La Jornada Semanal, 24 de marzo de 1996
En estos tiempos de homenajes oficiales, el desconcierto de este
lector de poesía es grande. Porque no se ya qué es
preferible: si la temporal ignorancia de creadores fundamentales o la
boga de oportunistas y exaltados insustanciales.
Por otra parte, los clanes y sus amos definidos configuran partidos políticos al estilo siglo XIX. Para ellos no es necesario la lectura analítica y crítica sino sólo el fanatismo. Y sostenerse en sus aseveraciones. Qué importan el talento y la obra?
Curioso: en varias ocasiones el autor que produce tales fanatismos se sostiene solo por su talento y obra propia. A quién entonces beneficia el fetichismo y la ceguera de sus seguidores irracionales? José Guillermo Merquior contaba que en el Brasil hubo, en el siglo pasado, una lucha enconada entre seguidores de Machado de Assis y otro autor. Y que los partidarios de ambos, al menos algunos, no los habían leído y mucho menos disfrutado, según confesó alguno de ellos en su lecho de muerte.
Para no caer en tales extremos, quiero intentar una visión distante del elogio de aquello que más admiro, de igual forma que de la contemplación deturpadora de lo que más me interesa.
No me han invitado, ni me quejo porque no lo he esperado, a celebrar los 70 años de Jaime Sabines. Siempre se me ha ubicado en su extremo opuesto. Y, según mis opiniones y gustos, así parecería. Pero aunque yo lo crea también, revisando mi juventud y hoy mayoría de edad, perdonadme que no esté de acuerdo conmigo mismo en este caso y, mucho menos, con la intención general, aunque repito, hasta hace unos días y horas eso creyera.
Debo decir por qué, cuándo y cómo. Y si estas líneas pueden abundar en alabanza del chiapaneco, que sea para bien. Dudo mucho que se puedan sumar en su desdoro.
Pienso que fue en el '56 mi encuentro formal con Tarumba, editado por la revista Metáfora, en la cual iba a colaborar dos o tres años más tarde. Para el provinciano (queretano, para más señas) que era yo, fue una gran sacudida.
Había leído ya entonces el libro capital de García Lorca: Poeta en Nueva York, a Salvador Novo y Villaurrutia, así que mis poetas de lengua castellana no eran tan escasos ni mi percepción del todo ingenua. La intrusión de Sabines en mi naciente mundo lírico fue arrolladora aunque no destructora. A tal gradoque recuerdo que, junto con algunos versos de supuesto ingenio que yo creí villaurrutiano ("Cuando se está ya sin consuelo / cuando se estalla sin consuelo...") había pergueñado uno o varios fragmentos seudosabinianos: "Uno nació desnudo, / bajo la piel de llanto de una madre / en los desesperados dientes de su padre..."
Hoy los exhibo solamente para recordar su paso por mi espíritu. No pretendo hacer responsable a Sabines de ellos. Y sí quiero agradecer el enorme bien que por entonces me hizo, emocionalmentey en mi posterior desarrollo. Se trata de un poeta con quien no comparto lectores ni posiciones; de todas formas no puedo ni quiero negar esa enorme porción definitoria que recibí de sus poemas, aunque me es un poco difícil decir que también fue un enfrentamiento con la vida como con un muro al que yo quería embestir y que Sabines me indicó que habría mejor que escalar.
Cosa de cuatro, cinco años después años en que lo leí con fervor, además de otras avasallantes influencias me fue guía en muchos terrenos, aunque ni lo conocí personalmentenime lo propuse a pesar de que gente como Efraín Huerta y otros de Metáfora me lo hubieran concedido.
Hacia el año '60 o '61, uno de mis amigos, acaso el único, si no el mejor, me hizo leer a César Vallejo. Un mucho de los Poemas humanos, además de España, aparta de mi este cáliz, et al. Hube de postrarme de hinojos y murmurar y aun gritar en homenaje a la poesía que, sin dejar de serlo, entraba de lleno en la justa deificación de una libertad melancólica y doliente. Ni el Neruda irregular del Canto general, bello a pesar de su sovietismo y estalinismo, me ofrecieron legado de semejantes proporciones. Bueno es aclarar que la Residencia en la Tierra ya nos había señalado.
Ciertamente, el Sabines que leí me preparó perfectamente el terreno. Y mucho más que eso, limpió mi vista, aunque en esos días no entendí su deslumbramiento que, tras varias décadas, reconozco. Eso sí, rechacé algunos de los eslogans que muchos de sus corifeos hacían circular, contra la voluntad del propio Sabines, y también algunas líneas, menos que impropias un tanto desvencijadas, del chiapaneco: "Le curo las almorranas a Neruda", así como ciertasagresiones contra quienes llamaban los "poetisos", que si bien eran injustas no lo eran más que aquellas de quienes practicaban lo mismo contra la línea sabiniana. Época de injusticias, desgraciadamente en todas las posiciones. Pero esto sólo lo sé ahora; entonces me apartaron por otros caminos, de los que no quiero, ni puedo ni debo renegar.
Empecé a escribir este texto con un sentido de admiración, sin desmentir lecturas o enfoques, qué debo hacer para recordar que, sin ser sabiniano, Sabines me parece un poeta de muchas formas admirable? Desenterrar estos recuerdos, que no pueden tampoco enfrentarse con la deuda que tengo con Fernando Pessoa, con José Régio, con Octavio Paz, aunque los enfermizamente nacionalistas me reprochen mi aportuguesamiento. Recordar esos poemas míos, malos sólo en función de mi desarrollo de entonces, me ha costado vencer una enorme vergüenza, acaso un falso orgullo. También reconoceré que las amenazas de una admiradora sabiniana no debieran pesar en mi balanza. De ninguna manera puede ningún efecto ajeno al poeta Sabines afectarme su lectura. Porque todo autor que toca fondo despierta actos extraños e incongruencias, cómo puede ser de otra manera?
Y ya que anoto tal, es inevitable recordar que había quienes afirmaban que Algo sobre la muerte del mayor Sabines era superior a Las coplas a la muerte de mi padre de Jorge Manrique, el "poema reaccionario" como lo llamó otro, que evidentemente no es Sabines. Pero igualmente recuerdo con claridad que en un festival de la ciudad de México, celebrado hace cerca de 10 años, ante su popularidad impresionante, el propio poeta se vio molesto, pues el público joven le exigía "Los amorosos", que despierta la locura fácil. Qué decirle al poeta Sabines? Algo tan opuesto a lo que suponía al principio. Pero no me arrepiento. Tal vez él no lo acepte. Corro ese riesgo.