La Jornada Semanal, 24 de marzo de 1996
Ante tan seductora mirada, quién se lo iba a imaginar. Pero
ni los encantos y ronroneos de la "Gatúbela" Michelle
Pfeiffer pudieron otrora resguardar a la estrella de humillaciones,
antesalas y hostigamientos, en esa altamente especializada industria
de ilusiones llamada Hollywood, cuáles no serán
las peripecias y concesiones de directores y actores latinos, chicanos
y mexicanos, a fin de encontrarla anhelada oportunidad y demostrar que
su virtuosismo está a la altura de las demandas impuestas por
la muchas veces inexpugnable, pero también asequible Meca del
cine? "En Hollywood, hombres y mujeres somos tratados comoun vil
pedazo de carne", reveló hace poco la felina belleza
enamorada de Batman. Para cerciorarnos de los tejes y manejes de esa
suerte de competitiva carnicería humana, modernamente
tecnificada, llegamos a Hollywood, donde todos parecen estar
dispuestos a pagar el precio que sea, con tal de no ver todo desde la
butaca.
Lo que encontramos, tanto en la peliculesca Avenida Rodeo como en las lomas hollywoodenses, fue un crisol de competencias, frustraciones, éxitos y muchos espejismos más. Desde nuestras primeras charlas, por ejemplo, nos percatamos de que al igual que sus antepasados, que desafiaron a "la migra" y luego tuvieron que legalizarse para sobrevivir "al otro lado", las nuevas generaciones de mexicoamericanos siguen buscando papeles, pero no para trabajaren los viñedos californianos sino en las producciones de Hollywood. Allí, las puertas para extranjeros y nacionales son anchas, pero el costo del pasaporte es frecuentemente prohibitivo. Sólo algunos tienen para pagarlo y muchos nunca logran renovarlo. Al menos eso es lo que durante años han venido advirtiendo no sólo los pochos sino también los europeos, asiáticos, africanos, y ahora un puñado de intrépidos creadores de este lado del Río Bravo que ha tenido que abandonar México por falta de horizontes y que, con erudición a prueba de fuego, empiezan a cosechar frutos en brechas tiempo atrás abiertas por los Anthony Quinn, los Ricardo Montalbán y las Dolores del Río.
Braceros intelectuales
"Para mí, nuestra presencia en Hollywood es reflejo nítido del talento que hay en México", señala Luis Mandoki en una charla que sostuvimos una soleada mañana de enero.
Al hablar en plural, el cineasta de 41 años, decano del reciente éxodo al país vecino, se refiere a sus colegas Emmanuel Lubezki, Alfonso Arau, Roberto Schneider, Guillermo Navarro, Alfonso Cuarón, Gabriel Retes y Guillermo del Toro, entre otros, que de 1987 para acá han ido haciendo maletas para probar suerte en la mata cinematográfica.
Mandoki recalca que el grupo no se considera un caso excepcional, pues en la tierra de "El Indio" Fernández, Ripstein, Fons y Leduc, hay muchos actores, directores, fotógrafos y técnicos de excelente factura. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la rama empresarial, promotora incansable del pan y circo, y siempre con el bolsillo en los "churros".
"Lo que sí es excepcional en esta generación, es la dolorosa confrontación con tanto obstáculo", señala el director de la taquillera Cuando un hombre ama a una mujer, de Pasión otoñal, Nacida ayer y Gaby Brimmer. "Por otro lado, la crisis nos ha permitido tomar conciencia de que podemos competir con cineastasde cualquier parte del mundo. Lo que es peor, nuestro cine depende de caprichos sexenales y, como si eso fuera poco, hay un desprecio muy grande por el ser humano. En México, a la gente se le acorrala", comenta Mandoki. Para ilustrar lo dicho, cuenta que escribió el guión de Gaby... durante unas 150 horas de antesala en Imcine, que finalmente no cumplió su promesa y el cineasta tuvo que recurrir a dineros estadunidenses para la producción en inglés, y no en español, como hubiese preferido.
