Miguel Donoso Pareja
En 1972, el escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja quedó a cargo del Taller de Cuento, en el piso 10 de la Torre de Rectoría, que hasta entonces impartía Augusto Monterroso. El nuevo profesor impresionó a sus jóvenes alumnos por sus atributos de aventurero: había pasado por la marina, la guerrilla urbana, la cárcel y el exilio. Donoso Pareja tenía un amplio repertorio de lecturas y una inusual disposición para explorar toda clase de corrientes literarias; sin embargo, en un principio nos cautivó por sus experiencias de fuego. Estaba entre nosotros como podría estarlo un anarquista escapado de una novela de Dostoievski o un atribulado capitán de Conrad. Su bitácora de vida lo acercaba más al gurú que al crítico literario. Así queríamos verlo sus alumnos; en esa época primaria, los hechos narrativos no siempre se daban en los libros: la "novela" perfecta era un coche acelerado por Jack Kerouac, una cama a cargo de Henry Miller, un león cazado por Ernest Hemingway, un batallón dirigido por André Malraux. Donoso Pareja nos atrajo como un carismático hombre de acción. Sin embargo, como quien no quiere la cosa, empezó a mezclar las anécdotas con las lecturas; dedicaba horas a cada alumno, lo conocía al centavo hasta saber qué libros necesitaba. El profesor estaba dispuesto a tomar cualquier autobús que lo llevara a una clase. Coordinó talleres en Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes y Puebla. Si el miércoles de taller caía en día feriado, nos citaba en la explanada de Ciudad Universitaria y leíamos cuentos al aire libre. Donoso Pareja escribía poco y sus alumnos nos asombrábamos de que no se sirviera de su apasionante acervo personal. Sus novelas Henry Black y Día tras día estaban más cerca de la superobjetividad de la nouveau roman que de las épicas anécdotas que había vivido."El arte no es un don, es una dificultad", decía; la misión del escritor no era calcar la realidad sino reinventarla. En una época de novelas complejas, sus novelas eran especialmente complejas. El gran público no se acercó a su literatura y cuando el chileno José Donoso adquirió notoriedad, el maestro se resignó a que lo confundieran con él. El domingo pasado esta confusión volvió a ocurrir. La Jornada Semanal publicó poemas de José Donoso Pareja. El error, de sobra está decirlo, es imperdonable. Hace un par de años, Miguel volvió a México. Llevaba trece fuera de México. Sus alumnos le ofrecimos un homenaje en San Luis y al tomar la palabra, dijo: "Ustedes saben que lo que más me gusta es corregir"; a continuación, criticó nuestras ponencias. Este sorpresivo taller fue el mejor regalo para quienes nunca dejaremos de ser sus alumnos.
Colosio y los intelectuales
A dos años de la tragedia en Lomas Taurinas, la figura de Colosio ha resurgido de diversas formas. El excelente periodista Ramón Márquez reunió en el libro Te acuerdas, Donaldo? testimonios de quienes lo conocieron en la infancia y la adolescencia. Con notable oído para las voces y mirada para los detalles menudos que conforman una vida, Márquez ofrece la biografía privada de un hombre devorado por su destino público. Pero no todas las revisiones son tan afortunadas como la de Ramón Márquez. En la revista Proceso del 18 de marzo, Arturo Durazo, quien fuera uno de los colaboradores más cercanos del candidato del PRI a la presidencia, habla del gabinete que quería Colosio. La primera frase que viene a la mente es: "no me ayudes, compadre". En un ejercicio de fantapolítica, Durazo informa que el gabinete incluía a Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Castillo Peraza. Este suplemento no es el sitio para discutir la requeteconcertacesión que significaría esta alianza. Concentrémonos, tan sólo, en los intelectuales que, según Durazo, podrían haber llegado al gabinete: Jorge G. Castañeda, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Enrique Krauze, José Luis Cuevas y Jaime Sabines. El primer problema es que, como no hay seis secretarías culturales, y como Marina y Defensa no están disponibles, uno de los mencionados acabaría en la Reforma Agraria. Para engrandecer a Colosio, Durazo informa que pensaba gobernar con ilustrados; sin embargo, subestima a quienes leen sus declaraciones. El Consejo de Seis Sabios es ficticio por la sencilla razón de que ninguno de los elegidos hubiera aceptado chamba. Si ése era el equipo de Colosio, es que no tenía equipo. En el fondo de las declaraciones, hay un profundo desprecio al trabajo intelectual. Durazo da por sentado que Fuentes o Cuevas serían ministros si se los ofrecieran, como si escribir o pintar fuesen caminos hacia los puestos ("esfuérzate otro poquito que con esos poemas no llegas ni a Oficial Mayor"). Sugerimos que, en su próximo desafío a la ingenuidad de los mexicanos, Durazo incluya en el supergabinete que no fue a Gloria Trevi, el Lic. Cornejo, Keiko y Jorge Campos.
