Jean Meyer
Moscú contra Constantinopla

La crisis pasó inadvertida en México y no le dieron mucha importancia en el resto del mundo, sin embargo... En el primer domingo de cuaresma, los cristianos orientales celebran la fiesta de la Ortodoxia o de los santos iconos; en ese día conmemoran el fin del pleito sobre las imágenes, la derrota del iconoclasmo (supresión de toda representación figurada, bajo la influencia del Islam) y el restablecimiento de los iconos.

Alexis II, el patriarca de Moscú, escogió ese día solemne para romper con Bartolomeo I, el patriarca de Constantinopla, reconocido en todo el mundo ortodoxo (160 millones de fieles) como ``primero entre pares''. Alexis al celebrar con 50 obispos ortodoxos rusos, la liturgia del domingo de la Ortodoxia, omitió el nombre de Bartolomeo en el ``memento'' de los prelados siempre mencionados. Por primera vez desde 988 precisa un comunicado del Patriarcado de Moscú, la Iglesia rusa se ha negado a nombrar al patriarca heredero de Bizancio. Además, Alexis prohibió a todo el clero ruso concelebrar con sus colegas sometidos a la autoridad espiritual de Constantinopla.

Qué habrá hecho el 2700 patriarca de Estambul para ganarse la ira de su hermano ruso? El simbolismo de la omisión litúrgica es demasiado fuerte; hasta es trágico para los ortodoxos. El motivo descansa en las escasas 80 pequeñas parroquias ortodoxas de Estonia. Minoritarios en Estonia, pequeño país báltico brevemente independizado del imperio ruso entre 1918 y 1940 y de nuevo desde 1991, los ortodoxos no han querido, por razones demasiado obvias, depender del patriarcado de Moscú cuando han podido escoger. Así, en 1923, lograron pasar bajo la autoridad espiritual de Constantinopla. En 1940, cuando la URSS anexó a los tres países bálticos, los ortodoxos tuvieron que obedecer a Moscú.

Hace varios años que los ortodoxos de Estonia se habían dividido en partidarios de un Iglesia nacional y fieles a Moscú. Los primeros (el 70 por ciento) querían volver con el patriarcado de Constantinopla y su petición quedó aceptada hace unas semanas. Hay que situar ese asunto en el marco del nacionalismo báltico y de su enfrentamiento con el ruso; hay que recordar la presencia de una importante minoría rusa en Estonia.

El patriarca ruso acusó a su colega de haberse unido al gobierno estoniano en su política de discriminación contra la minoría rusa y, en seguida, el presidente Yeltsin manifestó a su colega estoniano Lennart Meri su ``profunda preocupación'' por la situación. Precisó que hablaba en nombre de los rusos de Rusia y de sus ``compatriotas'' de Estonia. Nadie cree en las preocupaciones religiosas de Yeltsin pero, al hablar en nombre de los ortodoxos que viven fuera de Rusia, retoma una vieja tradición imperial.

Alexis II nació en Tallin, la capital de Estonia; conoce muy bien la historia y el presente de aquel país y, por temperamento, debería haber tenido un papel de mediador para encontrar un compromiso, pero se encuentra sometido a la formidable presión del nacionalismo ruso en general, y de la poderosa corriente nacionalista adentro de la Iglesia Rusa.

El patriarcado de Moscú planea convocar un sínodo para tratar el asunto, pero esa medida, en un año de elecciones presidenciales dominadas por la demagogia nacionalista, podría agravar la situación. En efecto, la cristiandad ortodoxa está organizada en iglesias nacionales independientes pero comulga en una doctrina, en una liturgia, la ``ortodoxia''. Estonia, como muchas pequeñas comunidades, no tiene una iglesia independiente, sino una iglesia ``autónoma'', sometida a la autoridad espiritual de una iglesia independiente. Todas las iglesias reconocen la supremacía honorífica de Constantinopla, ``primera entre pares'', y tradicionalmente recurren a ella para arbitrar conflictos.

La iglesia rusa, hija de la de Constantinopla, ha sido su rival desde la caída del imperio bizantino a manos de los turcos en 1453. Pero ningún patriarca de Moscú había tomado nunca semejante medida. La iglesia rusa, que afirma controlar más de la mitad de todos los ortodoxos, es muy nacionalista, y su agresión contra el símbolo de la comunión ortodoxa puede tener consecuencias muy graves. Si presiona a las otras iglesias para obtener su apoyo contra Bartolomé, bien podría dividir el mundo ortodoxo en dos campos. El peligro del cisma es real y eso aleja aún más cualquier posibilidad de acercamiento con la Iglesia católica romana, considerada como el Diablo por gran parte de los ortodoxos.

En junio próximo estaba previsto el primer encuentro entre Juan Pablo II y Alexis II, en Hungría. Con el pretexto de las elecciones presidenciales en Rusia, se canceló. El conservadurismo nacionalista está de moda en Moscú, tanto en el patriarcado como en el Kremlin. Lástina que Alexis imite a Yeltsin, a Zhirinovski y a Zyuganov, el candidato del partido nacional-comunista.