sindicato de esa industria contrapuso las datos verdaderos:a) Sobre el ``fortalecimiento'' de Pemex, Carlos Romero Deschamps denunció un ``desmantelamiento sistemático'', pues de los 200 equipos de perforación que poseía la empresa, ``sólo quedan unos 30'', porque los demás fueron vendidos ``a precios de chatarra'' y ahora Pemex los alquila a particulares que le cobran carísimo el servicio.b) Sobre el ``respeto'' a la organización gremial: en 1982, con una producción anual de mil 372 millones de barriles de crudo, había sólo 203 cargos directivos, mientras en 1996, con una producción anual de 117 millones de barriles menos que en 1982, existen mil 255 puestos directivos, al tiempo que ``la perforación concesionada a empresas trasnacionales sin establecer un mínimo de obligaciones para ellas... significa que estamos contribuyendo a resolver el desempleo de otros países, en momentos críticos para los mexicanos''.
Números y sangre
Pero el divorcio entre los números del gobierno y la realidad social alcanzó un saldo trágico esta semana aquí en Chiapas. Con la calculadora en la mano, Zedillo determinó que iba a dotar de tierras a 69 organizaciones campesinas de la entidad, con lo cual, como si estuviese resolviendo un teorema, el titular del Ejecutivo decretó que el problema agrario chiapaneco estaba brillantemente resuelto.
Los seres humanos, hombres, mujeres, ancianos y niños de carne y hueso que por azares de la vida quedaron al margen de esta deslumbrante concepción política, se convirtieron de la noche a la mañana en ``desechables''. Y en acato de tan humanitaria visión, el gobierno estatal comenzó a desalojarlos a balazos, logrando en menos de 48 horas un total provisorio de cinco muertos.
La macabra aritmética de los neoliberales pretende zanjar con la mayor ligereza uno de los temas cruciales del diálogo entre el EZLN y los representantes de la gobernación. El siguiente paso, a lo mejor, será una nueva ofensiva militar contra los zapatistas, arguyendo que ya no tenía caso continuar con el debate en busca de la paz. Total para qué, si el doctor Zedillo sí sabe cómo hacerlo.
Aclaración interna
El reportero Elio Henríquez, corresponsal de este diario en la ciudad de los coletos, publicó esta semana, en dos notas diferentes, que el EZLN fue desairado por la mayoría de sus 500 invitados y asesores. Presa de una súbita pasión aritmética, el tonto del pueblo me pide aclarar que los asesores convocados fueron 280 ciudadanos libres, más 45 presos y/o desaparecidos políticos (lo que da un total de 325), mientras los invitados fueron 140.
De estas personas acudieron 159 asesores y 72 invitados, lo que representa una asistencia de 56 y 50 por ciento, respectivamente, y no del 30 por ciento señalado por el infatigable colega y amigo.
Nota: Serapio Bedoya Arteaga, mejor conocido como el tonto del pueblo, protesta porque en los últimos días su epíteto ha sido publicado en cursivas, lo cual, me dice, es desde cualquier punto de vista inadmisible...