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El enfermo imaginario
Sólo tenía noticia de que Juan Ramón Jiménez había vivido durante algún tiempo en el hospital El Rosario, de Madrid, sin estar propiamente enfermo. Rafael CansinosAsséns escribe, con muy mala leche, la crónica de una visita al poeta en su cuarto de enfermo imaginario. No era más que neurastenia, se decía, vaga ansiedad, nervios: Juan Ramón era tan delicado como una de las flores o los atardeceres que poblaban sus versos modernistas; y precisaba cuidados de invernadero. Luis Cernuda se burla de esta particularidad y la traslada a la apreciación de su poesía. Bien, pero un señor que no está enfermo y por ansiedad incontrolable está recluido en un hospital, no está enfermo? Es razonable aceptar que está enfermo, no de las cosas que él fantasea, sino de otras diferentes. Pero de qué está enfermo? El difunto crítico Ignacio Prat en su libro El muchacho despatriado ("Juan Ramón Jiménez en Francia en 1901") nos facilita, con admirable detalle, todos los datos necesarios para responder la pregunta. El caso clínico vale la pena y más por tratarse del escritor de quien don Julio Torri juzgó que "en una dirección la poesía pura es el poeta más grande de nuestros tiempos, el más consciente, el que con más tesón ha buscado la poesía sustantiva y esencial". En mayo de 1901, a la edad de 20 años, Juan Ramón ingresó a un parque de locos o manicomio en Le Buscat, Francia, dirigido por el doctor Gastón Lalanne. Había viajado hasta ahí con un amigo por que su "casi locura" no le permitía viajar solo. No hace más que llegar y ya tiene desarrollada una fulminante dependencia hacia el doctor, tanta que es instalado en la casa misma donde Lalanne vivía con su familia. El paciente no podía separarse ni un momento del doctor. Cuando éste tiene que ir a leer una ponencia en un congreso de psiquiatría en Limoges, tiene que llevarlo con él. La historia clínica es ésta: "el desequilibrio mental del poeta se manifestó por primera vez la noche del 3 de julio de 1900, cuando falleció (repentinamente) su padre, don Víctor Jiménez Jiménez". Dice el poeta "(aquella noche) una idea fija quedó en mí como mía y ante mí como ajena: la fatal, inevitable muerte repentina". Es decir, Juan Ramón sentía con gran ansiedad la inminencia de desplomarse muerto en cualquier momento. De ahí la urgencia de estar siempre junto al doctor. Para ser más clásicos, el paciente confesó que "siempre había soñado mucho y había tenido pesadillas, hasta el punto de que su madre le había permitido dormir en su cama hasta fechas muy recientes (recuérdese que tenía 20 años)". El muchacho duerme con la madre, el padre cae muerto, el muchacho siente que él se deshizo de ese estorbo con sus malos pensamientos y se llena de horrenda culpa. Qué fácil, no? Pero el doctor Freud, para fortuna de Juan Ramón, no había llegado todavía hasta esa casa de locos. Un dato más: se sabe que la complaciente madre del poeta, doña Purificación Mantecón López-Parejo, "estuvo mucho tiempo sin querer hablar a raíz del nacimiento del poeta". A ti que te gusta tanto interpretar, cómo encajas esto en el cuadro clínico? Los doctores dictaminaron, según su vieja costumbre, neurastenia por agotamiento mental. "La opinión de Lalanne, ilustre psiquiatra, coincidía con la del doctor Almonte, modesto médico de pueblo que había prohibido a Juan Ramón la práctica de la poesía y aun le había sugerido que, si no quería poner en peligro su salud mental, quemara todos sus escritos inéditos". Con esta briosa energía se practicaba entonces el arte de la medicina. Y, claro, mientras los sesudos profesionales se entretenían razonando gravemente, "las preocupaciones hipocondriacas de Juan Ramón se multiplicaron: al temor invencible a la muerte súbita se añadieron fuertes dolores en la región precordial y síntomas aparenciales de tuberculosis y parálisis". Los doctores atribuyeron esta crisis al calor, en aquellos días excep cionalmente intenso. Estamos, señoras y señores, ante la pintoresca interpretación meteorológica de la salud mental. Mi opinión es que el desdichado padecimiento de Juan Ramón era claro, y mucho más frecuente de lo que se cree, pero que todo mundo hacía, con ejemplar diligencia, hasta lo imposible por agravarlo. Pero esto lo veremos el próximo domingo.