Sin embargo, la luz ya se hizo para el joven director, que en los últimos años ha tenido la oportunidad de trabajar con actores de la talla de Liv Ullman, Don Johnson, Susan Saradon, Andy García, Meg Ryan y James Spader y, en junio "como mi mujer da a luz en abril, les dije que necesito un mes de posparto", iniciará su próximo rodaje, un thriller llamado Magic Bullet.
Si hay alguien dentro del grupo mexicano que puede estar de plácemes, tiene que ser "El Chivo" Lubezki, flamante director de fotografía, nominado al Óscar por La princesita, y cuyo currículum respira trabajo arduo y buenaventura: Bandidos, Sólo con tu pareja, The harvest, Miroslava, Como agua para chocolate, Paseo por las nubes y, en unos días, Bird Cage, dirigida por Mike Nichols (El graduado), con las actuaciones de Gene Hackman, Dianne Wiest y Robbin Williams.
"Fotografiar a tamañas estrellas es un poco más imponente el primer día de trabajo, pero son actores serios y agradables, como los demás en esta gran fábrica de películas", dice Emmanuel, cuya felicidad no debe tener límites, pues a pesar de que añora el terruño, sabe que si se hubiera quedado en México nunca habría obtenido las oportunidades que ahora le llueven, y que le han permitido no oxidarse profesionalmente. Tiene tantas ofertas, y su bien lubricada lente es tan buscada, que hasta se da el gusto de escoger. De hecho, en los cuatro años que lleva en Hollywood no ha dejado de trabajar y es por eso que, aunque todavíano sabe si se queda definitivamente, el craft pide disculpas porque le cuesta mucho recordar que en español se dice "oficio" que está adquiriendo lo hace sentirse capaz de hacer películas con más, e incluso menos presupuesto.
"Ahora entiendo mejor cuál es mi función como director de fotografía y cómo ayudar al director a contar una historia", dice feliz de la vida, pues en poco tiempo espera volver a trabajar con sus "cuates" del alma, Cuarón y Mandoki, pero en Estados Unidos, porque de su país no ha recibido ninguna propuesta, "ni buena ni mala".
Por su parte, también en busca de un presente menos sombrío y de un futuro más promisorio, el director y actor Gabriel Retes ha seguido el ejemplo de sus colegas. "Imcine y Televicine casi no están produciendo, y si lo hacen, es material de ínfima calidad. Por eso me vine", explica en una residencia de enormes ventanales.
El pasado julio, cuando se estrenó con éxito El bulto en la capital angelina, decidió cambiar de domicilio acompañado de su mujer, la actriz Lourdes Elizarrarás.
"Ahora ando de vendedor, escritor y actor", dice Retes frente a una cerveza helada. "Claro, a veces los planes no fluyen como uno quisiera. 'Las cosas en palacio marchan despacio', pero hay que tener paciencia; sabemos que el cine norteamericano se ha hecho a base de inmigrantes, y aquí estamos", comenta y nos muestra una pila de cajas parecidas a las de pizza con videos subtitulados en inglés de su último filme, Bienvenido/Welcome. "Son mis tarjetas de presentación."
Alguien que no ha tenido tiempo ni de hacer tarjetas para presentarse, es el director Roberto Schneider, cuyo excelente primer largometraje, Dos crímenes, ha recorrido desde Singapur hasta Noruega.
Aunque cuando charlamos con él, hace unas semanas en Los Ángeles, todavía no se definía ni el reparto ni el inicio de su próximo rodaje, Frida, el cineasta no tenía pensado venir a México, pero durante un buen tiempo quiere tener un pie allá y otro acá. "Mi esposa que hace documentales y yo apenas llevamos unos siete meses en California. Llegamos días antes de que naciera nuestro primer bebé", dice el egresado de la Universidad Iberoamericana y del American Film Institute.
