En el comienzo está la Historia. Taiwan, como Corea, la Indochina, el mismo archipiélago japonés, formó parte del área política y cultural china e importó del Imperio del Centro religión, alfabeto, gente, civilización. Bautizada Formosa (Hermosa) en el siglo XVII por los colonialistas portugueses que abrieron Japón a la influencia occidental, fue colonizada posteriormente por los japoneses. Al terminar la Tercera Revolución China y la Segunda Guerra Mundial fue ocupada por los ejércitos en fuga del general nacionalista y proestadunidense Chiang Kai Chek, jefe del Kuomintang, que también se extendieron por el Tonkín, el Laos, Birmania, cultivando opio y sirviendo a la CIA. Ellos establecieron una dictadura sobre los nativos pero siempre se sintieron parte de China, a la que esperaron retornar como vencedores con el apoyo de Washington y a la que, brevemente, incluso representaron en la ONU, siempre como servidores de Estados Unidos.
La guerra de Corea, a comienzos de los años 50, abrió un periodo de desarrollo en esa zona tan vital para el reabastecimiento de los ejércitos estadunidenses y la de Vietnam lo consolidó. Con capitales japoneses y estadunidenses se desarrolló una clase local de grandes industriales y financieros que ya no coincidían totalmente con la política del Kuomintang ni en los problemas internos ni en la política frente a Pekín. Las clases dominantes de la isla, por lo tanto, se dividieron mientras en el continente se sucedían los terremotos políticos, que culminaron con la llegada al poder de Deng Xiaoping y su oferta de reunificación de Taiwan y de Hong Kong con la madre patria sobre la base de ``un solo país, dos sistemas sociales'', o sea, del respeto de la subsistencia del capitalismo en ambas regiones que serían reincorporadas al Estado chino, pero con amplia autonomía. Los líderes taiwaneses de origen chino aceptaron ese planteo y aumentaron sus inversiones en las tierras continentales para lograr con los capitales lo que no habían conseguido con la amenaza de las armas y comenzar a reconquistar desde dentro el poder perdido con la Revolución China, mientras al mismo tiempo se desarrollaba en la isla el sector llamado ``independentista'', que mira esencialmente hacia Estados Unidos y la zona del Pacífico, y que se apoyaba sobre los taiwaneses hartos ya de la corrupción y la política dictatorial del Kuomintang.
China replantea ahora, con sus presiones militares, el problema de Taiwan ya que se acerca la fecha de la reunificación de Hong Kong y no puede aceptar tener dos políticas para un mismo problema político. Lo hace también para dejar en claro a Estados Unidos que es ya y será aún más en los próximos años una potencia en Extremo Oriente y en el Pacífico, y para subrayar que no cederá a las presiones económicas estadunidenses contra su proteccionismo. Se apoya para eso en la resistencia japonesa a la política económica que quiere imponerle Estados Unidos a Tokio, en la conciencia de culpa de Japón por su pasado colonialista en Taiwan y en China, y en el gran interés de los capitales japoneses por el mercado chino, sobre todo en Manchuria y en la costa meridional china, interés al cual subordinan sus posiciones en Taiwan.
China espera también, con esta presión, establecer una alianza de hecho, tácita, con Japón, frente a Estados Unidos, obstaculizando mientras pueda la posibilidad latente de una alianza EU-Japón contra la UE, pero también para la colonización de Rusia y la transformación de China, con sus mil 200 millones de habitantes, en una semicolonia. China, en efecto, como el Japón, tiene importantes inversiones en Siberia. Además aspira a un papel hegemónico en su zona, que llega hasta la India (por eso su dominio cada vez mayor en el Tibet) y hasta el mar de Indochina, donde disputa el petróleo a Vietnam (y a las Siete Hermanas que están detrás del mismo y del gobierno de Hanoi en su conflicto con China).
Estados Unidos, por su parte, no quiere perder su hasta ahora indiscutido dominio del Pacífico y quiere presionar a la vez a China y a Japón e impedir la deriva hacia una alianza con sus competidores europeos de los ``tigrecitos'' asiáticos y de los países de la Alianza del Sudeste Asiático (ASEAN), que quieren aflojar la asfixiante presión de Washington.
En un momento en el cual sin una visión mundial no se va muy lejos, los países ribereños del Pacífico, y que por lo tanto son ``vecinos'' de Japón y de China, deberían prestar atención a este juego económico, diplomático y militar que tanta incidencia puede tener sobre sus relaciones internacionales.