Pablo Gómez
De los arrepentidos será el infierno

Al réves de la sentencia del Nuevo Testamento, los arrepentidos en México se estan yendo al infierno. El apoyo a la línea neoliberal del PRI y del PAN abarcó no sólo a los empresarios más prominentes, quienes hacían negocios en la especulación y con las importaciones subsidiadas, sino también a muchos otros comerciantes e industriales. Era la hora de cobrar la revancha al Estado social y de hacer valer el poder de la empresa y el capital privados.La reducción de las tasas impositivas sobre las ganancias llenaron de júbilo a muchos empresarios, aunque tuvieron que aguantar lo que por otro lado les cobraba el gobierno y su ``terrorismo fiscal''. Muchas otras cosas se tenían que admitir con tal de vituperar al Estado interventor y redistribuidor.

Así se hizo la apertura comercial más rápida y profunda de que se tenga memoria. Los aranceles subían en otras partes pero tenían que bajar en México como medio privilegiado para reducir la inflación. El camino hacia el Tratado de Libre Comercio fue cubierto de flores por tantos y tantos empresarios y políticos priístas y panistas que sabían de cierto que no se trataba solamente de un convenio comercial sino también de libres inversiones (bolsa, tesobonos, bancos, Afores y Siefores incluidos). El superávit presupuestal fue visto como elemento emancipador cuando en realidad es una inmoralidad.Salinas fue algo así como un héroe de la lucha histórica de la burguesía reaccionaria contra el Estado social: no, no se combatía la corrupción de la cual se han nutrido no solamente los políticos sino también muchos empresarios sino el intervencionismo que impide ser ``moderno''.En realidad todo ha fracasado: la producción nacional se desplomó, el desempleo llegó a cifras récord, la banca está en quiebra, la ``mortalidad'' empresarial es escalofriante, el ahorro interno y la inversión se desplomaron, la inflación volvió por sus fueros, el costo del dinero se disparó. Pero toda la política económica que generó el desastre se mantiene como si nada hubiera pasado. Los empresarios han dado su aportación: el producto interno bruto cayó en casi siete por ciento, pero las importaciones solamente lo hicieron en cinco; la propensión a importar ya no la detiene nada, ni siquiera la bárbara devaluación sufrida, pues la planta productiva nacional está gravemente enferma.Pero es el caso que aquellos industriales y comerciantes que apoyaron el ``cambio estructural'' salinista hasta enrojercerse las manos de tanto aplaudir al gobierno, ya no quieren queso sino salir de la ratonera. Ahora se quejan de que el gobierno restrinja la inversión pública, limite el circulante y el nivel de crédito, no combata las altas tasas de interés, admita la inversión extranjera especulativa y promueva una apertura exagerada.

Sí, de los arrepentidos será el infierno, pues el gobierno no tiene el menor interés en hacerles caso. La ``recuperación''ha dicho Ernesto Zedillo tendrá que venir bajo las mismas pautas de política económica, aunque ahora los mayores subsidios se canalizan a la banca y las autopistas concesionadas. Pero ya algunos no lo creen. Se les ha mandado al infierno del capitalismo salvaje, la globalización impuesta, el ``rásquense con sus propias uñas'' excepto banqueros, naturalmente, y el monetarismo galopante. Ahora la Concamin exige la sustitución de importaciones. Lo que hay que oír en estos tiempos!Cuando el gobierno contrató el gran empréstito para saldar los tesobonos, los empresarios de las organizaciones cúpula apoyaron la ``salvación'' financiera del país y, con ésta, los compromisos que se pactaron en Washington: control sobre el crédito interno y el circulante, rebaja de la inversión pública, disminución de los subsidios a productores y consumidores, mantenimiento de la apertura al exterior, venta de la petroquímica para pagar parte del nuevo adeudo, libre flotación del peso en el mercado.

La soberanía nacional no había sido tan golpeada desde el siglo XIX cuando el Estado mexicano estaba apenas conformándose. 150 años después, la economía está ``monitoreada'' por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, mientras los concamines protestan contra lo que ellos mismos propiciaron con su apoyo o su silencio cómplice. Cualquiera diría que merecen el fuego eterno del infierno por haber vendido su alma al diablo.