Franz Kafka es fuente común de referencia en México. Se le cita cuando se desea hacer alusión a ``hechos increíbles'' plagados de fenómenos ilógicos o inentendibles. Ejemplos recientes comentados en La Jornada y otros medios han sido algunas de las anomalías del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) o del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología.
Dicen que para muestra basta un botón. Ofrezco un botón de abrigo: a quienes pretenden ingresar al SNI se les exige tener título de doctorado, cuando no todos los que fomentaron esa práctica por ejemplo, el licenciado Fausto Alzati contaban con tal documento. Doctorado sin diploma podría ser el título de alguna parodia nada anormal en México. También se dice que en nuestro país Kafka hubiese pasado desapercibido, pues sus escritos son tan sólo los de cualquier narrador costumbrista. Cuántos connacionales han sido convertidos en gusanos por el peso del plomo? (A Gregorio Samsa, el personaje de La Metamorfosis, le fue mejor: sin haberlo asesinado amaneció convertido en gusano).
Rescato en estas líneas me atrevo a pensar que poco se ha escrito al respecto otra faceta del escritor checo y que es igualmente vigente que las anteriores, pero más dolorosa: la idea de la desesperanza. Idea que emana en buen número de sus textos y que pulula en la cotidianidad mexicana. El parangón es gratuito: así como los personajes de Kafka chocan irremediablemente con las puertas del mundo, la (ahora) gran mayoría de los mexicanos tropieza con el México de hoy. Recuérdese, en los textos del escritor de marras, el ahogo y la desesperanza del personaje que será ejecutado sin juicio, sin saber siquiera de qué se le acusaba; o de aquel que deja parte de su vida hurgando sin éxito la entrada al castillo al que ha sido enviado. O el mismo humano que es transformado en gusano: mejor ser gusano o humano? Es vigente la desesperanza kafkiana en nuestra nación?Las confrontaciones con la cruda realidad de millones de mexicanos, la ausencia de respuesta a innumerables llamados, la cotidianidad de la injusticia y la creciente dificultad ``del vivir'' han hecho que la incertidumbre y la desconfianza campeen en demasiadas almas. Son incontables los sucesos que exigen palabras claras y respuestas urgentes. Sin embargo, comparten común denominador: desesperanza y enojo. Dado que la diversidad de los escenarios impide siquiera enumerarlos, de un suceso pueden extrapolarse conclusiones universales. Qué verdades encierran nuestras fronteras?La del Norte ha sido la puerta para que 18 millones de mexicanos pierdan su identidad y muchos uno es todos dejen la vida en manos de los polleros, de la Border Patrol o de las trampas de la Naturaleza. La migración, sobre todo la forzada, es sin duda una de las ignominias y tristezas más grandes de nuestro siglo. En la actualidad, aproximadamente, uno de cada cinco o seis mexicanos viven fuera. Cuando leemos que unos 3 mil 200 indocumentados murieron en la frontera que separa a Texas de México entre 1984-1994, en su mayoría ahogados en el río Bravo, y que la mayor parte de las víctimas quedaron sin identificar, es inevitable dejar de estremecerse y avergonzarse.
Imposible es también preguntarse, aun cuando parezca perogrullada moralista, pensar en las implicaciones del término indocumentado. Para quién el migrante ``es más'' indocumentado: para Estados Unidos o para México? Si algún valor tiene aún la verdad, aceptemos que el estigma de indocumentado proviene de las raíces originales: la incapacidad de nuestros gobiernos para ofrecer vidas dignas es el parteaguas para convertirse en un ser sin documentos. Emerge obligadamente otra cuestión: la muerte, sea en las aguas, en los tráileres o en las manos del asesino invisible, es responsabilidad de nuestros vecinos o de nosotros?La del Sur ha sido testigo, otrora muda, ahora viva, de cómo un grupo de compatriotas ha sido olvidado. Acorde con las preocupaciones de al menos los últimos diez gobiernos medidas por medio de la inversión económica y el progreso en la región, concluyo que chiapanecos, mazatecos y otros han sido expulsados dentro de su propio territorio. Emulando a la frontera Norte, son tan indocumentados los chiapanecos en casa, como los trabajadores migrantes que se dirigen a Estados Unidos.
Contra qué Muralla chocaría, en qué Castillo se extraviarían o en cuál infranqueable Proceso se insertarían los mexicanos de las fronteras?