Asimismo, explica que parte de su decisión de "cambiar de smog" se debió a la terrible decepción que sufrió al enterarse de que, a pesar del éxito nacional e internacional, la adaptación que hizo de la novela de Jorge Ibargüengoitia nunca recuperará lo invertido. "Me di cuenta de que estaba trabajando en una industria ficticia y sentí muchísima tristeza."
Le contamos que hace poco charlamos con la directora María Novaro (Danzón y El Jardín del Edén), quien ha prometido no permitir que la desilusión la expulse del país, pues está empeñada en continuar buscando fondos canadienses y europeos para sus filmaciones en México. Schneider dice admirar profundamente la posición de la cineasta, perollegó un momento en que a él lo único que se le ocurrió fue alzar el vuelo para probar los contactos adquiridos cuando participó en múltiples rodajes estadunidenses. No obstante, en su afán por seguir con un ojo al gato y otro al garabato, actualmente trabaja con amigos en México y, dependiendo de la madurez de los proyectos y del financiamiento que encuentre, decidirá dónde residir. De cualquier forma, piensa trabajar con actores mexicanos, gringos y también chicanos.
Choque cultural
"Ojalá cumpla lo que dice, no sólo él sino todos los demás directores mexicanos que se están instalando en Hollywood, porque lo que hasta ahora hemos visto es que traen a gente de España e Italia, pero a nosotros no nos incluyen", dice en la mecedora de su sala el actor mexicoamericano Richard Montaya. Hace unos 12 años, junto con Herbert Sigüenza y Rick Salinas de origen salvadoreño formaron un grupo de teatro, Culture Clash, actualmente el más creativo y conocido, especialmente después de que durante doce meses tuvieron un picante programa televisivo.
Aun así, con popularidad y todo, esta suerte de tres mosqueteros bilingües a veces se sienten "como niños bastardos", porque están entre la espada y la pared de los requerimientos estéticos y lingüísticos hollywoodenses. Por un lado, se les reprocha que hagan televisión en inglés, idioma de su ciudadanía, pero también que la hagan en español. Por el otro, con no poco desdén, los estudios les dicen que son muy "chicanos", como si ello fuese pecado mortal. "Estamos atrapados en medio de este nebuloso limbo que todavía no se ha definido", comenta Sigüenza.
Estos experimentados hombres-orquesta dicen que otro grave problema es que los estudios sólo aceptan proyectos donde se incluya a actores en el estrellato, pero en Hollywood son contados los "hispanos" en esa categoría, a saber, Edward J. Olmos, Jimmy Smitts, Andy García y el ahora desaparecido Raúl Julia, entre algunos pocos más. Claro, la actriz mexicana Salma Hayek, es punto y aparte. "Las estrellas son el único imán a través del cual podemos conseguir trabajo", dice Salinas.
Es por eso que, a pesar de su éxito en centros culturales de todo el país, el grupo no descarta la posibilidad de salir a las calles y "como guerrilleros" filmar ilegalmente sus obras.
Mayor entendimiento o breast jobs
Si para directores como Retes la queja del grupo Culture Clash resulta incomprensible, pues para él el cine no tiene nacionalidad "yo preferiría que todos fuéramos solamente terráqueos y sanseacabó", para lobos de cine como Moctezuma Esparza se trata de emprender proyectos fílmicos que incluyan al mayor número de actores de ascendencia latina, a fin de "abrir el entendimiento del público sobre nuestra realidad como humanos y, en particular, como chicanos".
Productor de filmes, como The Milagro bean field, Cisco Kid y Gettysburgh, Esparza se ha convertido en uno de los indispensables puentes entre personajes pensantes y sensibles de la farándula como Robert Redford y Ted Turner, ex dueño de la cadena noticiosa CNN, y la comunidad artística de raíz latinoamericana.
