Una especie de ex cuñado, o medio primo, que tengo me explicaba algunos días atrás, después de su visita a Colombia, sus impresiones del país. Voy a tratar de resumir sus puntos de vista y añadir algunos comentarios. Comencemos con la crónica. En la guerra política entre Samper y el resto del establishment colombiano, el presidente acaba de apuntarse un punto a su favor: la propuesta de acortar su periodo presidencial. Lo cual, por cierto, no constituye ninguna brillantez estratégica, pero es un diversivo frente a la posición defensiva del presidente durante los últimos meses.
Muchas cosas deben estar mal en Colombia, pero tampoco en Estados Unidos deben estar muy bien considerando la aparente ingenuidad del apoyo americano a los opositores de Samper. Ya lo sé. Es suficiente seguir la red de conexiones que después de dos minutos uno ya está perdido y no puede distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, lo correcto de aquello que no lo es. Este en el fondo es el problema básico de Colombia. La droga le sirve para mantener funcionando una maquinaria social desde siempre estructuralmente fragmentada hasta grados de segregación. La droga aparenta una democracia inexistente, beneficia a muchos y aligera la presión sobre aquéllos que desde siempre controlan todo o casi. Una ficción social de bienestar fácil que no molesta a nadie y que, mal o bien, beneficia a todos. El único problema es saber el costo nacional de la dignidad. Cómo están las cotizaciones internacionales?Colombia ha llegado a uno de los puntos más bajos de su historia para su propio autorrespeto. Que, mientras todo se descompone, uno se tape la nariz y diga que todo está bien, es irresponsable. Un obstáculo entre un pueblo y su propia verdad. Pero que uno llegue a respirar a plenos pulmones en medio de tanta podredumbre, esto hiere fibras (profundas o menos que sean) de la conciencia. Esto produjo en Colombia el narcotráfico. La virtual inexistencia de espejos que permitan a las personas y al país ver en qué se han convertido.
Ernesto Samper estaba comenzando a experimentar varios éxitos, trabajando ahora fundamentalmente en el frente del lavado. De acuerdo, está probablemente la opinión de muchos, hay que moralizar el país, pero no tan rápido que pueda marearse. No tan aprisa que la cura teóricamente buena se convierta en un veneno mortal. La clave, incluso con ribetes nacionalistas es ésta: salvémonos del narcotráfico sin hundir el país! Quienes sostienen esta tesis no están todos necesariamente ligados al narcotráfico o a las operaciones financieras insospechables, hay también ciudadanos bien intencionados que comienzan a ver contragolpes económicos poco halageños y se asustan. Como quiera que sea: éste es el punto de vista hoy equivocado.
El narcotráfico no se combate por pedacitos, negociando con sus insospechados representantes aquello que es posible o deseables para el país. Samper había comenzado a hacer lo contrario. Sin mucha alharaca las cosas parecían marchar en el sentido justo. Y de inmediato los representantes de la ``nación amenazada'' vuelven al escenario para sostener sabiamente que no se puede correr. Que es peligroso. Y no entienden que ya no se trata de correr o no. Se trata ya sólo de caminar o arrastrarse. Samper aceptó caminar y ahora muchos buscan desarmarlo intentando probar que él también resultó beneficiario. Y al pobre Samper le toca la tarea ímproba de conservar algún principio de realidad. Sí, de acuerdo, yo sabía. Y entonces; no fue así para todo el mundo? Con la sola diferencia que yo usé aquel dinero para combatir sus fuentes, y ustedes lo usan para consolidarlas.
Pero cómo decir estas cosas a una nación? Y así, a Samper no le queda más que jugar día con día y tratar de resistir embates y fascinaciones, para mantener el derecho del Estado colombiano a decidir sin humillarse frente a sus nuevos candidatos a patrones de Colombia. Hay que cuidarse en no confundir Estados con naciones. Y no para suponer una dicotomía de infiernos y paraísos. Es obvio que las cosas son siempre más complicadas que éstos. Pero, cuando el Estado se hunde adónde más acudir sino a la sociedad? Embellecerla tal vez. Y embellezcámosla si es necesario! Por un momento siquiera, mientras de ahí viene un sobresalto de dignidad. Es a esta sociedad a quien se dirige y expresa Samper. No le pidamos que sea un santo. Sus inquisitores no lo son. Pidámosle que siga haciendo lo que debe hacer incluso al costo de una simpatía que no tendrá. Incluso, de su propio pueblo. Esto tal vez sea aquello que hace grande a los gobernantes. Cuando ya no quieren administrar, sino orientar la historia de sus países. Samper, con todos sus límites (su propuesta de reintroducir la pena de muerte, es un indicador de los varios y graves que tiene), es hoy este tipo de gobernantes.
Y tiene a Estados Unidos en contra. Otra vez se manifiesta la inifinita, insondable, irresponsabilidad del establishment USA. Estados Unidos da a veces la impresión de ser un país que no sabe aprender. Cuando es más que obvio que no es así. Pero tratándose de América Latina, el cuerpo del respetable burgués gringo se rompe para dejar salir al aristócrata que no tolera amenazas a sus ``posesiones''. Ya es difícil tener padres, pero cuando se tienen padres así, que nadie se espante de los tantos Edipos que andan sueltos.
Cambiando de tema. Veo a Colombia y pienso en Italia. Cuánto le ha costado al país dejar que en el sur, la miseria fuera combatida a fuerza de inyecciones financiarias de dudosa procedencia? La corrupción de las instancias locales del Estado y después siempre más arriba, mientras, al mismo tiempo, algo similar ocurría en la sociedad. Pero llega a veces el momento en que algo ocurre y la conciencia de grupos e individuos se despierta. En formas diferentes, esto tal vez está ocurriendo en Italia y en Colombia en estos días. Esperemos que sea así.