El día que se firmó el Acuerdo de Unidad para Superar la Emergencia Económica, el 3 de diciembre de 1995, el presidente Ernesto Zedillo dijo que en el manejo de otras crisis se habían cometido errores que habían dado pie ``a periodos muy prolongados de estancamiento económico e inflación, y sobre todo a caídas muy pronunciadas en los salarios reales. No cometeremos ese error'', afirmó. Muchos esperábamos, pese al duro golpe dado a la credibilidad, se hiciera realidad.
La percepción social de que el programa de ajuste era socialmente severo estaba muy generalizada, pero se esperaba que fuera efectivamente pasajero. El mismo Acuerdo advertía que ``sólo con acciones decisivas y solidarias se podrá superar la crisis en el corto plazo''. Así que admitimos, unos más unos menos, que los ajustes a la economía tendrían que ser estrictos si queríamos, como se anunciaba, una pronta recuperación. Cabía cierta esperanza considerando que el gobierno de Clinton, contra la decisión del Congreso de Estados Unidos, había abierto una línea de crédito para México por 20 mil millones de dólares y se habían convenido con diferentes organismos multilaterales otros apoyos financieros hasta por 50 mil millones de dólares.
En su mensaje al Congreso en el Palacio Legislativo de San Lázaro, el 1o. de septiembre, el presidente volvió a hablar de una pronta recuperación. ``Tengo plena confianza en que, al cierre del tercer trimestre y'', corrigió, ``más señaladamente durante el cuarto trimestre del año, comenzará a percibirse la tendencia a la recuperación económica del país''. En ese momento ya muchos dudamos un poco, pero como se iniciaban algunas acciones frente a la cartera vencida pensamos que efectivamente los signos de la recuperación estarían en la mira.
El 30 de octubre de 1995, en pleno último trimestre del año, se firmó la Alianza para la Recuperación Económica. El documento decía que ``se espera alcanzar para 1996 un crecimiento de la economía no menor del 3 por ciento, con una inflación cercana al 20 por ciento''. Una parte del costo, la más considerable tal vez, era que el salario mínimo aumentara únicamente 10 por ciento a partir del 4 de diciembre y otro tanto a partir del 1o. de abril. La inflación del año, que oficialmente llegó al 52 por ciento, hacía muy considerable esa caída del salario, aún asumiendo que se cumpliría la meta inflacionaria del 96. Para esas fechas algunos intuimos que eramos tratados como aquellos perdidos que preguntan en los pueblos sobre el lugar que buscan y la gente les dice ``allá tras lomita''.
El año terminó y la recuperación anunciada no llegó. Pero la idea de crear una expectativa no acabó. El 9 de marzo de 1996, frente a la cúpula patronal del país, el presidente Zedillo afirmaría: ``La recuperación económica es posible y está cercana''. Para entonces el anuncio ya no alentó a muchos. Los mismos dirigentes empresariales han hablado en fechas recientes de la necesidad de poner en marcha otro plan emergente, de reestructurar la deuda y de desatar pronto la inversión pública, en fin, de medidas que han estado ausentes en la estrategia gubernamental y que son señales de un desencanto por una recuperación que no llegó en los plazos esperados y prometidos.
Conforme pasan los días los mexicanos comunes y corrientes estiramos la vista para ver la recuperación tan anunciada y únicamente alcanzamos a ver los destrozos de la economía: desempleo, reducción del consumo, cierre de comercios e industrias. Algunos nos volvemos más escépticos al ver los nubarrones del 96. A partir del 1o. de abril, según se acordó en la firma de la Alianza, se aumentarán en un 6 por ciento los precios de las gasolinas, el diesel y la electricidad, lo que sumado a la burbuja inflacionaria de las primeras diez semanas del año nos indica que la inflación de 1996 será muy superior a la pronosticada por nuestras autoridades. El salario mínimo, por supuesto, está programado para seguir arrinconado en el 20 por ciento.
Hay que reconocer que existen algunos signos de ligero alivio de la economía. La combinación de un leve aumento de las exportaciones con el quiebre de las importaciones ha mejorado la balanza comercial, ha habido un poco de empleo en el último mes, se han pagado tesobonos e intereses de la deuda y la inflación, que llegó a ser del 8 por ciento mensual hace un año, se ha reducido. Sin embargo, recuperación lo que se llama recuperación todavía no tenemos. Al finalizar el quinto trimestre de crisis la vida cotidiana de los mexicanos ha demostrado que la estrategia de ajuste severo para dar lugar a una recuperación rápida ha fracasado.