Eduardo R. Huchim
Tabasco: el paso y la golondrina

El fallo que emitió ayer la Suprema Corte de Justicia, en la controversia constitucional planteada por el gobierno tabasqueño contra el Poder Ejecutivo Federal, tiene desde ya un carácter histórico, porque valida la investigación de graves delitos imputados a Roberto Madrazo, los cuales ponen en duda la legitimidad de su cargo de gobernador, y también por tres razones adicionales:a) Permite a la Procuraduría General de la República continuar la indagación sobre delitos derivados del escándalo electoral mejor documentado de la era posrevolucionaria, conforme a las pruebas exhibidas por el líder perredista Andrés Manuel López Obrador y que revelan un mayúsculo dispendio en la campaña electoral del ahora gobernador, con recursos cuyo origen deberá esclarecer la PGR.

b) Abre la posibilidad de que, por fin, los delitos electorales o asociados con las elecciones no queden impunes, como ha acontecido casi siempre en este país, con la terrible consecuencia de la anulación de las aspiraciones democráticas albergadas por los segmentos sociales mayoritarios. La relevancia es todavía mayor si se tiene en cuenta que la Suprema Corte había sido obsesivamente renuente a intervenir en casos relacionados con los comicios, al amparo del artículo 105 constitucional.

c) Habida cuenta de que el presidente Ernesto Zedillo había expresado públicamente su respaldo al impugnado gobernador tabasqueño, al decir que ambos gobernarían juntos hasta el año 2000, el dictamen de la Corte entraña un plausible acto de autonomía, que es deseable sea un paso hacia la vigencia de la división de poderes, al menos en lo concerniente al Poder Judicial.

El fallo, impulsado por el presidente de la Corte, Vicente Aguinaco Alemán, como ministro instructor, da luz verde a las investigaciones de la PGR, las que hasta donde se sabe están muy avanzadas y han permitido tener la certidumbre de que efectivamente, como lo documentó López Obrador, el Partido Revolucionario Institucional gastó, durante la campaña de Madrazo, un total aproximado de 240 millones de pesos, cantidad que excede 60 veces el límite acordado para la campaña electoral tabasqueña. Tantas veces se ha hablado de estas cifras que ello podría menguar la percepción sobre el escandaloso dispendio que implican y que socialmente resultan monstruosamente ofensivas para el pueblo tabasqueño.

Al parecer a la PGR le faltaría precisar fuera de toda duda el origen de los dineros respectivos y, si éstos incluyeran recursos federales, se abrirían las puertas para la correspondiente acción penal.

Entre otras diversas consecuencias, el dictamen de la Corte evitó el absurdo, implícitamente buscado por Madrazo, de que los propios acusados decidieran si investigaban o no los delitos que se les imputan. Ahora bien, en las actuales circunstancias, es decir, con Madrazo en el poder, se vislumbra la posibilidad de otro absurdo: que el gobernador impugnado, a quien se va a investigar, permanezca en su cargo y, por tanto, se convierta en un obstáculo de relevancia para las indagaciones que se realizarán fundamentalmente en Tabasco.

Por tanto es obvio que, si no fuera por otras razones inherentes a la dignidad y la vergenza, siquiera por el motivo apuntado, Roberto Madrazo Pintado debe abandonar la gubernatura de Tabasco y, si no lo hiciera, entonces sería menester que fuera destituido por el Congreso de ese estado, o bien que fuera declarada la desaparición de poderes en la entidad. Naturalmente, el caso no terminaría ahí sino, de probarse lo que ahora es presunción, procedería el ejercicio de la acción penal contra Madrazo y sus cómplices.

Por lo pronto, resulta imperativo saludar con esperanza el fallo de la Corte. Se dijo en este espacio, a mediados de febrero, que el caso Tabasco definiría si el Poder Judicial asumiría la majestad de su función o si recurriría a la táctica del avestruz, escondiendo la cabeza bajo la arena del 105 constitucional. Es evidente que hizo lo primero. Y conviene hacer votos para que este dictamen sea el primer paso hacia la autonomía judicial auténtica, y no una frustránea golondrina de las que no hacen verano.