Aunque Esparza acepta que en Hollywood abundan los prejuicios, piensa que lo primero que "debemos hacer para navegar en esta industria de ilusiones, es romper las cadenas que nosotros mismos nos imponemos", señala desde su oficina en pleno corazón de Beverly Hills.
No obstante, más que andar deshaciendo eslabones, las actrices jóvenes están decididas a poner los pies sobre la tierra y, como usualmente es el caso, también a colocar los senos bajo el bisturí de algún cirujano de bolsillo abultado. "Míralas en la calle, todas ya se hicieron su brest job", dice Tamara, una joven mesera aspirante a grandes vuelos cinematográficos. "Hace poco hasta tuve que quitarme la blusa ante unos productores; pero no lo volveré a hacer, aunque sé que hay listas negras donde colocan a las que se niegan." Pero el tamaño del busto no lo es todo: la actriz argentina Gabriela Licht se queja de discriminación por ser rubia y tener acento porteño en español y en inglés.
Lourdes Elizarrarás (Mujeres insumisas, entre otros filmes) no está dispuesta a aceptar tanto desmán, pero sí planea quedarse en Hollywood. "Pienso que los latinos podemos aportarle esa forma distinta de decir las cosas, que no es fría ni superficial", y lo que la Meca "nos puede ofrecer" es su gran difusión y capacidad exportadora de películas.
Sin embargo, quien mejor conoce las mieles y las hieles hollywoodenses es Isela Vega, quien cumple ya 18 años autoexiliada. "Me vine de México porque se había llegado mi tiempo", señala la actriz con su usual picardía sonorense. "La hora de irse es cuando uno todavía está potrancona y le gritan que mucha ropa, porque después ya no se puede salir al baile por el dolor del reuma. Es posible que mi salida haya dado la impresión de huida, pero algún día tenía que hacerlo o quedarme allí hasta hacer papeles de Sarita García", dice la atractiva mujer, actualmente conductora de un programa televisivo angelino, después de que el canal le canceló un noticiario.
Ni pocho ni gabacho ni mexicano
Desde su impresionante oficina en el Edificio Fox, en cuyo penthouse despacha el ex actor y ex presidente Ronald Reagan, el productor judioestadunidense Berry Lederman habla sobre su afán de ayudar a actores principiantes, sobre todo latinos. "No estoy diciendo que se suban en un avión y vengan todos para acá", aclara. "Aquí también hay mucha tragedia y decepción, pero esta ciudad está fundada en sueños."
Mientras charlamos, nos escucha el hermano de quien esto escribe, Carlos Rubio, un joven que llegó a Hollywood hace poco más de un año, después de haber agotado todas las posibilidades de desarrollo actoral en su natal y conservador estado de Utah.
Al aguerrido actor, de casi dos metros de altura y tez blanca, no le ha ido tan mal pero tampoco tan bien, pues no encaja en el arquetipo pocho ni en el gabacho, ni tampoco en el mexicano. No obstante, en el poco tiempo que lleva batallando ha hecho varios comerciales, algo de teatro y ha sido "extra" a 40 dólares por jornada de ocho horas en el último filme de Oliver Stone, Nixon. Claro, con ese sueldo no le queda más que trabajar de recepcionista en algún restaurante para pagar la renta y los centenares de fotografías que envía a empresas contratadoras, donde agentes como Rosalinda Morales le van abriendo puertas por una comisión de 10 por ciento de las ganancias.
Por su parte, la directora de casting, Florence Figueroa, no puede más que ver todo este proceso como un largo y sinuoso camino que, "a Dios gracias", ya recorrió. Desde que creó su propia empresa, Una chica Entertainment, ha conocido esa independencia que le permite coproducir documentales como Esto es Cuba, amén de haber trabajado en The last of the Mohikawns, Platoon y The Kiki Camarena Story.
"No sabes qué gusto me da haber pasado todo eso. Ahora soy mi propia jefa y me mando sola. Imagínate lo que te podría contar, ¡si hasta la Pfeiffer se queja de todo lo que le hicieron!"