No será una tarea fácil para los censores del ciberespacio eliminar todo lo que pueda parecer obsceno, pornográfico o subversivo. Tampoco es una tarea sencilla controlar el flujo de estupefacientes, a pesar de que se aplican condenas severas a quienes trafican con narcóticos. Las leyes se han creado para ser violadas, pero sin duda también sirven para atemorizar y castigar a los infractores. Inevitablemente, aumentarán las restricciones a ciertos materiales y aunque aún no exista un método infalible para controlar lo que se puede ver y hacer en la Internet, cada día habrá más mecanismos censores (que impongan multas, eliminen cuentas de la red e incluso puedan ejercer acción penal), tanto electrónicos como humanos. Estos guardianes de la moral no únicamente serán personalespecializado, contratado por los gobiernos para vigilar la buena conducta de los cibernautas, sino que también serán policías privados, pagados por los diferentes proveedores de servicios de la red así como por compañías de software. Estos agentes de la ley tendrán como cómplices a muchos vigilantes independientes que tratarán de sanear la red por convicción o a cambio de alguna recompensa. Con tantos ojos y oídos virtuales espiando, pronto será muy difícil pecar en el espacio virtual.
8. La Internet no puede colapsarse
Muchos hackers o piratas cibernéticos sueñan con el virus super eficiente que pueda destruir la Internet en su totalidad. La madre de todos los virus haría famoso para siempre a su creador; sin embargo, hasta la fecha, tal engendro binario no es más que una utopía. En cambio, una red desatendida comienza a mostrar señales de decadencia y deterioro muy pronto. Es común al navegar encontrarse con áreas de la red caídas, las cuales a veces tardan días en ser reparadas. Quizás el mejor medio de colapsar la red consista simplemente en dejarla abandonada.
9. A la red se le está acabando la amplitud de banda y está volviéndose lenta La amplitud de banda de la red no es limitada, ya que se puede construir y añadir. Los proveedores de servicios de Internet continuamente están aumentando la amplitud de banda. Debido a las mejoras en las tecnologías de conexión en los últimos 10 años, la velocidad de flujo de información ha aumentado alrededor de 100 veces.
10. Los módems son cada vez más rápidos
En teoría, no hay límite para la velocidad con que se puede desplazar la información a través de cables de cobre. Muchos sistemas telefónicos actuales cuentan con una red de fibra óptica que transporta señales digitales. Una computadora en la central traduce la voz en señal binaria que al llegar a la central de su destino es reconvertida en una señal analógica, la cual recorre el último tramo en cable de cobre. La tasa de digitalización es de 64 kilobits por segundo, pero una ley de la información determina que en las líneas analógicas el límite absoluto de transmisión es de 32 kilobits por segundo, por lo que no es posible transmitir a mayor velocidad. Actualmente se venden (a precios muy altos) los módems de ISDN (Integrated Services Digital Network), que eliminan la conversión de análogo a digital y viceversa, pero que requieren de líneas especiales para transmitir hasta a 120 kilobits.
11. La Internet no es realmente tan complicada
Malas noticias, sí lo es. Debido a que la red debe complacer a muchos usuarios con equipo muy variado y necesidades distintas, debe ser un organismo flexible que se adapte a las necesidades de los cibernautas. Además, a medida que la red ofrece más servicios y opciones, se complica más. No se pueden comparar los requerimientos mínimos de equipo para surfear la red que hacían falta hace cinco años (cuando bastaba la aplicación de terminal que ofrece Windows) con la infinidad de dispositivos y programas (Nestscape, Spry y Eudora entre otros) que se necesitan hoy para ver textos, fotos a color, videos, o escuchar música y ruido.
12. En la era de la red sólo sobrevivirán los capacitados en altas tecnologías Eso pensaban 123 mil empleados de la compañía de teléfonos y de computadoras AT&T hasta que se encontraron sin chamba. Pero éstas no fueron las únicas víctimas de la revolución neoliberal: IBM cesó a 122 mil; Digital Equipment a 29,800; Bell South a 21,200; Nynex a 17 mil; Apple a varios miles más, y la listacontinúa. De pronto se puso de moda despedir a millares de empleados capacitados, para hacer que las acciones de las empresas se dispararan. Los recortes masivos de personal no son patrimonio exclusivo de las empresas relacionadas con la red (computación, teléfonos y demás). La red ofrece la oportunidad de crear una sociedad civil informatizada,que pueda organizarse y defendersede los abusos del poder tradicional y de la desinformación de los medios. La paradoja es que incluso aquellos que trabajan directamente con la red y sus tecnologías viven sometidos al viejo terrorismo capitalista. Quizás ésta es la tercera ola a la se refería Alvin Toffler, la marejada de trabajadores sacrificados en nombre del progreso en la era de la información. |