Las tendencias electorales al parecer consolidadas en las últimas dos confrontaciones políticas federales, las del 91 y el 94, así como las locales en varios estados, hacen prever para el próximo año un escenario en el cual la disputa principal puede ser entre el partido oficial y Acción Nacional. Será así si el PRD no consigue una sucesión interna tersa, sin desgarramientos; redefine su perfil y su táctica, y consigue una amplia convergencia política y social democrática y de izquierda para entrar a la disputa en mejores condiciones, ganar más espacio y posiciones. Seguramente no la mayoría, aunque todo puede ocurrir en política, como lo hemos visto y sufrido en los años recientes.
El PRI hace y hará todo lo posible, legal o no, para mantener la mayoría en las cámaras de tal forma que sigan como instrumentos eficientes del Ejecutivo; esa es la clave para llevar hasta el fin los cambios neoliberales iniciados en los dos sexenios últimos. No hará, por ello, nada en materia de reforma electoral, contrario a sus propósitos.
El blanquiazul, por su parte, aspira y trabaja por la mayoría en el 97, y de conseguirlo será su plataforma para saltar a la Presidencia en el año 2000. Los dirigentes panistas están convencidos de poder avanzar exitosamente aun sin reforma electoral a fondo; son pragmáticos, y en la actualidad, tras su avance del 94 y sus victorias importantes del 95, tienen poco interés en trabajar y negociar con otros partidos para conseguir reformas democráticas de fondo.
Si PRI o PAN, cualquiera sea su lugar, siguen dominando el panorama electoral, uno con mayoría absoluta y sobrerrepresentado, y el segundo con amplia votación y cerca del primero, será gris la perspectiva de los próximos años. No avanzará el país a una democracia auténtica y menos se cambiará el rumbo económico nacional. Ambos coinciden con el neoliberal dominante, fueron sus creadores durante el salinismo. En su agenda no está ni la justicia social mediante un reparto menos injusto del ingreso y tampoco la igualdad. En esas materias sólo hay retórica.
Los cambios políticos necesarios, las rectificaciones de rumbo ya inaplazables, para sentar las bases de la justicia y la dignidad de los mexicanos, así como recuperar la soberanía perdida en los últimos años, tienen como condición evitar que ese esquema realmente bipartidista se afiance y petrifique. Y lo anterior será posible sólo si el PRD logra un relanzamiento político y electoral, y aun conservándose en el tercer lugar, se aproxima lo suficiente al segundo para crear una situación que obligue a la negociación verdadera a las fuerzas políticas representadas en las cámaras, si se quieren aprobar nuevas leyes e iniciativas políticas o hacer reformas sustanciales a las existentes. Un cambio así reflejaría la modificación en la correlación de fuerzas fuera de las cámaras. El clima político sería diferente, más favorable.
Crear una nueva situación así es, seguramente, el gran reto del PRD de cara a las elecciones de 1997. Pero sería ilusorio suponer que este partido, con sus limitadas fuerzas, pueda conseguirlo. Será equivocado también que algunos dirigentes de ese partido mantengan su arrogancia y espíritu de autosuficiencia partidaria que sólo traen consigo magros resultados.
Fuera del PRD existe un movimiento social y político muy extendido, plural y diverso, cada día más consiste y creador, partidario de la democracia, de la justicia social y del cambio de rumbo de la economía nacional. Así lo evidencian la solidaridad y apoyo de masas a las propuestas del EZLN, que en estos días se expresan en la asistencia de un destacado grupo de intelectuales independientes a San Cristóbal y San Andrés, para discutir los problemas de la reforma del Estado y los caminos de la democrcia y la justicia con la representación gubernamental.
Cada día se realizan también más acciones reivindicativas y de resistencia, como la ejemplar del Sutaur, o las realizadas por el movimiento urbano, el magisterio o las de protesta por la nueva y confiscatoria ley del Seguro Social. Alianza Cívica o movimientos ciudadanos como el que se manifestó el 18 de marzo, y la existencia de numerosas Organizaciones No Gubernamentales, así como partidos y grupos socialistas sin registro, son ejemplos de ese movimiento social y político situado en la izquierda y en las posiciones de la democracia y el cambio.
Sin una amplia convergencia electoral encabezada por el PRD, único referente electoral con registro, este partido puede sufrir un nuevo descalabro como en 1991. Se dejaría franco el camino a esas dos formaciones políticas impulsoras del neoliberalismo.
Construir una alternativa democrática y de izquierda con un programa y propuestas suficientemente atractivas para un electorado que todavía dio casi 80 por ciento de sus votos al PRI y al PAN en 1994, no es tarea fácil. Exige a todas las fuerzas, y no únicamente al PRD, asumir la responsabilidad de lo que se va a decidir en las elecciones de 1997, y el convencimiento de que ninguna fuerza de izquierda y democrática puede realizar aisladamente las grandes tareas de democracia y justicia en el país. Ni el EZLN que no puede ni debe dar la espalda a la confrontación política del próximo año, pese a su apartidismo acentuado ni el PRD, pero tampoco las demás organizaciones políticas y sociales, pueden enfrentar aisladas el reto ineludible de 1997. Estarán a la altura de sus responsabilidades?